Una historia relata, que en un territorio había dos bandos. Un bando, los “Puños de Plata”, pensaba que la forma correcta de convivir era a través de los valores, la buena comunicación, la organización y la coordinación; mientras que el otro bando los “Puños de Hierro”, pensaba que era a través de una forma fraudulenta, desordenada, irracional, viviendo según les pareciera. En esta diferencia de ideas, los dos bandos empezaron a discutir, cuál forma de vivir era la mejor; un día decidieron hacer una prueba para ver cuál de las dos formas funcionaba.
La prueba consistía en que los bandos se someterían a una guerra entre sí. Cuando comenzó la guerra, el bando de los anti valores atacó primero de forma desordenada, no tenían nada planeado para la batalla y como no se comunicaban no lograban buenos resultados; este ejército “Puño de Hierro” solo entró al territorio y atacó a las poblaciones, quemando y saqueando; impredecibles y brutales.
Los del otro bando, los “Puño de Plata”, no atacaron inmediatamente ya que se dieron cuenta que una parte del enemigo era desobediente y no seguían los planes (porque no tenían). El equipo de estrategas del ejército “Puños de Plata”, percibió que sus tropas estaban con miedo y ansiosas, ante este enemigo brutal, engañoso y despiadado; así que les ordenaron que actuaran según los pasos de la operación planificada, con responsabilidad hacia ellos mismos, sus compañeros y su territorio; de esta forma, organizados, hicieron frente con fuerza a los Puños de Hierro.
Así siguieron por varios meses hasta que llegó el momento de la batalla final. En esta batalla cada bando utilizó todo lo que pudo de sus recursos; lucharon día y noche. Al final el ganador fue el ejército de los valores, los “Puños de Plata”, por la confianza en sus principios y valores, su perseverancia y valentía. Triunfaron porque el ejército creía en el plan de sus estrategas, confiando en que, sí ellos llegaban incluso a necesitar refuerzos y aliento, los tendrían, gracias a la comunicación entre ellos, por el respeto hacia sus principios, por hacer cumplir lo que se les había encomendado y de que su meta era la correcta.