Con el avance del tiempo, las circunstancias éticas, morales, sociales, económicas y políticas, la consolidación y férreo control del castrismo-armado; demagogia populista de quien extasiado se creyó prócer, sucesor esclarecido y a su muerte con alardes, pajaritos del heredero, devenido en usurpador, que para estultos fingidores tiene derecho a revocatorio como si de legítimo se tratara, las tradiciones han cambiado.
Militares significativo sin disfrute de confianza y seguridad ciudadana que, por disciplina, cursos de extensión profesional y ambiente de orden, eran adecuados para guiarnos al futuro. Hoy aliados, obedientes defensores del sistema arruinado, incompetente, agobiado de vergüenzas, abrumado de corrupción, el sector castrense ya no tiene el prestigio ni autoridad.
Partidos políticos, símbolos de una democracia fuerte pero respetuosa, de una economía estatista abierta al emprendimiento privado, perdieron consideración y atención, convirtiéndose en salones de muchachos traviesos y oficinas de negociados; entorpeciendo sí, pero sin intención de frenar al castrismo que sin pausa se apropia de Venezuela. Víctimas, testigos, fracasados enfrentadores de la opresión, como pendejos malgastaron la enorme legitimación. Divididos en pugnas necias de quien sabe cuántos desgarres. Paridores de agrupaciones nacidas para oponerse, muestran cansancio, rumbo desordenado, pataleando en su lodazal. Los recientes, luchan sin coherencia ni estrategia, ignorando el sagrado compromiso de la palabra empeñada, penduleando a conveniencia entre la complicidad y el colaboracionismo, triunfando poco y captando menos. Después los tenebrosos instrumentos de cirugías, mutaciones, negocios oscuros y demagogia desenfrenada, de tan mala fama ganada que los hace desvanecerse. Finalmente los que continúan el esfuerzo valiente con sensatez, vínculo y conexión, oponiéndose a lo que califican de estructura delincuencial, defendiendo con dignidad, escuchando y cobijando a la ciudadanía que padece miseria y anhela cambio.
Democracia tradicional fuerte y popular. Venezuela observa su desmoronamiento, girando entre batallas fallidas, tácticas sin resultado, uniones frágiles, temporales, enloquecidos ególatras y fracasos públicos. No obstante, presenciamos la creación, con impulso y fortaleza excepcional de organizaciones no partidistas ni gubernamentales en las cuales se articula con emoción entusiasta la ciudadanía. La defensa de los Derechos Humanos, sean como concepto ético-moral, o esfuerzos en áreas específicas como salud, estado de presos políticos y comunes, alimentación, educación, convivencia y un amplio etcétera.
Los ciudadanos están obligados a defenderse, el problema, la criminalización del Estado a través de acusaciones, liquidaciones, acoso, arrestos ilegales, pruebas falsas, tortura, represión policial y militar. En la persecución actúan todos los poderes públicos, electoral, judicial, legislativo, moral y ejecutivo, previendo su incremento con la aplicación de nuevas leyes. El modus operandi del castrismo patibulario. La flagrancia a los Derechos Humanos asciende a situaciones impensadas. Y cuyo objetivo: aniquilar los adversarios conteniendo el supuesto apoyo de Organizaciones No Gubernamentales. En este infame proceso, organizaciones ciudadanas y ONG son calificadas por la regencia en su falsificada propaganda, como traidores, conspiradores e insidiosos terroristas.
Las organizaciones, surgen de la grandeza, arrojo civil y popular, vinculados a proyectos sociales, culturales, desarrollo u otros que generen cambios en comunidades, regiones o países. Iniciativa social de fines humanitarios como salud, educación, ambiente, ecología, defensa de los Derechos Humanos, entre otros.
Las hay de diferentes dimensiones, tímidas, apasionadas, escrupulosas, pero todas coinciden en la defensa del derecho humano, la denuncia valerosa, documentada de fallas y violaciones. A tal punto creíbles, acreditadas e influyentes, que es inadmisible expresar, la venezolana es democracia de partidos. La del siglo XXI es en Venezuela, una democracia en peligro y constante renovación, llena de acción, sacrificio, valor e información probada, espacios que por su decadencia han ido dejando politiqueros y plataformas, incluyendo el atribulado, nada consultado y obligado a dar explicaciones que no tiene, PSUV, cuyo mensaje es cada día más endeble, falsario, que en prestar ayuda interesada a ciudadanos que la necesitan debe competir con las estructuras armadas del oficialismo. El chantaje del Carnet de la Patria es un ejemplo.
Las asociaciones civiles investigan con integridad, registran con objetividad y denuncian con fundamento pero no quebrantan leyes, por eso es tan difícil perseguirlas; atacarlas demuestra miedo, terror pero no causa suficiente para frenarlas sin ser el régimen violador de normas. Torpe la autocracia que ordena se registren ante un organismo oficial, mientras no tiene capacidad para finalizar con pandillas que asolan la concordia, tranquilidad ciudadana, tiene nombre y objetivo -cumplidos o no- de represión al terrorismo y delitos similares.
Por eso comprensible que estas asociaciones, demostrando pleno compromiso ciudadano, se resistan a la inscripción insultante, lo que demuestra ésta infamia en vez de gobernar, castiga feroz. Y sigue ejerciendo su mayor cualidad: la violación de los derechos ciudadanos.
¡Estamos en la misma tempestad no en el mismo barco!
@ArmandoMartini