“El joven manos de tijera”: La carta de amor sobre la soledad que Tim Burton les escribió a los monstruos

“El joven manos de tijera”: La carta de amor sobre la soledad que Tim Burton les escribió a los monstruos

Johnny Depp y Wynona Ryder, en “El joven manos de tijera”

 

Como muchos niños solitarios, Tim Burton fue criado por un conjunto de monstruos. El hombre lobo sufrido de Lon Chaney Jr., el Drácula de ojos irritados de Christopher Lee, el científico que se convierte en mosca en The Fly, la criatura que nace de los muertos y cobra vida a través de un rayo o los marcianos que venían en las figuritas de Mars Attack en los años 60. El director nacido en 1958 creció viendo películas en el cine local de Burbank, protagonizadas por criaturas que son incomprendidas o excluidas de la sociedad. Burton, quien tantas veces se sintió así de joven, descubrió que gran parte de esos monstruos a los que miraba fascinado desde la butaca padecían tanto dolor como cualquier ser humano. Fue por eso que el cineasta decidió darles a los monstruos esa casa con calor de hogar que tanto deseaban: su cine.

Por infobae.com

Tras resucitar un perro en el mediometraje Frankenweenie (1984) con la misma técnica que el Doctor Frankenstein, Tim Burton cobijó a su primer gran monstruo: Beetlejuice. Un fantasma irreverente con gran sentido de la moda. El director decidió protegerlo apenas lo conoció: Warner le presentó un guion para que filmara una película pequeña mientras preparaban el esperado tanque Batman (1989). Burton se enamoró de la historia escrita por Larry Wilson porque era una perfecta oportunidad para dignificar el honor de los monstruos.

Tras el sorpresivo éxito de Beetlejuice (que incluyó adaptación a la historieta y hasta una serie animada), Warner le permitió a Burton hacer lo que se le antojara con Batman. Y así lo hizo: distanciándose del diseño de las historietas, el director creó su propio Joker. Un hombre con el rostro roto, inspirándose en la película El hombre que ríe (1928). El Joker de las historietas hasta ese momento no era deforme, era un señor elegante. Un gángster que sonreía como un payaso. Las características físicas del monstruo pincelado por Burton, e interpretado por Jack Nicholson, fueron tan pregnantes que a partir de la película de 1989 muchas historietas tomaron el diseño de ese extraño Joker freak.

Warner le exigió a Burton que dirigiera Batman vuelve cuanto antes. Pero el director de los pelos locos quería retratar a su nuevo monstruo: Edward Scissorhands. Un ser artificial creado por un inventor que tiene una fábrica de galletitas. Su anhelo de convertirse en padre lo lleva a construir pieza por pieza a quien nombrará su hijo y heredero. Le da órganos, un corazón, cerebro, pero antes de regalarle las manos el inventor fallece de un ataque al corazón. Edward queda incompleto y solo, viviendo en un enorme castillo.

Jack Nicholson como the Joker (Foto: Archivo)

 

“Solo era una imagen que me gustaba. Me vino inconscientemente y estaba ligada a un personaje que quiere tocar y no puede, que es creativo y destructivo a la vez: esa clase de contradicciones pueden crear una ambivalencia”, explicó Burton, quien se preguntó si este monstruo mitad robot, mitad humano sería querido en una comunidad conservadora, pero, sobre todo, si sería bien recibido en el corazón de los espectadores. Warner decidió no apoyar a Burton en este proyecto hasta que se pusiera al frente de Batman vuelve. El director no se dejó correr y consiguió que Fox produjera su película con un presupuesto de 20 millones de dólares. Los monstruos para Burton siempre tienen prioridad.

El joven manos de tijera, la película más personal de Burton, se vio por primera vez el 6 de diciembre de 1990, hace 30 años. Apenas comienza el film, el director nos abre una puerta pesada de madera con manija de hierro e ingresamos al castillo que habita Edward, el monstruo forrado en ropa de cuero interpretado por Johnny Depp. El título de la película, Edward Scissorhands, se presenta como el filo de una tijera. Cada palabra se abre y nosotros nos escurrimos en medio de las dos cuchillas. Es muy sutil, pero cada detalle en esta película es conceptual.

De repente, salimos del castillo y lo vemos desde lejos en tonos blanco y negro. Hasta que la imagen se llena de color porque ahora la arquitectura gótica la vemos como una postal a través de una ventana. Es una anciana de lentes quien observa la mansión ubicada en la cima de la montaña: la narradora de esta historia. “¿Por qué está nevando, abuela? ¿De dónde viene?”, le pregunta una niña acurrucada en su cama a la viejita, su abuela Kim. Su voz rasposa nos hace volar por un cielo estrellado, convirtiendo a la cámara en una alfombra mágica hasta meternos en el interior del castillo donde vive Edward. Es un viaje fugaz para escabullirnos en los ojos del monstruo. Sus pupilas negras espían las casitas de la comunidad de Carpenter´s run, Florida. Casitas que a la vista son exactamente iguales entre sí, pero para Edward hay una que es distinta al resto: aquella donde vive Kim. De ventana a ventana se miran sin saberlo. Se quieren sin necesidad de palabras o contacto físico. Kim es el gran amor de Edward. Un amor correspondido pero también imposible.

Tim Burton decide comenzar la película con la co-protagonista anciana para mostrar que los humanos envejecen mientras los monstruos son eternos. Esa es la primera declaración de amor del director hacia las criaturas que no encajan en los parámetros de la supuesta normalidad. Una carta de amor legado de Clive Barker, quien decía: “La carne no conservará su glamour, ni los ojos su brillo. Pronto no serán nada. Pero los monstruos son para siempre”

Tim Burton

 

Ingredientes para crear un monstruo

Edward Scissorhands nació muchos años antes de que Burton se dedicara al cine. Fue durante su adolescencia que el chico fanático de la película Freaks (Tod Browning, 1932) dibujó en un cuaderno a un monstruo despeinado y con tijeras en lugar de manos. Lo creó como el inventor que cocinaba galletitas con forma de corazones y estrellas en su majestuoso castillo. Luego de estudiar en Cal Arts, Burton, un artista desconocido, cumplió su primer sueño: dirigió el corto animado Vincent en 1982 y consiguió que la voz que narre el relato sea la de su mayor ídolo: Vincent Price.

Un año después de filmar su primer largometraje, Pee-wee´s Big Adventure (1985), conoció a una escritora que comprendería el amor de Burton por los monstruos: Caroline Thompson, autora del libro de terror First Born, editado en 1983. Apenas se conocieron, Burton le mostró su dibujo de Edward Scissorhands a Caroline. “Yo había escrito una retorcida novela gótica, e inmediatamente entendimos que éramos almas gemelas, y debíamos trabajar juntos. Tim me dijo que tenía un dibujo, que hizo en la secundaria, de un tipo que tenía tijeras en lugar de manos. Yo sentí que me mostraban la imagen más estúpida que había visto en mi vida, y al mismo tiempo la imagen más brillante. Era brillante porque expresaba claramente cómo se sentía”, explicó la escritora en los años 90.

Caroline comenzó a escribir el guion junto a Burton de lo que sería la futura película. ¿Cómo transformar el dibujo de un cuaderno en un personaje cinematográfico? En primer lugar, Burton quería gritar a los cuatro vientos que los monstruos no hacen daño, solo tienen mala fama. Al igual que con el protagonista de Beetlejuice (1988), el director encontró una socia perfecta para realizar una obra que reivindica al diferente. Si Burton pudo expresar de manera tan precisa cómo se siente alguien que no se adapta a un entorno es porque él también conoce de cerca esa sensación. No es casualidad que Edward tenga el mismo peinado que el dibujante que lo plasmó en papel.

Previamente a su carrera de director, Burton trabajó un tiempo dibujando para Disney, rompiendo las expectativas de sus jefes. “Yo no sabía dibujar aquellos encantadores zorritos de Disney. Simplemente no lograba hacerlo. No podía ni imitar el estilo Disney. A los míos parecía que los hubieran atropellado en la carretera”, contó en una entrevista en 1995. Aquella frustración fue el germen de su obra como director: una mesa larga para sentar a todos los monstruos, con él en la cabecera.

Casas que parecen golosinas

Tim Burton no quería construir un set, y buscó a sol y a sombra una comunidad con casitas calcadas que se asemeje a las de los suburbios de Burbank, donde creció

 

El vecindario donde sucede la historia de El joven manos de tijera está teñido de colores pastel: las fachadas, los vestuarios y hasta los labiales que ofrece Peg (Diana Wiest) puerta a puerta. Peg es la vendedora de cosméticos Avon que saca a Edward de su solitario castillo y lo lleva a vivir a su hogar, junto a su familia. Tim Burton no quería construir un set, y buscó a sol y a sombra una comunidad con casitas calcadas que se asemeje a las de los suburbios de Burbank donde creció, una ciudad del condado de Los Ángeles, en el estado de California fundada en 1887. El director creció en los años 60 impactado por la homogeneidad de la arquitectura de esa ciudad con una superficie de 45 km². Con el sentimiento de extrañamiento de que la casa de un amigo era exactamente igual a la suya. Siendo fiel a esa repetición logró encontrar un espejo perfecto en una comunidad recién construida ubicada en Tampa, Florida.

En El joven manos de tijera conviven dos estéticas opuestas: por un lado el director le rinde homenaje a los colores chillones de los films de Terence Fisher, las máquinas locas de los cuentos para niños del Dr. Seuss, y el humor visual de los cortometrajes de la UPA. Un licuado pop que se fusiona con guiños a los paisajes pictóricos de las películas de la Hammer, el terror clase B de Roger Corman, el desfile de fenómenos de los relatos de Tod Browning, la estética angulosa del expresionismo alemán de Robert Wiene. Todo esto es la educación sentimental de Tim Burton.

El director representa en los buzones rosas y autos lilas que parecen macarons la superficialidad de ese lugar que se rige por apariencias y prejuicios. El personaje de Peg se presenta ante los espectadores hablando justamente de la importancia de la imagen: ella promete belleza a través de máscaras para pestañas e iluminador de ojos. Después de un corto viaje en auto, Peg llega a la misteriosa mansión con el objetivo de lograr una venta. Entra por el jardín y camina bordeando toda clase de arbustos esculpidos. Sube una escalera repleta de polvo y telarañas que la guía hasta un altillo con techo agujereado, un hueco que permite que se cuele un rayo de luz en la habitación oscura. En una de las paredes hay un hogar que exhibe fotografías.

Cuando se acerca a reconocer los rostros descubre que son recortes de diarios: “Niño nacido sin ojos lee con sus manos” informa uno. Otros son de mujeres que hicieron dieta, publicidades, fotos de gatos e ilustraciones de revistas de decoración. Es el único contacto que tiene el monstruo con el mundo exterior. De repente, Peg ve a lo lejos el contorno de una figura, es Edward ocultándose adentro de su propia sombra. Lo invita a mostrarse pero apenas Edward se deja ver Peg es invadida por el susto. Quiere escapar porque teme que el monstruo le haga daño. “No te vayas”, le ruega, tímido, Edward. Peg gira su cabeza y lo observa en detalle. “¿Qué te sucedió?”, le pregunta estupefacta. “No estoy terminado”, le responde extendiendo sus manos de tijeras. Por alguna razón ambos pierden el miedo al otro. Peg desea curar las heridas que Edward tiene en el rostro. Le ofrece aplicarle astringente para que no sufra una posible infección. Es con esa acción que comienza este vínculo de afecto y cobijo.

Burton, Vincent Price y Johnny Depp

 

Personajes que rompen moldes de galletitas

Dianne Wiest fue la primera actriz que leyó el guion. A partir de que ella aceptó estar en el proyecto no tardaron en sumarse el resto de los actores: Alan Arkin y Winona Ryder, quien ya había trabajado con Burton en Beetlejuice. A pesar de que el guion de El joven manos de tijera era desafiantemente diferente de cualquier otro, el director sabía que el éxito de la película dependía del actor que interpretara el papel principal. Primero rondaron los nombres de Tom Cruise y Robert Downey Jr. pero ninguno se sintió del todo cómodo en interpretar a un monstruo con manos de tijera. Depp en ese entonces era el chico guapo de la serie juvenil 21 Jump Street (1987-1991).

Meterse en el cuerpo de un monstruo significaba también romper con la etiqueta de galán. Lo mismo sucedió con Winona Ryder, pero a la inversa: la actriz de 19 años era en su vida cotidiana tal cual su personaje en Beetlejuice, una chica dark. Burton le dio un papel de adolescente porrista con pelo rubio y vestido angelical. Winona ya conocía a Depp porque en esa época era nada más y nada menos que su novio. Cuenta la productora de El joven manos de tijera, Denise Di Novi, que nunca olvidó cuando Depp hizo el casting para el personaje de Edward. “Él entró, muy tímido, y parecía un poco desaliñado para nosotros. Vi sus ojos grandes mirando a su alrededor, ojos grandes y gentiles como los de un ciervo. Nos miramos con Tim y supimos que era él”.

El diseño del monstruo es una mezcla del Cesare de El gabinete del Dr. Caligari (Robert Wiene, 1920) con el cabello inflado de Robert Smith. Para Johnny Depp no fue nada fácil otorgarle vida a un personaje que en un principio era apenas un dibujo. La guionista Caroline Thompson tuvo la idea de que Edward se comportara como un perro dócil. “Basé el personaje en un perro que solía tener. Estaba tan presente que podía hacer casi todo menos hablar y se podía sentir que sabía que quería describir el mundo con ganas de participar, así me parecía Edward”, explicó en una entrevista Thompson. A partir de esa visión de la escritora, Depp construyó al monstruo pensando en el amor incondicional de un perro. Cómo reacciona un perro cuando lo retan y qué gesto tiene en su mirada al irse al rincón. El actor sabía que su personaje no se apoyaba en la palabra sino en el lenguaje físico. Fue entonces que estudió sin cesar las películas de Charles Chaplin, para comprender su caminar.

Quien ayudó mucho para que Johnny Depp se transformara en Edward Scissorhands fue el artista de maquillaje y efectos especiales Stan Winston. “Las hojas de las manos de los guantes eran de plástico, de hecho, creamos un par para él desde el principio para que pudiera llevarlas a casa y tratar de averiguar cómo haría las cosas si realmente estuviera estorbado por estas manos”, contó. También creó con su equipo un par de manos de tijera mecánicas que eran controladas por cuatro o cinco titiriteros, que luego borraban en edición. En Tampa, Florida, azotaba un calor asfixiante, y Depp debía usar con ese clima aquel traje pegado a la piel. Para que tolere las altas temperaturas le aplicaban adentro del traje un refrigerante, pero jamás funcionó. “Johnny fue un santo”, asegura Di Novi.

Freddy Krueger

 

Fox estaba muy preocupado de que el público asociara a Edward Scissorhands con Freddy Krueger. Porque ambos monstruos tenían cuchillas en las manos, pero también porque Depp actuó en la primera Pesadilla (1984). El estudio organizó proyecciones privadas para observar las reacciones de las personas: nadie vinculó a Edward con el asesino del rostro quemado.

El joven manos de tijera cumplió uno de los mayores sueños de Tim Burton: encuadrar el rostro de Vincent Price, el héroe de su vida. En 1990 Price tenía 79 años y estaba gravemente enfermo. A pesar de las dolencias, Price aceptó agradecido el papel que Burton pensó para él. El director delineó un personaje que adopta un hijo que es un calco de Burton. Esa idea esconde otra: Burton escribe su propia fantasía que vuelve realidad, adoptar como padre a Vincent Price, mentor a distancia y luego en cuerpo presente. La productora de El joven manos de tijera contó que una de las cosas más bellas de su carrera fue ver la cara de felicidad de Tim al dirigir a Vincent. “Tim sentía mucho amor y respeto por Vincent, y Vicent apreciaba eso. Fue una relación muy hermosa”

Final feliz sin sabor a Disney

“Lo raro de Disney es que quieren que seas un artista, pero al mismo tiempo quieren que seas un operario de fábrica, un zombi sin personalidad”, dijo Tim Burton recordando el poco tiempo que trabajó dibujando para la compañía. Con El joven manos de tijera el director invierte las enseñanzas que le dejó el Tío Walt a través de las películas. Burton filma y co-escribe un cuento de hadas dark, una reversión de Pinocho (1940) donde Vincent Price se pone los anteojos de Geppetto, y Edward juega a ser el niño de madera que el carpintero talla y cobra vida gracias a la magia del hada azul.

A diferencia de la película Pinocho, El joven manos de tijera no busca ser una fábula moralizante. Cuando Edward es recibido en la comunidad de casas coloridas, Peg decide modificar su estilo gótico. Tapa su vestimenta negra con una camisa blanca y unos tiradores chistosos que sujetan el pantalón. Maquilla su rostro para disimular su palidez y hasta le enseña modales para agradar a su entorno. En definitiva, le pide que sea alguien que no es. Y no importa cuánto estudie de protocolo y ceremonial, tampoco cuán bondadoso sea. Nada es suficiente. En esa comunidad conservadora no hay lugar para el monstruo, por eso debe volver a refugiarse en el castillo. Esa es una crítica también al público que sigue mirando con prejuicios al diferente.

Sin embargo, como en todo relato dark, la tristeza es melancolía. Que el monstruo tenga que pasar la eternidad encerrado en el castillo no es una maldición para Burton: estar triste es parte de la belleza. De una tristeza que no se sale, se disfruta. Unos años después del estreno de El joven manos de tijera el director dijo: “Siempre me sentí más cerca de los pobres monstruos que de los personajes humanos, como por otra parte les pasaba a muchos otros niños, y esta es una sensación que ha seguido estando dentro de mí”. A través de Edward Scissorhands, Burton también escribió una bella metáfora sobre ser un artista: un monstruo rodeado de gente que en el fondo está solo frente a sus obras.

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