“Estaba muriendo. Vi mi cuerpo en el suelo. Sentí frío, sentí calor, sentí miedo. No me sentía hombre ni mujer”, recordaba Jean-Claude Van Damme en una entrevista de septiembre de 1998 con Entertainment Weekly sobre el momento en que decidió dejar de consumir cocaína. “Y luego volví a ese sobre, ese cuerpo con esa alma, y dije: ‘No estoy listo. Sé lo que es la muerte tras la vida?.
Jean-Claude, nacido el 18 de octubre de 1960 en Bélgica, era entonces ya una figura de Hollywood gracias a películas de acción como Contacto Sangriento, Street Fighter y Muerte súbita y a su famosa “patada voladora” que daba cuenta de su habilidad para las artes marciales, que comenzó a practicar desde que era un tímido y flacucho niño en su país natal.
Pero alcanzar la fama en la industria del cine le trajo un alto costo.
Comenzó a consumir cocaína en 1993, precisamente durante la filmación de Muerte Súbita, y aunque entró a un centro de rehabilitación en 1996 para realizar un programa de un mes, lo abandonó apenas una semana después.
Fue durante una noche de sobredosis, en un hotel de Hong Kong, que tocó su punto más bajo.
La energía que le dio la droga lo hizo escribir, detrás de un guión, unas 80 páginas en donde se expresó abiertamente sobre sus problemas, miedos y complejos. “Escribí y escribí y casi me desmayo. Luego estaba en la esquina de la habitación… estaba muriendo”.
En ese momento tuvo claro que dejaría la cocaína.
Conocido por sus increíbles batallas contra todo tipo de enemigos en cine, en la vida real el actor también se había sobrepuesto a varios adversarios.
Con la idea firme de hacer carrera en Hollywood, Jean-Claude Camille François van Varenberg (su verdadero nombre) vendió flores en las calles y montó su propio gimnasio, lo cual le permitió ahorrar USD 8.000 para viajar a Los Ángeles en los años 80, cuando ya había alcanzado el título de Míster Bélgica gracias al cuidado de su cuerpo, después de ser bailarín y luchador de kickboxing.
Una vez en California trabajó como taxista, instructor de karate, chofer, masajista y guardaespaldas hasta que llegó el golpe de suerte: le presentaron a Chuck Norris.
Van Damme no solo entrenaba con el actor tres veces a la semana, también trabajó en su bar como encargado de vigilar la puerta.
“Los estadounidenses son grandes. No tuve ninguna pelea, gracias a Dios. Fui un buen idiota, simpático y no ocurrió ningún incidente”, recordó a The Hollywood Reporter (THR)sobre aquellos días.
Norris lo ayudó a conseguir un pequeño papel en Missing in Action (1984) y ya un par de años después alcanzó cierta notoriedad en Retroceder nunca, rendirse jamás, donde interpretó a un luchador soviético.
Pero un momento clave en su carrera llegó en 1987, cuando lo eligieron para actuar en Predator (Depredador), una película de acción y ciencia ficción que narraba la historia de un comando de élite cuya misión era rescatar a un rehén de una guerrilla con el ingrediente de un cazador extraterrestre que los acechaba en todo momento. La producción estaba protagonizada nada menos que por Arnold Schwarzenegger.
Aun sin ser una figura en la industria del cine, Jean-Claude fue separado del reparto en medio de diversas teorías. La más famosa fue que lo echaron por su actitud de “diva”, aunque también se dijo que el estudio lo consideró demasiado “bajo” de estatura para el papel, que el actor sólo deseaba lucir sus habilidades en el kickboxing e incluso que insultó al productor Joel Silver en una pelea de dimensiones extraordinarias.
Sin embargo, la versión de Van Damme poco tenía qué ver con aquellas teorías. Según explicó a THR, el traje que le asignaron en la cinta, en donde interpretaría a un alien, le causaba problemas para respirar y le impedía moverse con libertad para hacer las acrobacias que le solicitaban.
“Cuando Joel (Silver, el productor) me pidió que saltara, supe que iba a estar mal. Le dije: ‘Esto es imposible, Joel. Creo que vamos a tener un problema’. Luego me reemplazó”.
Van Damme siguió picando piedra y a principios de la siguiente década ya se había hecho de un lugar en Hollywood, aunque también de cierta mala fama.
“Estuve en la lista negra de Hollywood por años”, reconoció el actor sobre un incidente en que le ofrecieron un contrato de tres películas y USD 12 millones por cada una, pero Van Damme quería USD 20 millones por filme, al estilo de lo que cobraba entonces Jim Carrey. “Estaba completamente jodido y cometí un grave error”.
Circularon entonces algunas versiones sobre lo que llegó a hacer el actor para destacar su imagen o sus conflictos en el set.
John Woo, director de Hard Target, aseguró que Van Damme exigió una cámara dedicada solo a mostrar sus músculos, aunque el actor luego lo negó.
Lo que no pudo negar fue la historia en la filmación de Street Fighter.
El cineasta Steven E. de Souza comentó en una entrevista de Polygon en 2014 que Van Damme gritó “¡corte!” -algo que solo puede hacer el director- en medio de la filmación de una complicada escena que llevó horas de planeación e incluía muchos efectos y todo porque pensó que se había equivocado en una línea.
“Eso puede ser posible. Soy ese tipo de persona. Porque si comienzas algo y el diálogo no es correcto, no se siente verdadero”, reconoció.
Y en medio de su adicción a la cocaína, sus problemas en Hollywood y sus numerosos matrimonios (se ha casado cinco veces), Van Damme fue diagnosticado en 1998 como bipolar.
“No tenía motivos para vivir … No estaba emocionado por nada. Luego tienes que recuperar tu autoestima. Y luego, poco a poco, cada parte de ti se vuelve preciosa de nuevo … No son las drogas, es un problema contigo mismo, que tienes que curar”, comentó el actor sobre su condición.
Jean-Claude comenzó un tratamiento que le permitió poner en orden su vida y también reconciliarse con Gladys Portugues, la mujer con la que se casó en 1987 y tuvo dos hijos, pero de la que se divorció en 1992.
Durante ese primer matrimonio, Jean-Claude tuvo una aventura con la actriz Darcy LaPier, con quien se casó en 1994 y tuvo a su hijo Nicholas, pero el romance con Darcy llegó a su fin en 1997 y el actor se reconcilió con Gladys, así que la pareja se casó de nueva cuenta en 1999.
Una nueva tormenta amenazó a la pareja en 2015, cuando enfrentaron problemas que los llevaron al borde de otro divorcio.
“La pareja tiene que trabajar en sus cosas junta sin importar lo que hayan hecho. El divorcio antes no fue divertido para los niños, la gente, los padres… e incluso para el país”, explicó Van Damme meses después cuando ya estaban reconciliados.
Ahora, a los 60 años, Van Damme puede presumir de haberse sobrepuesto a varias etapas oscuras y a seguir teniendo un papel destacado en Hollywood.
“Nadie puede comprarme. Eso es algo hermoso de mí en Hollywood. Nadie puede ponerme una correa al cuello. Digo lo que quiero”.