Rómulo Gallegos
El régimen y sus secuaces nos han atacado desde todos los frentes: violación de derechos humanos ya probada desde los sucesos de las protestas 2014, nombramiento anticipado de los rectores del CNE, declaración de desacato a una Asamblea Nacional de mayoría opositora, Asamblea Nacional Constituyente ilegitima, nombramiento inconstitucional de magistrados del TSJ, uso político del TSJ, celebración inconstitucional de elecciones presidenciales, FAES, GNB y alto mando como ejército pretoriano… paralelismos institucionales, corrupción, escasez, inflación, devaluación, crisis económica, sanitaria, educativa y laboral y Secuestro de los símbolos de los partidos políticos de oposición … narcotráfico, terrorismo, lavado de activos. Todo lo que podía pasar, ha pasado. Pero no ha pasado desapercibido, no más.
Así que ello incluye una respuesta contundente del sistema democrático internacional: casi 60 países dijeron ¡no más! al régimen, y más aún, han admitido el informe independiente del Consejo de DDHH de las Naciones Unidas; han respetado nuestra Constitución y mantenido un apoyo irrestricto a la Asamblea Nacional legítima y al gobierno interino desprendido de la activación de los artículos 350, 333 y 233. Nada ha sido en vano.
El escenario democrático internacional ha convenido establecer medidas de sanción para los ejecutores de las violaciones de derechos humanos. Estas medidas en un país férreamente controlado por una camarilla de delincuentes por supuesto que, lamentablemente, ha impactado en el ciudadano de a pie, como todo lo que nos han hecho desde 1999 ha impactado en todos. Sin embargo, es fundamental comprender que las sanciones han afectado porque el régimen ha infectado a todo el sistema económico venezolano: destrucción de nuestra principal fuente de exportación (el petróleo). Detengámonos ahí, en 2016, ya en crisis económica por cierto y sin sanciones, se producían 2,4 millones de barriles que eran vendidos de la siguiente forma: “China e India reciben el 60% del total. Un 20% se vende a EE. UU. y un 20% al resto del mundo” Como señalaba un artículo de la DW.
El artículo sigue “Para equilibrar su presupuesto, Venezuela necesita un precio de 118 dólares por barril. De los 40 euros del precio de venta, no todo queda en las arcas del Estado: producir el crudo cuesta entre 8 y 19 dólares por barril, según donde se extraiga.” y añade “Las ventas a China y la India representan el 54% de las exportaciones totales de crudo, cifradas actualmente en unos 2,4 millones de barriles diarios. Si a ello se le agrega un 6% que va a hacia Singapur, pero cuyo destino final es mayormente China, se llega a un 60% del total.”
Esto quiere decir que, aún con las sanciones, si aún produjésemos 2,4 millones de barriles (cosa que no pasa) el 60% encontraría comprador en Asia, quizás no India; pero definitivamente China podría haber jugado un papel fundamental; sin embargo, con los apagones y la corrupción, la producción cayó, y es más fácil simplemente plegarse al discurso de “las sanciones tienen la culpa”. En lugar de asumir que nunca trabajaron para una real soberanía petrolera, no hicieron más que sobreendeudarnos y que se han peleado con los principales aliados históricos – y serios- en cuanto a financiamiento. Subordinaron a una agenda ideológica de partido hegemónico las bases de sostenibilidad económica y salud de las finanzas públicas. Y nos quebraron.
La agenda hoy por ello debe ser contundente. Hay que reformar el sistema. Por esa razón hay que volver al orden constitucional y revivir la voz real del soberano: la consulta popular. Solo con la consulta popular; seria, centrada, con alta participación y con garantías de auditabilidad podremos dejar zanjado nuevamente lo que los países que hoy nos apoyan a los demócratas, y que básicamente representan no sólo el mundo democrático sino a más del 60% del PIB mundial; saben, que Venezuela quiere un cambio, que los interlocutores de la Asamblea Nacional no hablan en nombre propio sino de la nación y que Venezuela quiere expresarse y quiere un cambio real y no una estafa electoral como la del 6D que no es más que la continuación – y extremación- de la farsa de 2018 (presidenciales) y de 2017(ANC). ¿Que ya lo dijimos el 16J? Sí, pero de 2017. Cuando no había pasado ni la ANC, ni la farsa de la presidencial, ni el Informe de las Naciones Unidas, ni la crisis humanitaria y migratoria que hoy suma más de 6 millones. No no es igual, tampoco teníamos el apoyo expreso de casi 60 países, ni teníamos la encargara de ejecutivo que, junto al legislativo, pudiese generar una plataforma única para que nuestra voz sea escuchada. La formula definitiva es “hacer sentir la voz indubitable del soberano venezolano”: tu voz, mi voz, la voz de todos y todas, clara y contundentemente. El presidente Clinton dijo una vez ¡Es la economía estúpido! hoy hay que decir ¡Es la legitimidad! y nosotros sí podremos demostrarla.