Llega navidad y la profundización de los problemas políticos y económicos nacionales no tienen comparación con el año anterior. Así que no estaremos tomados de la mano, entre otras cosas por el distanciamiento social y familiar: el coronavirus y el virus político rojo que sigue generando la estampida de compatriotas y su muerte, nos impedirán agarrarnos de la mano, como dice una canción popularizada por José Luis Rodríguez. Ni andaremos juntos como hermanos miembros de la nación por todo este atomizado panorama político. Cuando hasta en las toldas añejas existen dos y tres toletes separadores. Pienso en AD y Copei. El MAS tiene uno solo en su hundimiento que lo deja fuera del gobierno y de la oposición, aunque denuncie cuanto quiera.
Tampoco estaremos embriagados, primeramente porque no existe motivo alguno de celebración sino de doliente tragedia y luto nacionales. Segundo porque la inflación y el hambre desesperante agobian a más de medio país. A sabiendas de esto, los obstructores de las libertades siguen imponiendo restricciones, algunas lógicas como la cuarentena que pararon sólo para sus fines electorales, enviando el equivocado mensaje de que ya aquí no llega el virus o no resulta letal, como si la tiranía en su saqueo electoral fraudulento se hubiera convertido en una poderosa vacuna ruso-cubana. En fin, seguiremos tomados, pero no por la acción contaminante sanguínea de las bebidas “espirituosas” en esta navidad nada alegre.
Seguiremos tomados por la opresión vil de Nicolás Maduro y sus secuaces. No son muchos, pero se niegan a aceptar la realidad que les reclama el mundo democrático y hasta algunos que no lo son tanto. La presión resulta inmensa. Desde este año, por las acciones y difusiones de variados informes de la ONU y ahora la referencia de la Corte Penal Internacional, nadie en el mundo ignora la cualidad de delincuentes contra la humanidad que pende sobre las cabezas de quienes tienen secuestrado el poder en Venezuela. No ha habido sanción que les tuerza los brazos al crimen.
Continúan los presos políticos y sus martirios diarios, siguen, imparables, las violaciones imaginables a los derechos humanos, la huida de connacionales, la muerte propinada por grupos policiales, el hambre, la desatención a la salud, los atropellos laborales, el descuido a la educación y la toma definitiva de todos los poderes públicos ante la cada vez más escasa resistencia con la que insiste la Asamblea Nacional en un verdadero pataleo de ahogados, fundamentalmente por inercia paralizante en lo esencial: el llamado cese de la usurpación.
Seguimos tomados por grupos delictivos. Ante los que todos en el mundo estamos de acuerdo en que hay que sacarlos del poder. Pero esa sacada brinda el más unánime desacuerdo acerca del cómo. Por las muy buenas o por las malas, con ellos o contra ellos. Con arrumacos o con balas. Con rendición o con carantoñas, como si fueran hijitos de papá Dios. En fin, otra navidad bajo la toma criminal de los delincuentes en mortal, boqueante, espera de que se resuelva la unanimidad de los desacuerdos y se convierta en acuerdo unánime: todos contra ellos. Ojalá nos apercibamos todos de la urgente necesidad de la evitación de darle más prolongación a su estancia en el poder para el año próximo. Sigue siendo tenebrosa cuestión de vida o muerte.