La junta militar abrió el fuego contra la población dejando más de 100 muertos, entre ellos varios niños. Joe Biden condenó el hecho y EEUU suspendió un pacto comercial con el país.
Por infobae.com
Los manifestantes prodemocracia volvieron a salir a la calle el lunes en Birmania a pesar de la sangrienta represión del fin de semana, que suscitó la condena internacional y dejó más de 100 muertos, entre ellos varios niños.
La jornada del sábado fue la más sangrienta desde el golpe militar del 1 de febrero, cuando el ejército birmano derrocó a la líder civil Aung San Suu Kyi.
Desde entonces el ejército reprime a diario las manifestaciones que exigen la vuelta a la democracia y la liberación de los ex dirigentes.
La situación del país se debatirá en el Consejo de Seguridad de la ONU el miércoles, indicaron diplomáticos este lunes.
Naciones Unidas cifró en 107 el número de muertos el sábado, entre ellos siete niños. Los medios de prensa independientes cifran los muertos en 114.
La televisión Myawaddy, controlada por los militares, informó de 45 muertos el sábado, y justificó la represión diciendo que los manifestantes habían utilizado armas y bombas contra las fuerzas de seguridad.
Al menos 459 personas murieron desde el golpe de Estado según el último balance de la Asociación de Ayuda a los Presos Políticos (AAPP), una oenegé que registra las víctimas de la represión.
El lunes cientos de personas se manifestaron en Plate, en la región de Mandalay (centro), con pancartas que decían “El pueblo nunca será vencido”.
Dos periodistas fueron detenidos en Myitkyina, la capital del estado de Kachin. Desde el golpe de Estado han detenido a un total de 55 periodistas, y 25 permanecen en prisión, según una organización local.
Al mismo tiempo, continuaron los funerales de las víctimas de la represión del fin de semana.
En la región de Sagaing (centro), cientos de personas rindieron homenaje a Thinzar Hein, una estudiante de enfermería de 20 años que murió de un disparo mientras ayudaba a los equipos de rescate a tratar a los heridos.
Beijing llama a la moderación
China pidió el lunes moderación a todas las partes y aseguró que “la violencia y los enfrentamientos sangrientos no sirven a los intereses de ninguna de las partes”, declaró el portavoz del ministerio de Exteriores, Zhao Lijian.
El Kremlin expresó por su parte el lunes su preocupación por el “creciente” número de víctimas civiles.
“Es terrible”, había dicho el domingo el presidente de Estados Unidos, Joe Biden, “absolutamente intolerable”.
El lunes, Estados Unidos suspendió un pacto comercial con Birmania al manifestar su indignación por la matanza.
La Unión Europea condenó el domingo “una escalada de violencia inaceptable” y “un camino sin sentido” elegido por la junta.
Una inusual declaración conjunta de los jefes de las fuerzas de defensa de 12 países, entre ellos Estados Unidos, Gran Bretaña, Japón y Alemania, denunció el sábado el uso de la fuerza por parte del ejército birmano contra civiles “desarmados”.
Sin embargo, la junta no parece inmutarse por las condenas y sanciones internacionales.
Su líder, el general Min Aung Hlaing, advirtió el sábado que los actos de “terrorismo que puedan ser perjudiciales para la tranquilidad y la seguridad del Estado son inaceptables”.
Además volvió a justificar el golpe por el presunto fraude en las elecciones de noviembre que ganó el partido de Aung San Suu Kyi y prometió elecciones.
Ataques aéreos en el estado de Karen
El ministerio de Relaciones Exteriores británico aconsejó el lunes a sus ciudadanos que abandonen Birmania lo antes posible, tras “un aumento significativo del nivel de violencia”. La víspera la embajada de Estados Unidos en Rangún había pedido a sus ciudadanos limitar sus movimientos.
En el estado de Karen (sureste), la Unión Nacional Karen (KNU), uno de los principales movimientos rebeldes de las minorías étnicas del país, fue blanco de ataques aéreos durante el fin de semana, los primeros en 20 años.
Los ataques dejaron cuatro muertos y nueve heridos, según Hsa Moo, una activista de derechos humanos de etnia karen. Unas 3.000 personas huyeron el domingo de la zona y cruzaron a Tailandia por los nuevos ataques.
El primer ministro tailandés, Prayut Chan-o-Cha, dijo a los periodistas en Bangkok el lunes que el ejército se estaba preparando para más llegadas.
“Tailandia los tratará como personas que huyen de los combates, lo que significa que se les permitirá quedarse temporalmente hasta que Tailandia decida de nuevo deportarlos”, dijo a la AFP Phil Robertson, subdirector para Asia de Human Rights Watch