Al cabo de 20 minutos de entrevista con un educador, Issouf lo reconoce: trabaja en una plantación de cacao. Forma parte de los 60 niños recogidos por la policía durante una operación en el oeste de Costa de Marfil.
La operación “Nawa 2” se llevó a cabo a principios de mayo en la región de Soubré, a 400 km al oeste de Abiyán, la gran zona de cultivo de cacao. Su objetivo: convencer que las autoridades marfileñas combaten el trabajo infantil en el cacao, un flagelo denunciado por las oenegés internacionales desde hace 20 años.
Este país de África Occidental, principal productor mundial de cacao, y las empresas multinacionales del chocolate se encuentran bajo presión. Los consumidores occidentales exigen cada vez más un producto ético, fabricado sin abusos contra los niños ni daños al medio ambiente.
Un proyecto de ley estadounidense, que finalmente no salió adelante, amenazaba a Costa de Marfil con un boicot a su cacao.
Issouf dice que vino de Burkina Faso hace dos años con su padre, que se fue después de un mes, dejándolo con un hombre que le dijeron que era su tío, para trabajar en una plantación.
“Este es un caso de trata”, estima Alain-Didier Lath Mel, director de protección de la infancia en el ministerio de la Familia marfileño.
Muchos de los niños explotados en las plantaciones proceden de Burkina Faso y de Malí, países vecinos pobres y que proveen de mano de obra a Costa de Marfil, más rica que ellos.
Según la encuesta NORC de la Universidad de Chicago en 2018-19, casi 800.000 niños trabajan en el cacao, frente a 1,2 millones según un estudio anterior de la universidad estadounidense de Tulane en 2013-14.
Los casos de trata afectan a menos de 2.000 niños, según otro estudio de 2018 llevado a cabo por la Fundación Walk Free y la oenegé Vérité.
– Persecuciones –
Estas cifras son solo estimaciones y la metodología de la investigación varía, subraya el Comité Nacional de Vigilancia de las acciones de lucha contra la trata, la explotación y el trabajo Infantil (CNS), presidido por Dominique Ouattara, esposa del presidente marfileño.
La operación “Nawa 2”, la quinta de este tipo desde 2009, movilizó durante dos días a un centenar de hombres y requirió mucho trabajo preparatorio y de inteligencia, explica el comisario Luc Zaka, subdirector de la policía criminal.
Un equipo de periodistas, incluidos los de la AFP, acompañó a la policía en la zona de Meagui, a 50 km de Soubré.
A bordo de una media docena de 4×4, avanzaron por una pista que serpentea entre los verdes campos de árboles de cacao y de caucho, precedidos por un motorista.
El convoy se detenía cada cierto tiempo: sorprendía a los niños volviendo del campo con machetes u ocupándose de los granos de cacao que se secan frente a las casas de las aldeas.
Los agentes también recorrían los campos para localizar a niños en las plantaciones. Algunos escapaban y los perseguían.
Tras cuatro horas de intervención, recogieron a unos doce niños y adolescentes. Los llevaron al centro de acogida infantil de Soubré, inaugurado en 2018, donde, como Issouf, son atendidos por educadores y psicólogos. Los familiares los recogen al día siguiente tras una charla con la policía y los empleados del centro.
En los casos graves de malos tratos o trabajos forzados, los niños, generalmente analfabetos, se quedan en el centro unos meses. Vuelven al colegio y aprenden un oficio: ganadería, horticultura, costura, peluquería, herrería.
Al margen de las operaciones, los comités locales de protección de la infancia realizan una labor en las zonas rurales.
– Pobreza –
“La mediación con las familias es muy importante”, comenta Lath Mel, quien ve “avances”.
Según la investigación NORC, la tasa de escolarización de los niños de familias productoras de cacao ha mejorado, pasando del 59% en 2008-09 al 85% en 2018-19. Sin embargo, el estudio de 2020 del Consejo Café Cacao de Costa de Marfil (CCCI), el organismo público que gestiona estos sectores, apunta que solo el 71% de los niños de 5 a 17 años están matriculados en los colegios.
Desde 2019 se ha sacado a unos 2.000 niños de las plantaciones de cacao, 200 de los cuales se quedaron en el centro de acogida de Soubré, según el CNS.
Además Costa de Marfil se ha dotado de un “arsenal jurídico” en los últimos diez años, destaca el fiscal de Soubré, Alexandre Koné, con multas y penas de prisión que van desde unos meses hasta cadena perpetua por la esclavitud de menores de 10 años.
Unas 300 personas han sido condenadas por tráfico de niños, de unas 600 personas llevadas ante la justicia entre 2012 y 2020, según el CNS.
Pero en lo que va de año solo hubo un juicio en el tribunal de Soubré -reconoce el fiscal- sobre un traficante de niños condenado a 10 años de prisión.
Kouassi Kouakou Franck, de 25 años, un habitante de la aldea de Issakro con el que la AFP habló durante la operación, piensa que “los niños deben ir a la escuela, pero si los padres no tienen medios, entonces se quedan aquí trabajando”.
Lath Mel lo corrobora: “La pobreza es la principal causa del trabajo y la trata de niños”.
Según el Banco Mundial, más de la mitad de los 5 a 6 millones de personas que se ganan la vida con el cacao viven por debajo del umbral de pobreza en Costa de Marfil.
AFP