Caben en ese saco todos los liderazgos alternativos y, esos sí, verdaderamente progresistas, que enfrentan al “neo socialismo” del montonero Pepe Mujica, del cocalero Evo Morales, del narco traficante Gustavo Petro, de Rafael Correa y Lula da Silva, comandados por Nicolás Maduro y el chavismo venezolano por encargo de la tiranía cubana, en América Latina; y Pedro Sánchez, Pablo Iglesia, Monedero, Rodríguez Zapatero, en España y Macron y Melanchon, al frente de los socialistas franceses, en Europa.
Un asesinato que conmueve a la opinión pública no es una buena ocasión para felicitar al presidente del país en el que ocurrió, y que demuestra la batalla perdida de ese gobierno frente a las mafias que dominan a sus anchas al país que López Obrador juró adecentar al tomar el poder. No sólo no lo ha logrado: el gansterismo se ha hecho más fuerte y poderoso. Al extremo de obligar a los acomodados comerciantes de Polanco a desfilar pidiendo seguridad para sus comercios. O a comenzar directamente a cerrarlos.
Se entiende la sangrienta voracidad de las mafias mexicanas por hacerse con una caja de tan exquisito licor: representa la insólita suma de trescientos mil dólares.
¿Quiénes tienen en México el poder económico como para disfrutar de vinos y licores tan sideralmente costosos? ¿Los neoliberales tan combatidos por las izquierdas? ¿Qué relación tienen con el socialista de Morena, Andrés Manuel López Obrador?
La mejor definición de lo que les espera a las sociedades que les den credibilidad y opten por elegirlos la dio Winston Churchill: denles el gobierno del desierto de Sahara a los socialistas. En cinco años habrá escasez de arena.
No ha habido en la historia otro sistema de organización social capaz de enriquecer a sus sociedades que el liberalismo. Ni otro capaz de empobrecerlos hasta la ruindad, que el socialismo. Son los porfiados hechos puestos de relieve por la verdad. Nada los hará cambiar.