Cuatro de los militares complotados para liberar a Venezuela el pasado primero de mayo en la fracasada Operación Gedeón vendieron las coordenadas exactas del punto por donde arribaría la embarcación, traicionando así a medio centenar de sus compañeros poco antes de que la expedición armada partiera de la desértica Guajira colombiana, dijeron a McClatchy y al Miami Herald militares que participaron en la operación.
POR ANTONIO MARIA DELGADO / KEVIN G. HALL / SHIRSHO DASGUPTA / elnuevoherald.com
La misión había sido comprometida de antemano. Un artículo publicado horas antes por la agencia de noticias Associated Press había advertido que los militares venezolanos, entrenados por empleados del ex boina verde estadounidense Jordan Goudreau, se disponían a entrar a Venezuela para derrocar a Maduro. Pero los hombres aún creían que podían tener éxito confiando en que el régimen desconocía por cuál punto de Venezuela y cuándo entrarían.
Pero el régimen sí lo sabía, gracias a la avaricia de algunos compañeros que querían cobrar una recompensa.
“Cuarenta y ocho horas antes, fue vendida la operación”, declaró el oficial venezolano que debía operar desde Estados Unidos las comunicaciones de la fracasada incursión, conocido por sus compañeros bajo el seudónimo “Cacique”. “Hay un traidor que fue el que vendió dos o tres días antes la operación y que lideraba un grupo de cinco, que se entramaron para cobrar una recompensa por vender esa llegada”.
En una entrevista exclusiva, Cacique rompió su silencio sobre los eventos que condujeron a la captura de 47 venezolanos y dos estadounidenses y la ejecución de seis participantes de la operación Gedeón.
El oficial venezolano relató que los traidores esperaban cobrar una recompensa por entregar al régimen al capitán de la Guardia Nacional Robert Colina, alias “Pantera”, quien precisamente lideraba el equipo de avanzada. Los otros 10 integrantes de la lancha eran desconocidos por el régimen. “Pantera era el trofeo” que buscaban.
La identidad de los traidores identificados es un secreto bien guardado por Cacique y la agrupación denominada como Caribe, que aglutina a cerca de 3,000 militares venezolanos que desertaron de las filas del régimen y que desde el exterior intentan organizarse para enfrentar a Maduro. “Llegará el día en que tendrán que rendir cuenta por sus acciones”, dijo el oficial.
LA MASACRE
El ministro de información del régimen, Jorge Rodríguez, al presentar en mayo la versión oficial de los acontecimientos, dijo que el enfrentamiento comenzó cuando Pantera abrió fuego contra los agentes que le esperaban una vez que la lancha llegó a la playa cerca de la localidad venezolana de Macuto, al norte de Caracas.
Pero los seis hombres que perecieron en la operación no murieron en un enfrentamiento, sino que fueron ejecutados a sangre fría por fuerzas del régimen, relató el diputado opositor Wilmer Azuaje al término de una investigación de los eventos de mayo que luego fueron introducidos en forma de denuncia ante la Corte Penal Internacional.
“Los capturaron a todos con vida y después, para fabricar un ‘falso positivo’ [un enfrentamiento ficticio], masacraron a toda esa gente”, relató el diputado opositor. “Los agarraron vivos, los desarmaron, los torturaron y luego los masacraron (…) Se los llevaron al sitio, y les dispararon para simular un enfrentamiento” que nunca tuvo lugar.
Azuaje, quien obtuvo los exámenes forenses elaborados por la propia policía de investigación del régimen, dijo que algunas de las lesiones en los cuerpos mostraban que las víctimas habían sido arrastradas con vida sobre arena o concreto antes de ser ejecutados con tiros dobles (double tap), o con tiros a quemarropa que dejaron rastros de pólvora sobre el cadáver. El informe forense también muestra evidencias claras de torturas, incluyendo golpes y rastros de estrangulamiento.
Las evidencias también sugieren que algunos de los cuerpos fueron ejecutados en un sitio y colocados horas después en otro lugar, dado a que la sangre coagulada no correspondía con la posición en la que los cadáveres fueron posteriormente encontrados, dijo.
Otro indicio del simulacro consiste en las fotos de la lancha usada por los rebeldes. La pequeña embarcación muestra numerosos impactos de bala, algunos de ellos curiosamente por debajo de la línea de flotación, pero ninguno de los impactos alcanzó los tambores que se encontraban adentro, agregó.
Los elementos ausentes que generan dudas sobre la versión oficial incluyen la ausencia de sangre en la lancha, pese a los múltiples disparos efectuados, y la ausencia de armas cerca de los cuerpos en las fotos tomadas por el equipo policial de investigación.
Entre los muertos se encuentra Pantera y una de las tres personas contratadas para conducir la lancha, comentó Cacique, quien sirvió de enlace entre Caribe y los hombres que participaron en la Operación Gedeón.
Los cinco sobrevivientes están entre los 47 prisioneros que el régimen mantiene tras las rejas, pero estos son considerados de especial cuidado, y los mueven a cada rato. “Esas personas, por su puesto, las tienen bajo medidas de extrema seguridad porque son los únicos testigos del ajusticiamiento de esos muchachos”, dijo.
LOS OTROS
Los eventos descritos por Cacique, quien se mantiene oculto en Estados Unidos, son piezas de rompecabezas en una historia cuyos detalles no han sido relatados en su totalidad.
Dos ex integrantes de las fuerzas especiales estadounidenses, Luke Denman y Airán Berry, fueron capturados y sentenciados rápidamente a 20 años de prisión. El ex gobernador de Nuevo México, Bill Richardson, ha estado trabajando en representación de sus familiares para tratar de conseguir que sean liberados.
Cacique, quien ha estado examinando los hechos de la fracasada operación Gedeón, dijo que la información obtenida hasta ahora apunta a que la delación fue solo sobre los detalles de la primera lancha, y que los delatores se encontraban en la segunda, que siendo más grande llevaba el grueso de los insurgentes.
Entre éstos, se encontraban los propios delatores, así como los dos ex boinas verdes –Berry y Denman–, quienes habían sido contratados por Silvercorp USA, la firma de seguridad con sede en Florida perteneciente a Goudreau, para entrenar a los insurgentes.
La tesis de que el régimen desconocía en la madrugada del 3 de mayo la existencia de una segunda embarcación que transportaba otras 46 personas, incluyendo insurgentes y tripulación, es la razón por la cual sus fuerzas de seguridad no salieron a buscar esa misma mañana al bote que se encontraba a una hora de navegación de Macuto, casi a la deriva en el mar tras quedarse sin combustible.
“A Pantera lo matan el día domingo, a las 3:30 de la mañana. Fue muchas horas después, en la tarde de ese mismo día, que hubo información sobre la otra lancha”, dijo Cacique.
Esa segunda nave había salido detrás de la primera pero quedó rezagada al hacer escala en el estado Falcón para descansar y evitar una fragata de la armada venezolana que se encontraba en la zona.
Cuando los hombres fueron a reanudar el viaje, se encontraron con que uno de los dos grandes motores que tenían no quería encender, lo cual les obligó a emprender el resto de la travesía con un solo motor que estaba operando a máxima capacidad para compensar la pérdida y poder avanzar con el elevado peso que llevaba. La situación rápidamente agotó las reservas de combustible, dijo Cacique.
Ya para cuando comenzaron a ser buscados por las fuerzas del régimen, la embarcación que encontraba virtualmente a la deriva en el mar, con el motor de la embarcación funcionando al mínimo.
“Se quedaron sin gasolina, y no les quedó otra opción que acercarse a la orilla. Para ese momento, ellos miraban la costa y sabían que los estaban viendo. Había movimiento de vehículos en la costa, se podía ver la carretera, buscaron un lugar menos peligroso para acercarse y vieron este caserío de civiles. Para ese momento, ya venían helicópteros, detrás”, dijo Cacique.
Al tocar tierra, los hombres se separaron para intentar huir pero la mayoría fueron capturados ese mismo día. La captura de otros se produjo en los siguientes días, cuando las fuerzas del régimen comenzaron a cazarlos.
De los cincuenta hombres que salieron de la Guajira, solo cuatro lograron escapar al internarse en la montaña y evadir por un más de un mes las operaciones de búsqueda del régimen, agregó.
MENSAJES URGENTES
Goudreau rompió el silencio hace un mes en un trabajo de investigación publicado el 30 de octubre por el Miami Herald, El Nuevo Herald y su empresa matriz McClatchy, a cuyos periodistas entregó todo el contenido de su teléfono, incluyendo mensajes de texto, correos electrónicos, chats, fotos y videos.
El material muestra la frenética comunicación que los hombres que se encontraban en la incursión enviaron a Goudreau durante las últimas horas de la operación, lo que confirma los caóticos eventos descritos por Cacique.
A las 2:23 p.m. el 3 de mayo, un hombre que se identificó como Antonio le escribió a Goudreau preguntando si Pantera estaba muerto.
“No está confirmado; prepárate hermano ”, respondió. “Estamos enfrentando al enemigo en Caracas”.
Aproximadamente 20 minutos después, Goudreau envió otro mensaje: “Ataca cualquiera de tus objetivos”.
Ya para el día siguiente, los mensajes de texto y de voz comenzaron a llegar en cascada?, algunos de parte de venezolanos que deseaban éxito para la operación y otros de personas que querían unirse. También recibió múltiples mensajes de periodistas solicitando información.
Los registros telefónicos también muestran a Goudreau tratando frenéticamente de sacar a Denman y Berry a salvo.
A las 5.40 de la mañana del 4 de mayo, le escribió a un amigo que “el bote piloto había sido duramente golpeado”, pero que “la mayoría de la fuerza había ingresado a tierra”.
“Los muchachos [Denman y Berry] están vivos”, le escribió unas dos horas después al mismo amigo. “Escape y evasión en Venezuela”.
La única comunicación entre Cacique y Goudreau por teléfono se produjo a las 3:30 p.m. el 4 de mayo.
“Necesito el apellido de Luke y Aaron”, escribió Cacique, escribiendo mal el nombre de Berry.
En una demanda presentada en el sur de Florida el 30 de octubre, Goudreau identificó a los funcionarios de la administración Trump, Andrew “Drew” Horn y Jason Beardsley, quienes, según él, estaban al tanto de sus planes para derrocar al gobierno venezolano y lo alentaron. Estos funcionarios se negaron a comentar, al igual que el Departamento de Estado.
Goudreau, un excombatiente de operaciones especiales de Estados Unidos, galardonado con tres estrellas de bronce por su valor, también identificó la participación del ex guardaespaldas de Trump, Keith Schiller. A través de un asociado, Schiller reconoció haber llevado a Goudreau a una sola reunión sobre ayuda humanitaria a Venezuela, pero negó cualquier relación adicional con él o ayudar en un esfuerzo golpista.
La historia detrás del golpe fallido está llena de intriga, con Goudreau afirmando haber celebrado reuniones en el resort de golf Trump Doral en el sur de Florida y en las cuadras del hotel Trump de la Casa Blanca. Otras fuentes describen encuentros al anochecer en la calle 12 del Campo Rojo de Trump Doral.
Semanas después de que todo saliera mal en la costa venezolana, agentes de la oficina del FBI en Tampa allanaron un apartamento de Boca Ratón el 21 de mayo donde Goudreau estaba de visita y confiscaron casi $57,000 en efectivo. Varias personas con conocimiento de los hechos dijeron que se estaba llevando a cabo una investigación federal.
Paralelamente, el abogado de Miami Gustavo J. García-Montes presentó la demanda por incumplimiento de contrato de $1.4 millones en nombre de Goudreau contra Juan José Rendón y otros que, según dijo, pretendían representar a Juan Guiado, el legislador venezolano que la administración Trump reconoce como el presidente legítimo de Venezuela.
Semanas después del informe, el abogado compartió una carta del 6 de noviembre del FBI en la que señalaba que el Departamento de Justicia “se negó a presentar una denuncia de decomiso civil” y que el dinero de Goudreau sería devuelto.
El FBI “no comenta sobre la existencia ni la inexistencia de ninguna investigación”, dijo la agencia en un comunicado al Herald y McClatchy.
Aún así, la carta parecía enviar una señal sobre el enjuiciamiento.
“No están avanzando, o están avanzando muy lentamente en la investigación y no han podido llegar a un momento en el que puedan presentar cargos”, dijo García-Montes. “Porque, si hubieran salido con una acusación, probablemente habrían asignado los fondos a un caso criminal. Y se acercaban a una fecha límite en el caso de decomiso administrativo”.