Apenas llegan al paso de Calais, en la costa norte de Francia, algunos migrantes logran cruzar a Reino Unido sin dificultades, pero otros, con menos suerte, se quedan atrapados allí durante largos períodos.
“Si sigo aquí este verano, intentaré cruzar en kayak”. Bader, un migrante marroquí cuyo nombre fue modificado a petición suya, llegó a Calais hace “apenas” tres meses, pero ya tiene detrás de él numerosos intentos de cruce que fracasaron.
“Me escondí bajo un camión, pero me localizó un perro (de la policía de las fronteras, ndlr). Y entre mercancías, pero me detectó un escáner”, enumera.
También intentó cruzar el Canal de la Mancha, desafiando el intenso tráfico de barcos y las violentas corrientes, en una canoa de 3 metros comprada con unos compañeros.
Pero la pequeña embarcación se volcó y Bader perdió todos sus documentos de identidad. Tuvo que nadar 2 kilómetros para volver a la costa francesa, donde sobrevive en condiciones precarias.
“Llevo una semana sin poder ducharme”, cuenta a la AFP este migrante que ocupa junto a otros compañeros un inmueble vacío. “Nos acaban de cortar la luz. Solo teníamos un calefactor y hacíamos té”, suspira.
“Incluso en mi casa, tengo más espacio. Los pobres como nosotros, nuestro único lugar es bajo tierra”, concluye este hombre de 36 años, que quiere ir a Irlanda, donde tiene “contactos para trabajar”.
– “No tengo nada” –
En los locales del Socorro Católico, el único lugar fijo abierto en el día para los migrantes en Calais, un grupo de migrantes elimina la humedad de su ropa con secadores de pelo. En el fondo se escucha una canción de Bob Marley. Otros juegan ping-pong. En el fondo se escucha una canción de Bob Marley.
En pleno invierno, tener este lugar “es muy importante”, para un “respiro físico pero también relacional”, subraya Juliette Delaplace, responsable de misiones de la organización de ayuda.
Entre los desalojos casi diarios de los campamentos de fortuna y la prohibición de distribuir comidas a las asociaciones no autorizadas por el Estado en ciertos sectores de la ciudad, los migrantes se mantienen en estado de supervivencia, día tras día, estima.
Dos jóvenes sudaneses, que prefieren conservar el anonimato, dicen estar en Calais desde 2019.
Agotado, uno de ellos acaba de solicitar asilo en Francia, algo que muchos migrantes no pueden hacer porque se registraron en otro país europeo cuando pisaron por primera vez el continente.
“Pero quizás siga intentando ir a Inglaterra, porque de momento no tengo nada, ni alojamiento, ni dinero, y allá es tranquilo, la gente no duerme afuera como en Francia”, explica.
Para su amigo, Inglaterra sigue siendo la única opción: “incluso cuando me haga viejo lo seguiré intentando”, dice.
– Jerarquía entre los migrantes –
“Algunos se quedan mucho tiempo, pero también hay muchos recién llegados”, incluidos algunos que consiguen cruzar inmediatamente a Inglaterra, dice un voluntario del centro de acogida, por el que pasan cientos de inmigrantes.
En 2020 se registraron más de 9.500 cruces o intentos de cruzar el Canal de la Mancha en embarcaciones improvisadas, cuatro veces más que en 2019. Las autoridades han impedido el 47% de estos intentos, según el Ministerio del Interior francés.
Según las asociaciones, este modo de cruce fue lanzado por los iraníes y es muy utilizado por los migrantes de Oriente Medio, con contrabandistas muy organizados. Pero muchos no pueden pagar los miles de euros que a menudo se exigen, sobre todo los procedentes del Cuerno de África.
En Eritrea, pero también en Sudán y Somalia, “la emigración es un fenómeno de masas, no sólo de las clases medias o acomodadas”, a diferencia de lo que ocurre en Irán o Siria, explica Roland Marchal, del centro de investigación internacional Sciences Po en París.
Los migrantes piden a sus familiares ayuda económica, pero no siempre funciona, “por eso sus viajes pueden ser muy largos”, explica.
Para estos migrantes “hay también coyotes, pero para ellos, la mayor parte del esfuerzo se centra en cruzar el Mediterráneo, después de eso están desamparados”, dice.
“Pero es cuestión de tiempo… se organizará. Es un sector criminal muy rentable”, estima Marchal.
AFP