Que el prurito constituyentista – sacarse de la manga plebiscitaria leyes de enderezar entuertos y fórmulas mágicas para alcanzar de una buena vez la esquiva felicidad de sus pueblos – sigue penando en América Latina, lo demuestra el terremoto político causado ayer en Chile por las izquierdas marxistas, con el debido apoyo y respaldo de derechas incultas, inconscientes, pusilánimes y prontas a dejarse embaucar por las amenazas castro comunistas, que en una extraña conminación parafrasean “la bolsa o la vida” de los cogoteros barriobajeros con “la Constitución o la vida”, se impusieran este domingo por una abrumadora mayoría. No se trataba de sacarse de la chistera una Constitución a falta de ella; se trató de echar por la borda aquella que durante cuarenta años permitió la más profunda transformación, para bien de todos los chilenos, de las anquilosadas estructuras económicas y sociopolíticas chilenas enfrentadas y resueltas por la dictadura.
Pues contrariamente a lo sostenido por Ricardo Lagos y Mario Vargas Llosa, la insurrección que hizo de partera de este insólito plebiscito – un plebiscito en tono menor para legitimar otro plebiscito, aunque en tono mayor – no corre a la búsqueda de una Constituyente para impulsar y obtener los logros de sociedades capitalistas desarrolladas, como Los Estados Unidos, Alemania, Francia o cualquier otro país desarrollado -, el llamado primer mundismo por ellos invocado, sino a la búsqueda de las sociedades latinoamericanas menos desarrolladas: Cuba o Venezuela. No es primermundismo. Es socialismo del Siglo XXI. A nosotros, que llevamos 21 años sufriendo en Venezuela de los resultados cavernarios de la Constituyente impuesta en el año 2000 por el teniente coronel golpista Hugo Chávez, nos provoca recordarles la famosa frase del filósofo italiano Antonio Labriola, maestro de Antonio Gramci: “sólo tú, estupidez, eres eterna.”
A los chilenos responsables y conscientes de la valía del país que se ve amenazado por este intento de suicidio colectivo, no les queda otra acción posible que ponerle al mal tiempo buena cara. Desbancar a la derecha entreguista representada por banqueros cobardes y pusilánimes, respaldar a una Nueva Derecha y luchar por llegar a la Constituyente con un nuevo proyecto constitucional, ese sí, verdaderamente primermundista. No es el fin: es el comienzo de la lucha.