Y es que no podemos dejar de tener en cuenta que ellas son seres humanos. Ellas comen, tienen hijos, nietos, de seguro que tienen que ir al mercado y a la farmacia, se enfermarán como cualquier mortal, y entonces es cuando se tropiezan con la dura realidad. Y esa no se guarda nada, nadita de nada. Por eso salta esa bruja enloquecida llamada hiperinflación que muele como en los tiempos en que mi abuela llevaba al molino de El Sombrero, el maíz pilado y sancochado para hacer la masa y luego las arepas. Por eso se soltó ese sentimiento que tiene cada chavista entre pecho y espalda: “esto no lo aguanta nadie”, como decían los copeyanos haciéndole campaña a Luis Herrera Campins en 1978.
Los venezolanos que agarran carreteras y pasan más de un susto, primero por las malas condiciones de todas las vías y segundo porque no se sabe en que momento saltan del mogote los delincuentes como cualquier mapanare a chuparnos la yugular. Y los chavistas que les cuesta ser maduristas, lo que no pueden evitar es “sentir en carne propia” los efectos de este desastre que no les permite contenerse al momento de confesar que esta tragedia es insoportable.
Ahora bien, si así reaccionan dirigentes, que de una u otra manera tienen algunos privilegios, como por ejemplo, recursos para ir a los bodegones, posibilidades de ser atendidos en clínicas privadas, viajar en aviones particulares, algunos bidones encaletados con gasolina, sus tanques de agua y otros menesteres más, imagínense que será de los que “ni las cajitas CLAP les llegan”.
Pero es que los chavistas “pata en el suelo”, lo que si tienen es “ojos para mirar y oídos para escuchar”, y es entonces cuando se les enciende el cuerpo de indignación de ver la gran vida que se dan los jefes de la revolución y la vergüenza que los invade y aturde, al oír todos esos cuentos, que de chino no tienen nada, sobre las riquezas acumuladas por una élite corrompida que se lo ha llevado todo, dejándole al pueblo el lamento y apenas fuerzas para exclamar “queremos estar libres de chavismo”.
@CYsmayel