Patria y Vida es una canción protesta surgida en Cuba. El estribillo asegura que “se acabó” el régimen, pero no dice cómo. Es un homenaje al popular Movimiento San Isidro de artistas y músicos surgido en un barrio pobre de La Habana. Tiene varios millones de reproducciones en YouTube. Se escuchó por primera vez a mediados de febrero de este año. Se ha convertido, súbitamente, en el himno de la juventud cubana. La escribieron, cantaron, y grabaron, muy emocionados, Yotuel, Gente de Zona y Descemer Bueno.
“Patria y vida” se opone a la incómoda propuesta de “Patria o muerte”. Los cubanos están cansados de que los convoquen inútilmente al sacrificio. Llevan 62 años de revolución. Cada día que pasa la meta de la felicidad está más lejos. Los cubanos de esta última generación no quieren optar. Están fatigados. Hay un cambio de sensibilidad. No quieren oír hablar de colectivismo ni del Estado como solución de los problemas comunes. Durante 62 años ha crecido la maquinaria burocrática, incluida la policía política, y con ella los abusos.
En la década de los años cincuenta del siglo XX se convocaba al heroísmo mediante los poetas y recitadores. El poeta Israel Rodríguez, amigo de José Antonio Echeverría, le pedía a Dios un favor muy especial (“Señor, dame tu santo y seña para entrar en combate”). Si viviera en nuestros días hablaría de amor, de la no violencia y del respeto a ser diferente, porque los jóvenes colocan la tolerancia al frente de sus valores. Esas son ahora las señas de identidad del verdadero demócrata. Israel lo era, sólo que la época era diferente.
Es asombroso que la dirigencia de lo que allí, pomposamente, llaman el “proceso revolucionario” no se dé cuenta del cambio de mentalidad. Los jóvenes, cuando otean el ambiente, no sienten el olor a pólvora con que derrotaron a Batista ni al imperialismo yanqui, sino a la naftalina de las viejas ideas. Miguel Díaz-Canel, el presidente de Cuba, elegido por Raúl Castro y luego obedientemente refrendado por la Asamblea Nacional del Poder Popular, es más joven que la revolución. Tiene 60 añitos. Manuel Marrero, el primer ministro, apenas 57. Es el “chiquillo” de hacer los mandados. La generación que hizo la revolución, encabezada por Raúl Castro, tiene casi 90.
Todos saben que pueden controlar el poder, pero a base de violar las leyes y reprimir al pueblo de manera creciente. Hasta el día en que los militares se cansen de sufrir la incompetencia del sistema, desalojen la cúpula y le devuelvan la soberanía al conjunto de la sociedad. Algo parecido a lo que sucedió en Perú durante la dictadura de izquierda del general Juan Velasco Alvarado (1968-1975), quien fuera sustituido por el también general Francisco Morales Bermúdez. No porque los nuevos golpistas hayan descubierto los valores de la democracia, sino porque si algo se conoce de una manera fehaciente es el hecho de que a mayor libertad para producir se corresponde un más alto grado de prosperidad, aunque también sea inevitable la acentuación de la inequidad social. Dicho de otro modo: todos tendrán más recursos, pero aumentarán las diferencias relativas entre los propietarios de los bienes de producción y los que carecen de ellos.
Morales Bermúdez pensó en quedarse en el poder. Los papeles tras su golpe (el tacnaso, dado que los militares se sublevaron en Tacna) hablan de una “profundización del proceso revolucionario”. El embajador cubano en Perú, Antonio Núñez Jiménez, Ñico Cuevita para los irreverentes cubanos, apoyó el golpe. Pensaba que era por y para la izquierda. Pero Morales Bermúdez se aconsejó y pasó a la historia por haber hecho una revolución genuinamente liberadora. Tal vez la primera transición a la democracia y la economía de mercado del mundo moderno. En 1978, presionado por los desórdenes callejeros, convocó a una Constituyente para desmontar el velasquismo. Por mandato de los electores la presidió Víctor Raúl Haya de la Torre, el fundador y creador del APRA (Alianza Popular Revolucionaria Americana), quien moriría de muerte natural al año siguiente.
No es posible mantenerse en el poder indefinidamente a la espera de que cambie la suerte. Siempre hoy será mejor que mañana. ¿Se atreverá a plantearlo alguien en el Octavo Congreso del Partido Comunista que se celebrará en La Habana en estos días? No lo creo. Están dispuestos a matar por defender unas formas de vida en la que ellos mismos ni siquiera creen. No son descerebrados. Son desalmados. Hasta que surja el Morales Bermúdez cubano. Tengo varios candidatos, pero me reservo los nombres.