Es joven, formado y no cuestiona el derecho del Partido Comunista a gobernar China. A sus 29 años, Wang Ying encarna los valores buscados entre los nuevos devotos de una organización centenaria y cada vez más disciplinada.
“La fe en el Partido es inquebrantable. Puede que no como en una religión como el budismo o el cristianismo, pero como algo que cuida la autodisciplina”, explica Wang Ying, que utiliza un pseudónimo para proteger su identidad.
Para él, el Partido Comunista chino (PCC) es el único que puede “salvar” a la gran potencia asiática y mundial.
En el centenario de su fundación el 1 de julio de 1921, después de más siete décadas en el poder absoluto en China, el credo del PCC goza de buena salud entre sus filas en constante evolución, de intelectuales a campesinos y proletarios, hasta empresarios a partir de los 1990.
Y bajo el mando de Xi Jinping, secretario general desde 2012 y presidente chino un año después, el partido, con 92 millones de afiliados, ha acallado las voces discordantes y ha centralizado más el poder, apoyado por un intrusivo sistema de vigilancia tecnológica.
– De proletarios a diplomados –
Para asegurarse este control y evitar la llegada de miembros problemáticos, el PCC estrechó sus criterios de reclutamiento, un poco a imagen de las empresas privadas.
Si antes el partido captaba miembros que tuvieran “buenos” antecedentes (familia obrera o campesina), ahora es más elitista y privilegia a jóvenes diplomados de moral inmaculada que deben someterse a un proceso de selección de unos dos años.
Procedente de una familia “roja”, Wang Ying fue presionado por su abuela para inscribirse. Después de diplomarse como ingeniero agrónomo, terminó haciéndolo seducido por el prestigio que otorgan los nuevos criterios de selección.
En 2019, más del 50% de miembros del PCC disponen de una formación superior, contra 41,6% en 2013. Por contra, obreros y proletarios solo representan un 34,8% de sus bases, contra 38,1% hace seis años.
El partido busca sobre todo jóvenes que solo han conocido los años de crecimiento económico de China desde finales de 1970 y no han vivido los errores de la era maoísta (1949-1976), responsables de decenas de millones de muertos.
Los nuevos fieles devoran las lecciones del “Pensamiento de Xi Jinping” en su lugar de trabajo, incluso en grandes empresas privadas o extranjeras.
“Los miembros jóvenes tienen más confianza, son más ambiciosos y positivos”, cree un miembro de 46 años apellidado Song, responsable en una universidad del este de China.
– “Sí a todo” –
La gestión de la pandemia, el combate contra la corrupción y la contaminación o la reducción de la pobreza, ensalzadas repetidamente por los medios oficiales, han reforzado la legitimidad del régimen, que se reivindica heredero del “Mandato del Cielo” de los antiguos emperadores.
Este conformismo limita la creatividad necesaria en la carrera ideológica y tecnológica con las potencias occidentales, señalan algunos expertos.
“Es un problema potencial”, señala el sinólogo Tony Saich, de la universidad Harvard de Estados Unidos. “Si solo reclutas a gente que dice sí a todo, ¿esto no lleva a una atrofia con el tiempo?”, se pregunta.
Wang Ying reconoce que en el seno de la organización no hay lugar para la crítica y que entre sus compatriotas no hay otra opción que obedecer al partido.
Pero, en su opinión, el PCC practica “una democracia centralizada” que se adapta mejor a un país que nunca ha conocido el liberalismo occidental.
En un partido minado por la corrupción, esta rendición de cuentas se aplica mediante una evaluación interna de los dirigentes, juzgados cada año por compañeros y subordinados, con la esperanza de garantizar su honestidad.
Desde la llegada de Xi Jinping al poder, al menos 1,5 millones de cargos fueron sancionados por corrupción, aunque algunos sospechan que esta política sirve para eliminar la oposición interna del líder.
Cuando los periodistas extranjeros hablan con los chinos, es difícil encontrar críticas al régimen.
“La democracia china no tiene nada que ver con la de otros países”, dice Song.
“China es un gran país, sujeto a catástrofes naturales, y necesita un poder central fuerte”, asegura este universitario.
“Antes teníamos dudas” sobre el partido pero la vía actual “es la mejor adaptada a China”, afirma.
AFP