No hay un manual para las transiciones políticas y, menos aún, para las de carácter democrático. Sobre todo, cuando se trata de salir de regímenes que no se compadecen con el clásico Estado burocrático- autoritario de América Latina, sino de proyectos completamente totalitarios, como el de Cuba y el que transita en Venezuela, dispuesto a prolongarse eternamente, como lo dijo uno de sus voceros hace algunos años: “la revolución vino para quedarse”, así que la defenderán a toda costa.
Existen, eso sí, experiencias acumuladas que necesitan de una sabía interpretación. Ésta requiere de un liderazgo político informado y de una cierta profundidad intelectual, como se tuvo en el pasado (valgan los ejemplos de: Rómulo Betancourt, Rómulo Gallegos, Jóvito Villalba por citar algunos casos), pero – necesario reconocerlo – no se cuenta hoy con bríos parecidos. Así como observamos la necesidad de líderes con una apreciable hondura de pensamiento, también requerimos de intelectuales que ayuden con una importante intuición política.
Por ello, quiero repetir en este escrito que valoramos la compilación de textos recientemente editados por algunas Universidades, y, en especial, el de la Universidad Metropolitana. La razón es obvia: al fallar los dirigentes partidistas en presentar una aproximación a las realidades y suministrar las respuestas que se ameritan, la academia debe asumir el rol que le corresponde. Y la publicación de marras, cumple con esta característica y traza, además, la línea ecuatorial de las transiciones que, elemental, para que las haya, deben ser pensadas en sus aspectos fundamentales.
Así, se explican muchos de nuestros extravíos actuales, porque no hay una ruta opositora amplia y, realmente, compartida por todos los sectores y, menos aun, definida conceptual y estratégicamente, como cabe esperar. Las dictaduras militares de antes no se compadecen con los regímenes de Cuba y Venezuela de ahora, ni a las muy serias conspiraciones continentales por extenderlos, pero hay una provechosa lección de nuestra experiencia que no es posible descartar. Enderezar el rumbo, significa concebir e implementar esa ruta, con el aporte directo o indirecto de la intelectualidad venezolana que, gracias a Dios, tenemos.
Precisamente, uno de los trabajos que se ha publicado versa sobre lo que ha vivido la República del Ecuador. El Doctor José Alberto Olivar, con sobriedad, coloca sobre el tapete los aspectos y las circunstancias que ameritan de una extraordinaria atenciónsobre el tema de los militares y la sociedad civil, específicamente, en el Ecuador. Si bien los hechos no son una copia fiel de los vividos en Venezuela, siempre encontraremos una conexión, en particular, con nuestro caso; y deducimos, inmediatamente, aquellas respuestas que exigen de un liderazgo político comprometido, hábil, decidido, dispuesto, creador y, valga el acento, valiente. Esas características son piezas claves para nutrir y canalizar mejor a nuestros políticos. El objetivo es buscar una fórmula adecuada que nos lleve a una transformación real.
Venezuela no puede ignorar que América Latina es un conglomerado interconectado por su pasado y su presente, que delinean el camino hacia el futuro que, más temprano que tarde, llevará al resurgir de la democracia. Todas las experiencias latinoamericanas nos proveen de información importante El país del norte de América Latina ya vivió un pasado de militares en el poder. Hoy Venezuela con su caballo de libertad y democracia nos sigue recordando que Venezuela libre existe, persiste y resiste a la cabeza de América Latina.
@freddyamarcano