El cambio de zonificación en las distintas metrópolis, por siempre, ha sido un dolor de cabeza. Propietarios e inquilinos de las áreas residenciales, deseosos de una mejor calidad de vida, en cualquier momento deben asumir una lucha desigual frente a quienes las desean de una profusa y bulliciosa actividad comercial.
Frecuentemente, están coludidas las autoridades de diferentes niveles con intereses que las superan, resonando entre las paredes del poder central. En cada municipio, parece más fácil cambiar inconsultamente una ordenanza que detener el cañonazo de dólares que pueda derribar al más intrépido de los ediles. Sin embargo, con el proyecto legal sobre las zonas económicas especiales (ZEE) habrá cambios sustanciales en una materia injustamente obviada (valga la coletilla: https://www.youtube.com/watch?v=5X1CamUb09Q&t=2956s).
Por lo pronto, las ZEE serán todo y nada a la vez, gracias a una legislación que así las prefiere para una posterior reglamentación e implementación centralista. De modo que determinados ámbitos geográficos caerán en manos del único e inconfundible centralismo que conocemos, decidiéndolos como sendos emporios industriales y comerciales, por ridículas que también sean – comparativamente – las inversiones en locales para la desenfrenadas distracciones de quienes se juran inmunes frente al mismísimo Covid-19.
Con las ZEE no habrá trámite vecinal alguno que las impida o trate de amortiguar el impacto en la vida local. Sentimos que los munícipes, en diferentes lugares del país, tramitan y logran preventivamente los cambios de zonificación, a sabiendas que será una competencia que, un modo u otro, perderán.
Y ello, lo sospechan o conocen muy bien los concejales oficialistas que rasgan sus vestiduras, incluso, en defensa de las asociaciones vecinales que las saben también perdidas con el Estado Comunal. Con las plebiscitaciones pendientes, a partir de noviembre próximo, quedará redondeada la idea de los “bodegones políticos” en curso con la prensión de cambiar el municipio, origen de nuestra propia vida republicana.