El mensaje de los principales voceros del madurismo se ha simplificado al extremo. Su referentes comunicacionales parecen antiguos equipos de sonido que repiten una y otra vez lo que estaba grabado en la cinta magnetofónica. En la narrativa del madurismo, la escasez de la gasolina la atribuyen al sabotaje contra las refinerías. La ausencia de gas se debe a una acción desestabilizadora, lo mismo que la falta de agua. La hiperinflación se explica por una conspiración de los comerciantes y productores para subir los precios y la falta de electricidad la asocian a la acción de un francotirador que con un rayo electromagnético destruyó el centro de control de la represa del Guri. Alguien con raciocinio se pregunta si ellos mismos se creen estos cuentos. Yo creo que de tanto decirlo y repetirlo se los terminan creyendo. Ese método de echarle la culpa a otros de los errores propios es una lección aprendida de los cubanos.
Por José Guerra
La verdad acerca de la crisis que hoy vive Venezuela es que ella es el efecto acumulado del modelo que concibió Hugo Chávez y que ha seguido Maduro. Éste es un mero replicador de lo que heredó de Chávez. Conviene recordar que Hugo Chávez por lo menos hasta 1998 tenía en la cabeza una especie de pasticho ideológico donde se expresaban las tendencias más retrógradas de la izquierda, las tesis fascistas de Norberto Ceresole, entre otras, cada una más contradictoria que la anterior. Después de 2004 Chávez se decanta en favor del modelo cubano, el cual compró sin quitarle una coma. Ello lo inspiró para que avanzara en una política de expropiaciones de fincas y haciendas para afectar la tenencia de la tierra, como si estuviese en 1859 cuando comenzó la Guerra Federal, y luego desde 2007, pasó a la estatización de empresas privadas en sectores fundamentales de la economía tales como el petrolero, agroalimentario, acero, cemento, telecomunicaciones, electricidad, al tiempo que creó empresas públicas de todo tipo y tamaño. Su deseo no conocía límites y tampoco su voracidad por el gasto
El resultado de todo esto fue que el ámbito empresarial del Estado aumentó, tanto que quebró al propio Estado y al país. Chávez pensaba que los ingresos del petróleo serían infinitos y por ello los mal administró regalando y donando una parte importante. Tomemos como referencia 2017, antes de las sanciones impuestas por Donald Trump. Entre 1999 y 2017 Venezuela recibió por exportaciones petroleras la cantidad de US$ 948.988.000.000 (casi 950 mil millones de dólares, sin que hubiesen ahorrado un centavo), dinero éste que bien gestionado hubiese sido suficiente para haber hecho de Venezuela una nación próspera. Chávez y Maduro despilfarraron ese dinero y además la deuda externa total de Venezuela que en 1998 era US$ 28.317 millones, en 2017 saltó a US$ 130.000 millones, con los mayores precios petroleros de la historia. En 1998 precio del petróleo fue US$ 9,4 por barril y en 2012 llegó a US$ 105 por barril para ubicarse en US$ 47 por barril en 2017. Cuando Chávez decretó la emergencia eléctrica en 2009 la Asamblea Nacional le aprobó US$ 20.000 millones para que Venezuela tuviese electricidad pero hoy el país está en las tinieblas y buena parte de esos recursos fue robado. Chávez recibió el dólar a una tasa de cambio de Bs/US$ 573 y en 2017 la tasa de cambio se ubicó en Bs/US$ 80.000.000 (con los tres ceros que le quitaron al bolívar en 2008 para así poder comparar), significando esto la muerte del bolívar como moneda. Solamente entre 2007 y 2017 la inflación acumulada fue 84.870%. Y aquí la obra magna del madurismo: haber convertido en pobres al 87% de los hogares venezolanos en 2017.