Manuel Barreto Hernaiz: En el país de los pragmáticos

Manuel Barreto Hernaiz: En el país de los pragmáticos

“Mi pragmatismo consiste en saber que si golpeas tu cabeza contra la pared, es tu cabeza la que se romperá y no la pared.”
Antonio Gramsci

Hay que ser pragmático. Esta frase la escuchamos en cuanta reunión, foro-zoom o cháchara de panadería asistimos. Se nos dice que así debe ser la política: pragmática, para alcanzar determinados objetivos. Pero una cosa es que la política sea pragmática y otra que los ciudadanos de a pie no esperen conocer proyectos y compromisos que serán cumplidos. Tan pragmático es ofrecer lo que la sociedad espera oír, como estar en contra de todo sin proponer nada en concreto. ¿Qué debemos, entonces entender al respecto?

La raíz griega pragma significa lo realizado, lo que hay que hacer o lo correctamente hecho, y más sencillamente, el hecho. Esta palabra fue elegida como referencia por Charles Saunders Peirce, quien fue el primero en plantear el método como forma de determinar el significado de palabras importantes.





Sin embargo, sería el filósofo estadounidense William James quien desarrollase esta definición, convirtiéndola en una teoría de la verdad (Pragmatismo: un nuevo nombre para viejas formas de pensar).

Al oponerse a la separación entre pensamiento y acción, formuló la tesis de que la verdad de una idea, un juicio o una tesis, consiste en que de resultados positivos. Para la filosofía del pragmatismo, todo conocimiento debe condensarse en la experiencia.

En palabras más simples, es como decir “lo cierto es lo que funciona”.

El pragmatismo no tiende a contrariar a las viejas luchas que se replantean, sino, por el contrario, a través de lo práctico y lo más concebible, el encontrar la respuesta y solución de los problemas.

De acuerdo a lo anotado por el filósofo español Julián Marías, el pragmatismo así entendido no tiene dogmas ni doctrinas; es un método compatible con doctrinas diversas; es… “la actitud de apartarse de primeras cosas, principios, categorías, supuestas necesidades, y de mirar hacia las últimas cosas, frutos, consecuencias, hechos”.

En la política, ser pragmático es la capacidad que posee un dirigente para conseguir sus objetivos sin que su ideología o sus opiniones se interpongan. Equivale a actuar prescindiendo de ideologías principistas, haciendo lo que parece más adecuado de acuerdo a como se presentan las circunstancias de cada momento.

El pragmatismo, sin embargo, resulta también una ideología cuyos límites están en la dificultad para prever las consecuencias a largo plazo de nuestras acciones, y en la tendencia a desentenderse de realidades que no encajen en nuestra corta visión de las conveniencias momentáneas. Y resulta muy común confundir su área de acción con otro término de mayor “flexibilidad o reacomodo”: nos referimos al oportunismo. Contar de antemano con las experiencias políticas y garantizarles la eficacia son, ciertamente, fines nada desdeñables del actuar político; pero todo ello tendría validez si la típica pregunta del pragmatismo ¿qué hacer? se encuentra a un pensamiento, que técnicamente se ha considerado como válido, es decir, al mundo de los principios y los valores.

Las posiciones que asumen cuantos le adversan, parten desde lo más simplista: … “el pragmatismo es perverso. Sólo funciona y vale si es fuerte económica y socialmente quien lo profesa; si se tiene poder o dinero, o ambos, y se carece además de todo escrúpulo”.

La lucha entre los principios y el pragmatismo, entre lo que exige el sentido moral y la necesidad de ser prácticos, entre el impulso de no dejar señalar y penalizar a quien ha actuado mal y la exigencia de llegar a la solución más favorable es y será esa lucha permanente entre la razón y el sentimiento. Mientras el corazón nos dice una cosa, la razón nos dice otra. Tal cual la máxima de Blaise Pascal: ” El corazón tiene sus razones que la razón no comprende “.

Son varias las opiniones de analistas políticos que señalan que el rumbo que pretende tomar el régimen se direcciona hacia un “Comunismo” chino o vietnamita. Que la economía entró en su momento de crecimiento; luego es tiempo de ubicarse… de ser pragmáticos. Dado que la Nomenclatura y sus secuaces no tienen donde gastar lo malhabido en el exterior… allí se les verá entonces, en el concesionario de los Ferraris e invirtiendo en Bodegones de delicatesses, con un enfoque de pragmatismo muy tropical.

Con acertada razón exponía el profesor Philippe Schaffhauser en sus seminarios de la Universidad Aix- Marseille: Con el pragmatismo los sociólogos redescubrimos que nuestra ciencia es un proyecto y no sólo una actividad institucionalizada supeditada económicamente a la lectura política de la realidad social por grupos hegemónicos.

Manuel Barreto Hernaiz