Oscar Müller se disponía a entrar en el baño compartido de su edificio cuando se topó con su vecino Joachim Kroll, que le advirtió de que el inodoro se había atascado. “¿Qué pasa?”, preguntó el primero. “Tripas”, creyó escuchar.
Por Clarín
De inmediato, Müller se acercó y comprobó horrorizado que flotaban pequeños trozos de carne en el agua. Inmediatamente, el joven corrió escaleras abajo para pedir ayuda. Poco después, varios policías registraron el apartamento de Kroll y hallaron el cadáver mutilado de una niña de cuatro años y varios paquetes de carne humana guardados en el congelador. Acababan de cazar al ‘caníbal de Ruhr’, uno de los asesinos en serie más depravados de Alemania Occidental.
A lo largo de su confesión, Kroll relató que durante veinte años cometió, al menos, catorce crímenes y decenas de violaciones. El tribunal lo condenó a nueve cadenas perpetuas.
La granja
Nacido el 17 de abril de 1933 en Hindenburg, provincia de la Alta Silesia (actualmente parte de Polonia), Joachim Georg Kroll creció en una familia sin apenas recursos económicos, siendo el pequeño de ocho hermanos, sin un padre presente (murió en la Segunda Guerra Mundial), con una constitución física enclenque y débil, de la que sus compañeros de clase se burlaban, y con un coeficiente intelectual tan por debajo de la media que le obligó a abandonar los estudios.
Fue en aquella época, en 1947, cuando Joachim comenzó a fantasear con matar a personas. Los Kroll se acababan de mudar a Alemania Occidental (Renania del Norte) y el joven trabajaba en una granja donde le enseñaron a desollar animales. Esto generó en él un impulso criminal que llevó a la práctica ocho años después. No fue lo único.
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