El amor propio y el amor a los demás, están intrínsecamente relacionados, pues, «¿cómo voy a ser capaz de querer a alguien, si no me quiero yo mismo?». El trabajo de la autoestima, cultivar el aprecio propio, entender el cómo somos (y aceptarlo) es el primer paso, la base, para poder querer a otro de manera saludable.
Por ABC
La autoestima, comenta Aída Rubio, psicóloga y coordinadora del equipo de psicólogos de TherapyChat, es un concepto muy abstracto y complejo, ya que «viene dada por la suma de muchos factores y se va construyendo con los años desde que nacemos». Cuando habla de estos «factores», la profesional se refiere a las primeras relaciones que establecemos, las distintas experiencias de la vida y cómo las interpretamos, y nuestras características de personalidad.
Para entender como la autoestima moldea la manera en la que se desarrollan las relaciones personales que se mantienen, la psicóloga apunta la importancia de la conexión entre autoestima y apego. «El apego habla de cómo nos relacionamos con los demás y este viene muy determinado por nuestras primeras relaciones, que normalmente serán con nuestros padres», comienza a explicar Aída Rubio. De este punto nace el cómo entendemos las relaciones, el amor… y eso incluye el amor hacia uno mismo. «A través de estas primeras relaciones observamos y sentimos en qué medida y cómo se nos quiere, y así es como nos querremos a nosotros mismos. Esto es moldeable a lo largo de la vida en función de las experiencias», indica.
¿Cómo afecta a las relaciones?
Una de las relaciones que más afectadas se ven por el ‘estado’ en el que se encuentra la autoestima de una persona son las románticas. Esto ocurre porque, cuando no nos sentimos seguros de nosotros mismos, nos cuesta mucho más confiar en los demás. «Si me quiero a mí mismo estaré en una posición más favorable para poner límites, también para querer sin desconfiar o para sentirme seguro en una relación», argumenta la psicóloga. Otro factor a tener en cuenta es el del peligro de caer en una relación de dependencia, pues al no tener seguridad en nosotros, nos sustentamos en la confianza del otro.
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