Analista agudo, politólogo e historiador, Karl Krispin escudriña con igual pasión y seriedad el pasado que encierra la historia y el presente que vivimos. En sus artículos, ensayos y libros aflora su erudición y su necesidad constante de profundizar, de ir más allá de lo obvio. Lejos de buscar el elogio fácil, esgrime sus argumentos, aun cuando sabe que serán objeto de críticas o que podrían herir sensibilidades.
Por Mariza Bafile en Viceversa Magazine
Otro Karl Krispin, diferente y sin embargo en sintonía con el primero, es el que aflora desde las páginas de sus novelas y cuentos. Cuando la escritura es goce y creatividad, las páginas se llenan de personajes profundamente humanos, atrapados en la red de la vida que los zarandea dejando en evidencia toda su vulnerabilidad.
Su libro más reciente: Ve a comprar cigarrillos y desaparece… atrapa desde el comienzo. Una ironía sutil, a veces amarga, nunca banal permea cada página. La historia cambia, nos sorprende, desde el mismo título que pronto se aleja de los lugares comunes a los cuales suele estar asociado.
Hay tres personajes, tres soledades que se entrecruzan. Cada uno tiene aspectos con los cuales nos identificamos y que nos enganchan. Seguimos sus vivencias, sus pensamientos, entramos en sus mundos, imaginamos su evolución. Y así nos vamos sumergiendo en la historia, lectores y protagonistas al mismo tiempo. Hasta quedar atrapados en el juego que el narrador ha hilado para nosotros, sin que nos diéramos cuenta, con la misma silenciosa habilidad de una araña. Y cuando estamos en el centro de la tela notamos con asombro que ya no queremos salir.
Ve a comprar cigarrillos y desaparece… Este título da comienzo a un juego con el lector que sigue hasta la última página. ¿Nació antes el título y después el libro o viceversa?
El título nació luego de haber sido terminado el primer capítulo, cuya redacción final tardó más de la cuenta. En ese momento supe que la novela tendría ese nombre y que, en consecuencia, ya estaba en juego la definición de una coordenada hacia donde iría. En la frase está implícita una dirección y una decisión que supone dar un paso adelante, asumir que nos encontramos con alguna propuesta diferente a la que estábamos acostumbrados y, como bien señalas, hay un elemento lúdico que se va a hacer un tanto más exigente y comprometedor a medida que la novela se va encontrando con su mismidad y va haciendo suya esa frase.
P: Todo el libro está marcado por una ironía aguda, a veces corrosiva, desacralizante y también jocosa. ¿Hablar a través de tus personajes te permite expresarte con mayor libertad?
R: Insisto siempre que hay una categoría de desdoblamientos en toda obra literaria. Por un lado está el autor, que tiene una identidad, unas circunstancias, unas opiniones, una historia, un perfil y un gusto. Paralelamente está el narrador o los narradores. Quienes lean mi novela se darán cuenta de que utilizo el plural por razones muy justificadas. Y luego vienen los personajes que tienen una razón de existir y, particularmente, una personalidad que en la mayoría de los casos no coincide con la del autor o con la de su álter ego, el narrador en singular o plural. Muchas personas tienden a creer que los personajes forman parte de la extensión del mundo del autor, que están inventariados por su marca registrada, que pertenecen a la nómina del escritor, que son el producto de su visión. Si bien es plausible que en toda obra se note alguna huella dactilar del autor, no es menos cierto que si un creador no entiende la especificidad y autonomía de sus personajes, nunca será capaz de escribir una novela que pueda sostenerse por sí sola. Comprender eso me ha llevado a concluir que el proceso va en sentido contrario: que percibiendo y sintiendo a los personajes, soy capaz de lograr que se expresen con la libertad que exigen y con la que se van a encontrar en la novela porque además en esta obra, los personajes apuestan a una emancipación personal.
En el libro hay tres personajes muy diferentes quienes viven vidas paralelas. El eje central es Esteban quien a veces habla en primera persona y a veces en tercera. ¿Cómo ha sido el proceso de escritura? ¿Para describir a los personajes femeninos tomaste inspiración de tus experiencias, tus amistades, o tus lecturas?
El proceso de escritura nunca es fácil porque aunque suene desmedido y ambicioso, los escritores y en particular, los novelistas, tenemos que crear un mundo, un sistema que funcione y se relacione. Esto no consiste en reproducir la realidad, jamás lo ha sido, sino en subvertirla, parodiarla o hacerle un guiño. Esa visión totalizadora crea una responsabilidad porque ese empeño hay que ponerlo a prueba y además tiene que estar acompañado por la misión de hacer de la escritura un arte, que es la única forma como concibo la literatura. La novela debe mantener una coherencia entre lo que se ha escrito en solicitud de una gran complementariedad. Contar algo no basta, una buena historia no se sostiene en esa misma buena historia sino que lo más importante serán los recursos de la lengua para narrarla lo mejor posible. El escritor para llevar a cabo su tarea no puede pensar más que en su historia y en su arte. Jamás puede considerar la fijación de un modelo de lector o de público. Si esto se realiza, entramos en la literatura comercial con escritores que no tienen una vinculación con la literatura sino con el mercadeo. Son dos lógicas completamente distintas y diría que contradictorias. El mundo editorial de nuestro tiempo está más infestado de gerentes de mercadeo que de escritores-artistas. La lógica del mercado encuentra su justificación en la masificación. La literatura, la verdadera, la que no se somete a las mediciones de estos ejecutivos uniformados es intimista, individualista, descree de los grandes registros y entabla una relación de amistad con un lector alejado del hombre-masa y cerca de lo que el poeta Juan Ramón Jiménez llamaba la inmensa minoría. En cuanto a los personajes femeninos, ya que me preguntas directamente por ellas, he sido un observador devocionado, un voyeur del alma femenina que encuentra motivos de admiración permanente por hacerlo. Pero a las mujeres hay que entenderlas y ese proceso no es fácil. Como escritor me ha tocado meterme dentro de la naturaleza de las mujeres, dentro del cuerpo de las mujeres y escribir desde ellas. Es un proceso fascinante y estimulante que nunca termina. De modo que hay una combinación aleatoria de experiencia, observación, lecturas. Le tengo alguna desconfianza a la palabra inspiración y mucho más a cualquiera de esas mujeres que te apuntan con el dedo y te dicen: “yo te tengo que echar el cuento de mi vida para que tú lo escribas”, como si los temas o las obsesiones convertidas en novelas, no nacieran desde la compleja experiencia creativa del escritor.
Diría que otro personaje, mucho más discreto, pero con gran personalidad es Venezuela, quizás más bien Caracas. Si bien todos concuerdan en admitir el deterioro del entorno, cada uno reacciona a su manera. Alejándose o aferrándose a lo conocido. Todos con igual dolor. ¿Hasta qué punto la escritura creativa permite viajar sin moverse? ¿Es todavía posible en Venezuela encontrar un refugio en la escritura suficientemente confortable como para superar el deseo de escapar?
El doloroso y sostenido deterioro que ha sufrido Venezuela en los últimos años, expresado en la completa destrucción del país, ha cambiado significativamente lo que éramos. La reacción ha sido diferente y legítima en los venezolanos: unos han decidido irse (y presumo que no regresarán), otros hemos decidido permanecer a sabiendas de que nos hemos venido disminuyendo y empobreciendo al igual que el país. Nadie escapa a esa realidad. Ninguna de las dos posiciones puede ufanar una superioridad moral porque, como me parece sensato sostener, venezolanos somos todos, estemos adentro o afuera. Y cada quien asume su acto de resistencia frente a la demolición como mejor puede. Estoy convencido de que en mi caso personal, la literatura es un inigualable refugio para permanecer más allá de que todo se esté derrumbando. Siempre lo ha sido, de hecho. Y se trata de un fenómeno universal. El arte es la propuesta afirmativa ante el hundimiento. Es lo que nos mantiene con propósitos mientras todo lo demás parece extinguirse. El país ofrece bastante poco a sus escritores y artistas, por lo demás, pero son los artistas y escritores quienes tienen el deber y la responsabilidad de intervenir para dejar testimonio de lo que fuimos. Por eso es que John Ruskin dice que de las autobiografías que escriben las naciones, el más fidedigno es el del libro de su arte. De estos años oscuros y oprobiosos sólo quedará lo que ese arte fue capaz de erigir.
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