A sus 62 años, Lina Franco ha quedado a cargo de sus nietos: dos adolescentes de 13 y 14 años. En 2016, la madre de los niños emigró a Colombia y, por ahora, no hay planes de regresar a Venezuela. “Ella veía que acá no tenía cómo sostener a sus hijos y se iba buscando un mejor porvenir para las necesidades económicas de ellos”, dice Franco, una ama de casa venezolana quien, a su edad, planeaba un retiro sin sobresaltos.
Por Adriana Núñez Rabascall / vozdeamerica.com
“Uno tiene su propia vida y, de la noche a la mañana, le caen dos más. Son costumbres diferentes, son crianzas distintas. Además, ellos no son adultos para entender que si no te gusta algo ya no estás en lo que era tu casa”, explica Franco.
Como sus nietos, al menos 830.000 niños en Venezuela viven sin sus padres, quienes han salido del país buscando empleos que les permitan enviar dinero para mantenerlos. Un 40% de esos niños queda bajo el cuidado de sus abuelos, según la ONG Centros Comunitarios de Aprendizaje, Cecodap.
Franco ha tenido que lidiar con la tecnología que, confiesa, le es ajena y con la brecha generacional, pues le cuesta entender las diferencias con los adolescentes de hoy. “Se me ha hecho muy difícil en ese sentido. Me siento impotente. A veces tiro la toalla”, apunta.
Al igual que ella, Elsy Rebolledo está criando a su nieta de 11 años, pues ambos padres viven en el exterior generando los ingresos que en Venezuela no lograban reunir. “Le he llevado a su hija, como debe ser, como si fuera mi propia hija”.
Y aunque es una responsabilidad que, asegura, no le pesa, la pandemia, la llevó a buscar ayuda para la educación a distancia de su nieta, pues ya no se siente en capacidad de asumir el rol de maestra en el hogar. “Es difícil sentarme otra vez. Yo apenas soy bachiller mercantil y todo eso se me olvidó”, manifiesta Rebolledo con algo de frustración y también tristeza.
A través de videollamadas, Rebolledo y su nieta mantienen contacto con los padres, pero explica que la separación es un duelo con el que a ambas les cuesta lidiar. “No es fácil. Ella a veces se pone rebelde no quiere hablar con nadie, ni con la mamá ni con el papá, le están faltando las dos figuras y la entiendo”.
De acuerdo con Cecodap, al menos 15% de las familias que emigran dejan a sus niños en Venezuela al cuidado de otros, enviando remesas de entre 10 y 100 dólares mensuales. La separación, según Cecodap, provoca en los niños alteraciones de estado de ánimo y un sentimiento de incomprensión.
“No están durmiendo bien, tienen pesadillas, se levantan constantemente en la noche, tienen miedo a estar solos. Ellos tienen una idea de que mamá lo abandonó. Y es muy duro, porque eso trae consigo llanto frecuente”, relata la psicólogo clínica Mariana Misticoni, quien a diario ofrece asistencia a estas familias.
Y aunque, según estudios de Cecodap, un 62% de esos padres migrantes expresa que trabaja para, una vez establecidos en el nuevo país, poder llevarse a sus hijos y reunificar a la familia, el camino es largo, dada la pérdida de empleos por la pandemia y la dificultad para acceder a documentos de identidad en Venezuela como partida de nacimiento o pasaporte.