El príncipe, que se retiró de la actividad pública en 2017, se casó con la monarca en 1947, cinco años antes de su ascenso al trono. Fue el rey consorte con más años de servicio que cualquier monarca británico. Tenía 99 años.
Por hola.com
La espada con la que cortaron la tarta nupcial era suya
La reina Isabel II y el duque de Edimburgo se dieron el ‘sí, quiero’ en la Abadía de Westminster el 20 de noviembre de 1947. Ese día los ciudadanos británicos coparon las calles, pues era una ocasión única, teniendo en cuenta que se trataba de la primera boda real que se celebraba tras el fin de la Segunda Guerra Mundial. Tras la ceremonia, tuvo lugar un suntuoso banquete en el Palacio de Buckingham, en el que no podía faltar la tarta nupcial de cuatro pisos, casi tres metros de altura y más de 200 kilos de peso, creada por la misma empresa que hizo la de los Duques de Cambridge. Los novios se valieron de una espada propiedad de Felipe de Edimburgo para cortar el pastel, una de cuyas porciones se subastó curiosamente hace cuatro años por la nada desdeñable cifra de 680 euros.
Nació en la misma villa en la que veraneaba la reina Sofía
Felipe de Edimburgo nació en la isla griega de Corfú. Lo hizo en la villa Mon Repos, la misma en la que la familia de los Condes de Barcelona pasaron el verano de 1961, el anterior al anuncio oficial de compromiso del rey Juan Carlos y la reina Sofía, sobrina del marido de Isabel II. Tras ser bautizado en la Iglesia Ortodoxa Griega, el duque de Edimburgo dejó el país junto a su familia siendo un bebé y en una cesta de frutas a modo de cuna, por lo que no le dio tiempo a aprender griego.
Su madre sufría problemas mentales
La infancia del duque de Edimburgo no fue sencilla. Además de los sucesivos cambios de residencia de su familia, hubo de afrontar la mala salud de su madre, Alicia de Battenberg, quien nació con una sordera congénita, sufrió problemas mentales y tuvo que ser hospitalizada cuando Felipe de Edimburgo era aún muy pequeño. Este hecho le marcó profundamente, pues nunca pudo tener un trato cercano con ella. De convicciones profundamente religiosas, Alicia de Battenberg, vivió los dos últimos años de su vida con Isabel II y su marido en el Palacio de Buckingham.
Renunció a todo por amor
Cuando contrajo matrimonio con Isabel II y, sobre todo, cuando ésta fue coronada, Felipe de Edimburgo tuvo que renunciar en primer lugar a su religión ortodoxa y convertirse al anglicanismo. Además, dejó su carrera militar en la Marina, donde había trabajado para labrarse un futuro prometedor. Por aquel entonces ya había obtenido el pasaporte británico y se había cambiado el apellido alemán de su familia paterna por la versión inglesa del de su madre: Mountbatten. Para casarse con la futura reina de Inglaterra, el duque de Edimburgo se vio obligado asimismo a renunciar a sus derechos dinásticos, es decir, a su título de príncipe de Grecia y Dinamarca. Su esposa, consciente del enorme sacrificio que había hecho para convertirse en consorte, decidió, por un lado, otorgarle el título de Duque de Edimburgo y, además, que todos sus descendientes masculinos que no tuvieran títulos reales pudieran llevar el apellido Mountbatten, ya que el marido de la Reina siempre se lamentó de ser el único hombre en el país “que no puede dar su apellido a sus propios hijos”.
Todos sus cuñados son aristócratas alemanes
Felipe de Edimburgo era el único varón -y el menor- de cinco hermanos. Margarita, Sophie, Cecile y Theodora, todas ellas contrajeron matrimonio con príncipes y mandatarios alemanes afines al régimen nazi. Así, Margarita se casó con el príncipe Godofredo de Hohenlohe-Langenburg, mientras que Sophie hizo lo propio primero con el príncipe Cristóbal Ernesto de Hesse-Kassel y después con el príncipe Jorge Guillermo de Hannover. Por su parte Theodora dio el ‘sí, quiero’ al marqués Bertoldo de Baden y Cecile al gran duque Jorge Donato de Hesse. Ninguna de las hermanas del duque de Edimburgo fue invitada a la boda real por ser alemanas y por su vinculación con el nazismo. Sí pudieron estar presentes, en cambio, en la coronación de Isabel II en 1953.
La trágica muerte de su hermana favorita
Era el pequeño de la casa y por eso Felipe de Edimburgo estaba muy protegido por sus hermanas, sobre todo por Cecile. Pero a finales de los años 30, la tragedia sacudió de nuevo a la familia en forma de trágico accidente de avión. En él fallecieron Cecile junto con gran parte de la familia de ésta: su marido, su suegra y dos de sus hijos. Otra de sus hijas, Juana, murió poco después víctima de la meningitis. El duque de Edimburgo sufrió años después otro varapalo más: encontraron a su padre muerto en una habitación de un hotel en Montecarlo.
Isabel II y él son primos lejanos
Los vínculos de sangre entre la realeza han sido una constante a lo largo de la historia. La reina de Inglaterra y su marido, que recientemente celebraron sus 70 aniversario de casados, no son una excepción. Ambos son primos terceros y, por tanto, comparten antepasados entre los cuales se encuentra la misma tatarabuela, la reina Victoria, de la que también descienden otros tantos miembros de las dinastías europeas, incluyendo por ejemplo a algunos zares rusos o a don Juan Carlos y doña Sofía. Los padres de Felipe VI comparten el mismo parentesco que Isabel II y su marido con respecto a la reina Victoria.
La decisión implacable del duque que marcó a su hijo
El marido de Isabel II de Inglaterra permaneció cinco años internado en la escuela escocesa de Gordonstoun, un centro de estricta educación situado en un enclave aislado que a Felipe de Edimburgo le sirvió para curtirse. Por eso quiso que su hijo Carlos estudiara en el mismo lugar e impuso su deseo ante su esposa, que aceptó la decisión del Duque. Sin embargo, el príncipe de Gales no se adaptó al ambiente rudo, áspero y ligeramente cruel de Gordonstoun. Años después lo describiría como una “sentencia en la cárcel”. Una dura experiencia que lo marcó, sobre todo por las situaciones de acoso y continuos ataques a los que tuvo que hacer frente.
Autor de 14 libros
El marido de Isabel II es un apasionado del polo, la caza, la pintura, el medio ambiente, los animales y la literatura. Le encanta tanto leer como escribir libros. De hecho, puede sentirse orgulloso de haber sido autor de más de una docena de ejemplares de temática dispar, entre los que destaca una obra sobre pájaros, otra sobre la sociedad agrícola y otra sobre conducción de carruajes. Hombres, máquinas y vacas sagradas; Supervivencia o extinción: una actitud cristiana hacia el medio ambiente; Universidades y la difusión de la cultura o La evolución de las organizaciones humanas son algunos de sus títulos, que hoy en día pueden adquirirse a través de las principales plataformas digitales.
Consorte más longevo y presidente de 800 organizaciones
El duque de Edimburgo siempre ha sabido mantenerse en un segundo plano por detrás de su esposa, aunque en ocasiones mostrara su disconformidad con su papel de mero consorte. Con todo, el marido de la reina Isabel II tiene varios récords en su palmarés real. Entre ellos el de ser el miembro de mayor edad de la Familia Real británica y el consorte en ejercicio más longevo de la historia. En este punto hay que destacar que su mujer también se ha convertido en la Monarca que más tiempo ha reinado en la Historia británica. Ambos llevan asumiendo sus respectivos roles la friolera de 65 años. Pero además Felipe de Edimburgo ha sido presidente de 800 organizaciones benéficas que durante años ocuparon gran parte de su tiempo así como de sus actividades oficiales, sobre todo hasta que el Palacio de Buckingham anunció la intención del marido de Isabel II de dejar de participar en actos públicos.