Después de haber expropiado, confiscado y estatizado empresas privadas para implantar el modelo socialista del siglo XXI, entre 2005 y 2012, una vez declaradas en quiebra todas esas compañías que pasaron a mano del Estado, ahora Maduro da marcha atrás y pretende crear las llamadas Zonas Económicas Especiales con el objeto de atraer inversiones, nacionales y extranjeras, las mismas inversiones que él y Chávez se encargaron de ahuyentar de Venezuela. Chávez siempre fue un enemigo declarado del sector privado y le tenía una fuerte animadversión a los empresarios venezolanos a quienes etiquetó como burguesía parasitaria. Sus peroratas contra Lorenzo Mendoza están afortunadamente filmadas y grabadas para que algún día hable la historia. También procuró Chávez crear un sector cooperativo y de empresas de producción social, núcleos de desarrollo endógenos y otra cantidad de proyectos carentes de cualquier sentido económico o financiero que significaron una desaguadero de recursos públicos que en un cálculo conservador consumieron más de US$ 30.000 millones entre 2002 y 2010.
Fracasado este conglomerado de empresas y en quiebra el Estado venezolano, el nuevo ensayo consiste en la copia del modelo chino de zonas económicas especiales para darle facilidades a los empresarios, principalmente extranjeros para que se instalen en Venezuela, mediante exoneraciones fiscales, terrenos, cierto nivel de infraestructura y sobretodo lo único que el régimen puede asegurar: salarios miserables de la fuerza de trabajo nacional, hoy pagada a precio de gallina flaca. Esas zonas económicas son conocidas en América Latina, en particular en México, donde se instalaron las denominadas maquilas para elaborar productos para la exportación al mercado de Estados Unidos, aprovechando justamente las ventajas que proporcionaba la mano de obra barata.
Para que las zonas económicas especiales fructifiquen deben darse un conjunto de condiciones que ahora no parecen estar presentes en Venezuela salvo lo barato de la mano de obra y la ausencia de sindicatos. Con una hiperinflación e inestabilidad del tipo de cambio no parece haber ambiente propicio para que se materialice el proceso de inversión porque ningún inversionista sabe a qué atenerse en materia de rentabilidad de la inversión. Si los bienes producidos son destinados al mercado interno en una buena parte, entonces sobre ellos pende la amenaza del control de precios, todavía vigente. En el caso que los bienes se destinen al mercado exterior para favorecer la base exportadora, la única posibilidad de éxito es que se termine dolarizando todas las actividades asociadas a esas zonas para aislarlas así de la hiperinflación y la inestabilidad de la moneda.