En América Latina estamos muy orgullosos del liderazgo encarnado por mujeres de una comprobada experiencia política, alta calificación académica y extraordinaria solvencia moral. A pesar de la ofensiva anti-occidental que, por cierto, tiene un sesgo antifeminista, despunta una conducción inédita, capaz de avanzar en la definitiva transición democrática en países bajo regímenes comunistas, y en la resistencia y el triunfo frente a los oscuros propósitos del Foro Sao Paulo.
Martha Lucía Ramírez, es un referente que trasciende a Colombia, su patria natal. De larga trayectoria en los asuntos públicos, ha dado el testimonio de un desempeño sobrio y responsable que es reconocido por propios y extraños. El ejercicio de la vicepresidencia de la República al mismo tiempo que el de la cancillería que recientemente le ha sido confiada, la revela como una estadista capaz de vislumbrar el futuro democrático del continente, por el que trabaja activamente en defensa de las libertades neogranadinas.
Demasiada diferencia hay entre Martha Lucía y el elenco de mujeres utilizadas ornamentalmente por los Maduro, Ortega y Díaz Canel del momento. Por lo general, el modelo de los comunistas está fundado en el papel de la mujer de Daniel en Nicaragua y, lo más lejos a lo que llegan, es a Eva Duarte, la figura explotada por el populismo peronista hasta la saciedad. Se crece la líder colombiana marcando un hito continental, añadido Estados Unidos, sobre el papel de la mujer en la política creadora y liberadora que sigue siendo tarea pendiente para re-independizar a América del oscurantismo en marcha.