Paulo Freire
Vivimos tiempos de zozobra, de angustia, de desconcierto. Cada día tenemos más claro que la oscuridad de esta crisis es mucho más grave de lo que parece. Este entorno de miedo y desconfianza hace que las emociones negativas nublen nuestra capacidad para pensar en lo que está pasando ya pareciera que nuestro único objetivo es “sobrevivir”.
El indiferente acepta las cosas con la claudicante expresión “Esto es lo que hay”; al menos quien se arrecha demuestra que vive, que siente y no acepta. Hace 2.500 años Platón, para quien los temas políticos ocuparon siempre un lugar preponderante, afirmó que “el castigo de los hombres buenos que no se ocupan de la cosa pública es ser gobernados por hombres malvados”. Sabemos bien que el desasosiego y la angustia que el régimen y sus secuaces han logrado instalar en nuestra sociedad, que hasta el simple hecho de imaginarnos bienestar suenen como un sarcasmo.
Ahora bien, ante a una arrechera que no se canaliza, que no es suficiente, y ante el susurro del aquiescente, es cuando se debe demostrar liderazgo y al mismo tiempo no ser indiferentes frente a los acontecimientos que día tras día nos postergan el porvenir y debilitan nuestra estructura familiar; y si algo tenemos claro, es que sin compromiso y organización, sin un movimiento que aglutine la indignación, la sempiterna angustia y el rechazo en una serie de acciones bien dirigidas, este régimen forajido seguirá ganando elecciones, postergando el porvenir y lo que nos queda de país seguirá hundiéndose en ese fondo sin fin.
Maquiavelo sostenía el principal error en política es confundir los deseos propios con la realidad, y ante esa realidad que nos carajea a todos de manera inmisericorde no podemos ser ni indolentes, indiferentes o calculadores en demasía, pues es tiempo de suscribir un irrenunciable compromiso que se centre en la búsqueda de un país mejor, tal como se lo merecen nuestros hijos.
Para la Real Academia Española, compromiso es una “obligación contraída”, en tanto que al buscar responsabilidad dice que “es la capacidad existente en todo sujeto activo de derecho para reconocer y aceptar las consecuencias de un hecho realizado libremente”
Y de nuevo nos permitimos recordar que compromiso es poner en juego nuestras capacidades para sacar adelante todo aquello que se nos ha confiado y nuestra conciencia ha aceptado. Una persona comprometida es aquella que cumple con sus obligaciones haciendo un poco más de lo esperado.
Cuando somos incapaces de comprometernos, somos incapaces para elegir, por miedo, por comodidad, por inconsciencia, por falta de formación e información; y es entonces, cuando realmente dejamos de ser libres. Solo desde el compromiso se podrá constituir un poder capaz de forzar la realidad a un cambio.
La única condición moral que le exigimos a los políticos, debe ser idéntica a la que esperamos mantenga cada ciudadano, y no debe ser otra que la del compromiso. Pero no el compromiso de redes sociales, ni llevando pancartas con consignas previsibles, sino con los valores que nos configuran como sociedad, esos que parecen haberse extraviados.
Un compromiso contra este régimen usurpador, corrupto y tirano. Pero también contra ciertos aquiescentes que prefieren mirar hacia otro lado y evaden la realidad que hoy llena de miseria a todo nuestro país, esos silentes, cómodos o complacientes que suelen disparar un tiro a la oposición y otro a la revolución, los sicofantes del momento, esos seres que el miedo o el prejuicio les impiden saber quiénes son los verdaderos enemigos.
Persistamos entonces en la organización política y su correcta dirección, que ponga en el centro de la propuesta de la verdad, y el rescate moral de una Nación que así lo merece, pues ha aparecido un esfuerzo de salvación nacional que dará fruto más temprano que tarde si nos comprometemos responsablemente.
Al momento de recibir el Nobel de Literatura, en 1957, Albert Camus expresó: No se trata de saber si persiguiendo la justicia lograremos preservar la libertad. Se trata de saber que, sin la libertad, no realizaremos nada y perderemos a la vez la justicia futura y la belleza antigua. Palabras que deberíamos hacer nuestras, puesto que ni el miedo, ni la resignación, ni la depresión y menos aún la desesperanza deben ser componentes de la vida de los venezolanos…
Pero, lograr tal libertad resulta imprescindible tener tanto el compromiso como la disponibilidad para actuar como personas responsables y enfrentar decididamente a esas situaciones que nos impiden lograrla.
Manuel Barreto Hernaiz