Pocos después del retorno del expresidente Evo Morales a Bolivia a principios de este mes tras un año en el exilio, al que se vio empujado por presiones de los militares, la división del trabajo entre el jefe del Movimiento al Socialismo (MAS) y el nuevo presidente del país, Luis Arce, ha quedado definida. Pero la convivencia no será fácil.
Fernando Molina // EL PAÍS
El delfín, que ganó con gran ventaja las elecciones del 18 de octubre que acabaron con el Gobierno interino de Jeanine Áñez, se ocupará de administrar los recursos y el personal del Estado, mientras que Morales “orientará” la brigada parlamentaria del partido que fundó, que cuenta con mayoría absoluta en las dos Cámaras de la Asamblea Legislativa, según fuentes del MAS. Seguirá así como “jefe de campaña” del partido con vistas a las municipales de marzo de 2021. Los dos dirigentes tendrán funciones distintas, pero relacionadas entre sí, lo que de por sí es un terreno fértil para futuros choques. Los primeros roces ya se han producido.
El presidente Arce, por ejemplo, no mencionó a Evo Morales en su discurso de toma de posesión el 8 de noviembre, dando lugar a especulaciones internas de todo tipo. Tampoco asistió días después a la enorme concentración en el aeropuerto de Chimoré que celebró el retorno del exmandatario a ese lugar, enclavado en la zona cocalera del país, un año después de que un avión lo sacara de allí rumbo al exilio.
En público, Morales puso paños fríos y justificó la ausencia del presidente. Sin embargo, al mismo tiempo reveló de qué asuntos estaba conversando con él: “Esta mañana conversé con Lucho [Luis Arce], a la una de la madrugada me llamó… Ojalá pueda llegar, pero está en pleno proceso de organización del Estado. Esta mañana nuevamente conversamos, internamente hicimos] debates, para no equivocarnos en la designación de autoridades”, dijo, insinuando que él participaba en una dinámica, la de los “nombramientos”, que define la cantidad de poder que se tiene.
Pero ¿qué alcance tienen esos gestos? Una fuente del MAS que no quiere ser identificada comenta que Morales insistió ante Arce en que no descartara para los altos cargos a los colaboradores de sus tres Gobiernos, en contra de lo que el presidente y el vicepresidente, David Choquehuanca, prometieron en la campaña. Este veto le parece a Morales una censura implícita a su gestión, y también a su política de relección constante de una capa de dirigentes izquierdistas, inclusive él mismo. Para respaldarlo, uno de sus exministros, Carlos Romero, declaró: “El binomio ha ganado por propio mérito la presidencia y vicepresidencia del Estado, pero la dirección político-estratégica del proceso es de Evo Morales”.
Arce, que en la campaña aseguró que Morales no participaría en su Gobierno, ha nombrado a un equipo de ministros jóvenes con perfil técnico dentro del MAS. El Gabinete refleja su propio talante como miembro de la clase media popular con estudios universitarios que apoya al partido izquierdista. Otra fuente interna aseguró a EL PAÍS que el único ministro elegido por Arce para congraciarse con Evo Morales fue el de Defensa, Edmundo Novillo, miembro de la “vieja guardia” de la formación. Novillo no formó con anterioridad parte del Ejecutivo, por lo que Arce, al nombrarlo, no rompió su promesa electoral. Estará a cargo de la delicada misión de reconstruir las relaciones con las Fuerzas Armadas, que desempeñaron un papel decisivo en el derrocamiento del MAS en 2019.
“Cuidar a Lucho”
No se sabe qué reacción tuvo el líder indígena ante la decisión de formar un Gabinete “sin repeticiones”, con la salvedad de la de Novillo. La mayoría de los ministros son cercanos al presidente, pero al mismo tiempo son evistas de las nuevas generaciones. Como las designaciones realizadas hasta ahora han generado molestias en las organizaciones sociales que componen el MAS, cuya movilización explica gran parte de las victorias electorales de este partido, Morales les pidió expresamente apoyar y “cuidar a Lucho”. Por su parte, Arce manifestó a través de las redes sociales que aplaudía la concentración de bienvenida que se realizó en Chimoré. “Desde la Casa Grande del Pueblo [la oficina presidencial] acompañamos este emotivo encuentro trabajando unidos en la reconstrucción de Bolivia”, escribió.
Las fuentes consultadas creen que la tensión principal se dará entre Morales y Choquehuanca, que también es indígena, que ha tenido roces con el jefe de su partido en el pasado y que en su discurso en el juramente pareció criticarlo —”El poder debe circular igual que la sangre”, aseveró—. Los seguidores de Choquehuanca no han logrado muchas posiciones en el Gabinete, pero ya aparecen en los cargos inmediatamente inferiores. Ambos líderes son del pueblo aimara, pero se considera que Morales tiene más fuerza en la zona quechua.
Morales casi nunca ha podido evitar hacer confidencias públicas. Ha apuntado con su dedo al presidente del Tribunal Electoral, Salvador Romero, por supuestamente haber “ocultado” hasta altas horas de la noche los resultados electorales del 18 de octubre, y ha dicho que espera “liberar” a todos los dirigentes y militantes del MAS demandados judicialmente por Áñez, lo que le generó las críticas opositoras. Ya dijo Arce antes de jurar el cargo que Morales “no va a cambiar”. “Y tampoco pretendemos que cambie. Va a ser así nomás”, agregó.