Una base aérea que alberga tropas estadounidenses al norte de Bagdad, en Irak, fue atacada con siete cohetes este lunes, informó la agencia AFP en base a una fuente de seguridad.
Por Infobae
Dos cohetes cayeron en el interior de la base, mientras otros cinco impactaron en un pueblo cercano. No se reportaron víctimas ni daños materiales dentro de las instalaciones.
El ataque, que tuvo lugar durante la noche del lunes en la base de Al-Balad, es una nueva acción que el país norteamericano atribuye a milicias proiraníes que operan en el territorio, la quinta en cuestión de semanas. No obstante, nadie asumió la responsabilidad de inmediato.
El último episodio de esta naturaleza tuvo lugar el pasado 3 de marzo, cuando otra base -en el oeste de Irak- fue impactada por diez proyectiles. En ese caso, un subcontratista estadounidense murió de un episodio cardíaco cuando iba a refugiarse y falleció poco después.
Estados Unidos no respondió al ataque, pero el secretario de Defensa Lloyd Austin dijo en su momento que el país norteamericano “hará lo que sea necesario” para defenderse. También urgió a las autoridades iraquíes a confirmar quién estuvo detrás del hecho.
“Queremos asegurarnos de que, una vez más, entendemos quién es responsable de esto. El mensaje para aquellos que lleven a cabo un ataque de este tipo es que deben esperar que hagamos lo necesario para defendernos”, afirmó en el programa “This Week”, de ABC News, el pasado 7 de marzo.
“Atacaremos si eso es lo que pensamos que debemos hacer en el tiempo y lugar que nosotros elijamos”, agregó.
Cinco días antes la administración de Biden sí había llevado a cabo un bombardeo como represalia por otros ataques previos. Lo hizo bombardeando un depósito fronterizo en Siria que, según el Pentágono, era usado por milicias proiraníes.
“Esta ofensiva fue autorizada en respuesta a los recientes ataques contra el personal estadounidense y de la Coalición en Irak, y a las continuas amenazas a ese personal”, dijo en ese entonces el portavoz del departamento de Defensa John Kirby.
Analistas consideran que los cohetes pueden ser una forma de Teherán para presionar a Washington, que desde la llegada al poder de Biden ha ofrecido reactivar el pacto nuclear con Irán, abandonado por su predecesor Donald Trump en 2018.
No obstante, las negociaciones se encuentran estancadas dado que Irán demanda que se le levanten las sanciones económicas imperantes antes de sentarse a la mesa, mientras que Estados Unidos favorece el enfoque opuesto. Ello llevó a que Teherán se negara a participar de una reunión con Estados Unidos y las potencias europeas para discutir formas de reactivar el acuerdo.
El sistema de supervisión en vigor es producto de un acuerdo entre Irán y OIEA, la agencia nuclear de la ONU. Sin embargo, este es más limitado y tiene una duración de tres meses que expira a finales de mayo.
Irán ha dejado de cumplir con la mayoría de sus compromisos nucleares en respuesta a las sanciones. Pese a las desmentidas del régimen persa, las últimas violaciones al acuerdo han puesto en alerta a la comunidad internacional. El OIEA, la agencia nuclear de la ONU, informó en febrero que Teherán comenzó a fabricar uranio metal.
El 8 de febrero la agencia de la ONU “verificó 3,6 gramos de uranio metal en la planta de Isfahán” (en el centro del país). El asunto es sensible ya que el uranio metal puede usarse para fabricar armas nucleares.