La balacera del 14 de septiembre del 2018 en la plaza del mariachi develó el abandono de uno de los lugares emblemáticos de la capital. Testimonios de las cuatro esquinas muestran su preocupación.
Por Infobae
Sobre el Eje Central de Ciudad de México, a la altura de Plaza de Garibaldi, hay una patrulla de policía detenida, justo enfrente de la entrada del Museo del Tequila y el Mezcal. A pocos metros del vehículo, un grupo desperdigado de mariachis espera clientes.
Otros ya se van. Son las 15:00 de la tarde, un mes y medio después del ataque. Hace calor. Sobre un bloque de cemento, un mariachi vestido de negro aguarda el camión para irse. Va de salida, el saco desabotonado, la guitarra en su estuche, todo guardado.
– Buenas tardes, ¿cómo está?
– Buenas tardes
Los mariachis no quieren hablar, no quieren dar detalles de nada. Desde la balacera de la noche del 14 de septiembre, que dejó seis muertos en la plaza, todos se cuidan de decir cualquier cosa. Este mariachi, por ejemplo, no quiere dar su nombre. Dice que es, simplemente, “un mariachi”. La zona parece tranquila. Además de la patrulla que hay sobre el eje, otras pasan de vez en cuando.
– Oiga, ¿cómo ha sentido el ambiente desde la balacera?
– Igual, no ha cambiado nada
– Ya nos han dicho que ha aumentado el número de patrullas y la seguridad
– Los policías no sirven para nada. Esas chingaderas [en referencia a las patrullas] no hacen nada. Se están peleando ahí atrás y no ven nada los pendejos
La reacción de este mariachi contrasta con la opinión de Ernesto, capitán de meseros del Salón Tenampa, la cantina que lleva abierta en Garibaldi desde 1925. Media hora después de los asesinatos había una fila enorme de personas que querían entrar al salón con ya 600 personas dentro.
Él dice que la balacera es un tema aislado, que el negocio se mantiene, que la clientela ha bajado pero no ha dejado de ir. “Nosotros seguimos normal”, afirma, aunque él tenga un 30% menos en consumidores, el de mantenimiento un 70%, la de los pollos que antes vendía 80 y ahora 15, y el mariachi que ganaba mil 500 y hoy mil y le gritan “¡Asesino!” y “¡Mariachi sicario!”.
El operativo “Rescatemos Garibaldi” y la balacera han provocado esfuerzos a través de serenatas y promociones en redes sociales para contrarrestar la prohibición de la venta y el consumo de alcohol en la vía pública y del miedo a la violencia. No ha sido suficiente.
La percepción de seguridad es cambiante. Poco se ve y poco se dice sobre “ellos”, “la Unión”, “los que venden droga”, los que “cobran derecho de piso”, los que “van, vienen, y checan todo”. Otro mariachi, sentado, tampoco quiere hablar: “con esas situaciones no me meto, ni quiero que me pregunten. Ahorita no. Está muy caliente. Y aguas con lo que preguntas. Aguas”.
Todos los que trabajan en Garibaldi coinciden en lo mismo: la gente deja de ir y las ventas bajan, pero todos creen, o esperan, que sea algo pasajero. Como el temblor. Aunque no todos sientan miedo.
Ese 14 de septiembre ocurrió probablemente la primera masacre que una organización criminal o un cártel perpetra en un espacio turístico, frecuentado, y abarrotado en la Ciudad de México.
Sicarios disfrazados de mariachis llegaron a la plaza y, con armas de fuego, acribillaron a un grupo de personas. Seis muertos y siete heridos.
Un enfrentamiento entre dos bandas delictivas de la capital que combaten por el control de las extorsiones y la venta de droga: la Unión Tepito contra la Fuerza Anti-Unión.
Hasta la fecha, las autoridades capitalinas tienen identificados a seis hombres como los posibles responsables del tiroteo. Sin embargo, solamente uno ha sido capturado: El Rata o Luis Fernando “N”, detenido en noviembre del 2018, un par de meses después del ataque.
Víctor Hugo “A”, mejor conocido como El Huguito, está relacionado con la balacera. El Manzanas y El Uriel también.
Por su parte, Jonathan Irving “N” o El Irving ya está en prisión pero no por la masacre en Garibaldi: fue vinculado a proceso en agosto del 2020 por los delitos de robo agravado en pandilla y contra la salud.
La Fiscalía de Investigación Estratégica del Delito de Homicidio ha visto pasar a tres distintos fiscales desde el multihomicidio pero sigue sin haber avances.
El Tomate o José Mauricio “H” fue detenido el 12 de junio del 2019 en la alcaldía Azcapotzalco, pero se esfumó desde que un fallo de la dependencia capitalina lo dejó el libertad: no se pudo comprobar su culpabilidad por el delito de homicidio después de que el único testigo que tenía la Fiscalía General de Justicia de la Ciudad de México (FGJCDMX) presuntamente no regresó a declarar.
Sin embargo, la masacre no terminó en la plaza. Tres meses después de ser víctima del atentado y sobrevivir, Daniel Ismael Hernández, de 35 años de edad, fue ejecutado la noche del miércoles 12 de diciembre del 2018 frente a su madre.
El delito fue perpetrado en la puerta de su hogar, localizado en la calle Darío Garza de la colonia Revolución de la alcaldía Venustiano Carranza. Hernández solamente tenía una semana de haber sido dado de alta por las heridas de esa noche en Garibaldi.
Estaba en una silla de ruedas: fue asesinado mientras sus familiares le iban a dar un paseo nocturno recomendado por sus doctores.