La creación destructiva generalmente dificulta las predicciones, pero el mundo de los negocios post-pandemia es dramáticamente diferente a lo que se esperaba hace dos décadas.
Especial de Laszlo Beke
Las empresas de tecnología representan la cuarta parte de las bolsas globales y la mezcla geográfica es notablemente asimétrica, Estados Unidos y China, tienen ahora 76 empresas dentro de las 100 más valiosas. La participación de Europa ha caído de 41 el año 2000 a las 15 de hoy. En gran medida, esta disparidad refleja habilidad estadounidense y china y complacencia en Europa y en otros países. Por supuesto, obliga a preguntar por qué esto ha ocurrido y si puede perdurar.
Las grandes corporaciones
En esencia, las grandes empresas no son mejores que las pequeñas. El status de Japón y sus grandes corporaciones se elevó en los 1980’s para terminar colapsando posteriormente. Las grandes corporaciones pueden ser una señal de éxito, pero también de indolencia. Aramco, la 2ª. empresa más valiosa en el mundo, no es realmente un símbolo de vigor de US$2trillones, sino más bien un reflejo de la dependencia del reino del desierto en combustibles fósiles. Estados Unidos tiene el 24% del PTB global, pero el 48% de la actividad de negocios y China tiene el 18% del PTB y 20% del volumen de negocios. El resto de los países que representan el 77% de los habitantes de la Tierra y contribuyen mucho menos que ese número.
Europa y otros
Parte de la explicación es que Europa desperdició su oportunidad. La intromisión política y la crisis de la deuda en 2010-12 han estancado la integración económica del continente europeo. Sus empresas, en alto grado, fallaron al no anticipar el desplazamiento hacia la economía intangible. Europa no tiene emprendimientos que rivalicen con Amazon o Google. Igual le ha ocurrido a otros países. Hace una década Brasil, México y la India estaban en la posición de poder crear un gran cohorte de empresas globales y muy pocas han aparecido.
En lugar de ello, solo Estados Unidos y China han sido capaces de dirigir y absorber un proceso de creación destructiva. De las 19 empresas creadas en los últimos 25 años con un valor superior a US$100.000 millones, 9 están en Estados Unidos, 8 en China y ninguna en Europa. La pandemia ha generado un estallido de energía en Estados Unidos y en China y un auge en la captación de fondos. Empresas de ambos países dominan las fronteras de las nuevas tecnologías, como Fintech y autos eléctricos.
Ingredientes para el éxito
La fórmula mágica para los mega-emprendimientos tiene varios ingredientes:
– Un enorme mercado local que permite que las empresas puedan escalar rápidamente.
– Fuertes mercados de capital, redes de capitalistas de riesgo y excelentes universidades que puedan alimentar al emprendedor.
– Una cultura que exalta a los emprendedores.
– Particularmente políticas que apoyen la destrucción creativa. Estados Unidos desde hace tiempo ha tolerado mejor la disrupción que Europa. Los gobernantes chinos le dieron libertad casi absoluta a los emprendimientos y además despidieron 8 millones de trabajadores de las firmas estadales.
Los peligros
La reciente erosión de consenso político en Estados Unidos y el nuevo rumbo de China son razones por las cuales el dominio existente no necesariamente será sostenible. Los estadounidenses están preocupados por el deterioro nacional, por los sueldos bajos y por los monopolios. Los esfuerzos de la actual administración estadounidense para promover la competencia y expandir la red de protección social de los trabajadores afectados por la disrupción son importantes. Pero el peligro es que Estados Unidos se encamine hacia el proteccionismo y cree impuestos punitivos sobre el capital, amortiguando con ello el ímpetu del emprendimiento.
En China, el Presidente Xi Jinping está considerando a las grandes empresas privadas como una amenaza para el poder del Partido Comunista y para la estabilidad social. En la medida que los oficiales del partido busquen “guiar” a las empresas privadas existentes para alcanzar objetivos políticos, como la auto-suficiencia en algunas tecnologías, probablemente estarán protegiéndolas de los potenciales competidores.
Mientras más intervengan Estados Unidos y China sus procesos de creación destructiva, más debe preocuparse el mundo de la asimetría del negocio global actual. En teoría, la nacionalidad de las empresas (que operan en búsqueda de utilidades) no importa, mientras ellos vendan productos competitivos y estén creando puestos de trabajo. Pero si las empresas son influenciadas o sometidas por sus gobiernos, el cálculo cambia drásticamente.
En la medida que la globalización se frena o revierte, ya están explotando enfrentamientos sobre donde las multinacionales producen las vacunas, establecen reglas digitales y pagan impuestos. Los deseos de Europa de convertirse en una superpotencia regulatoria podría transformarse en una cobertura para el proteccionismo. Otros, con menos poder podrían tomar el camino de erigir barreras. Para afirmar su soberanía, la India ha prohibido las redes sociales chinas y ha truncado las empresas estadunidenses de comercio electrónico. Esto termina en lo peor de ambos mundo: negarle a los consumidores locales las innovaciones globales y crear barreras que dificultan todavía más la posibilidad que firmas locales puedan escalar.
Sería una tragedia si solamente dos países en el mundo demuestran la capacidad de sostener a escala el proceso de creación destructiva. Sin embargo, sería peor todavía si ambas se alejarán de ello y los otros países crearan barreras. El mejor indicador de éxito será si en 20 años la lista de las empresas más grandes del mundo termine sin ninguna similitud a la actual.
Se aprovecha material publicado en The new geopolitics of global business.