José Ortega y Gasset
Lo que nos pasa tiene un aire similar a las tragedias griegas: cada día que pasa nos trae una noticia más desalentadora que la anterior, se nos presentan más barreras que parecen infranqueables que no sabemos bien en qué consiste, pero que parece irse aproximando ineluctablemente sobre nosotros. Y en la avalancha de las redes, cada dato hace olvidar los anteriores. Cada vaticinio va empleando adjetivos más graves.
Mientras tanto tratamos de vivir… o sobrevivir. Trabajando unos cuantos y la mayoría pasando trabajo. Otros con la suerte amorosa y afiliativa de contar con la FE… Familia en el Exterior; FE.
La crisis que se acrecentaba ineludiblemente desde aquel fatídico 98 y ahora acompañado por la pandemia, avanza prolongándose y limitando esos espacios para el necesario reencuentro. Ante esta espeluznante y brutal hiperinflación, el venezolano común, ya no voltea su vista al cielo, porque comprendió que allá no encontrará las respuestas que espera, sino en las redes sociales o en lo contados medios que puedan dar cierta orientación de esta hecatombe que atenta contra la salud ciudadana, tanto en lo físico como en lo mental, y que ya se plantea como una lucha muy desigual contra ese trio fatídico: el hambre, el COVID y el régimen.
Para los psicólogos el “Eureka” es el descubrir que lo que nos pasa tiene un nombre y podemos hacer algo al respecto; y así las cosas, ahora no es cuestión de echar mano a la desalentadora frase del epígrafe: “Lo que nos pasa es que no sabemos lo que nos pasa”, sino de darle un giro al asunto, pues afortunadamente, sabemos lo que nos pasa. Ahora ningún venezolano puede afirmar que desconoce que Maduro y sus secuaces utilizan toda su maquinaria en disgregar las fuerzas que puedan poner en peligro su poder, y que se dediquen con todo el poder del régimen a la fragmentación de cualquier esfuerzo unitario que se pueda producir efectos contundentes que rompan este paradigma estacionario.
Por eso echa mano de la represión y el chantaje para controlar y destruir a cuantos osen oponerse a tantas vilezas y disparates, pero parecen olvidar algo importante: no se trata de una escuálida porción de esta carajeada Nación, se trata del 80 % de su ciudadanía que está dispuesta a colocar su dignidad en el espacio que le corresponde, dado que no acepta ni se conforma con lo que lo que hoy se le presenta como presente y futuro, que sabe no habrá varita mágica que lo arregle todo, ni otro iluminado mesías político que saque de la chistera soluciones, y mucho menos chistes de mal gusto; que ha tomado consciencia que no podrá prolongar más esta límbica tragedia que le retiene como si fuese un Godot tropical, a la sempiterna espera de unas quiméricas casualidades que le saquen de este foso donde le lanzó la ruindad hecha gobierno.
Hay una extraordinaria máxima que nos indica: _”Hay tres tipos de personas: Las que hacen que las cosas pasen, las que ven las cosas pasar, y las que se preguntan ¿Qué es lo que paso?”…_
Si ya sabemos que fue lo que pasó; ahora debemos prepararnos para hacer que las cosas pasen. La solución somos nosotros mismos. Todos y cada uno de ese 85% de ciudadanos que no permitiremos que nos expropien el futuro. Se ha dicho que una crisis es ese momento en que pasado y futuro chocan en el presente. Como la aurora, que todavía no es el nuevo día y tampoco la noche que ya fue.
Esta crisis inédita requiere respuestas inéditas. Nos llama a una participación más directa y responsable en todos aquellos ámbitos en los que se pueda edificar el bien común. Para algunos puede que ello signifique descubrir su vocación a la actividad política o gremial, o en la vida del barrio, de su urbanización de su cuadra, de su condominio, etc. Otros aportarán su tiempo en el voluntariado, o tendrán un gesto solidario o de generosidad con los más desamparados. Cada uno sabrá qué hacer. Lo que ya no es lícito es quedarse en la acera de enfrente.
Manuel Barreto Hernaiz