Vacunados, pero sin certeza sobre su inmunidad, los trasplantados aún ven lejos la normalidad en España

Vacunados, pero sin certeza sobre su inmunidad, los trasplantados aún ven lejos la normalidad en España

Los trabajadores sanitarios preparan jeringas para llenarlas con vacunas contra la enfermedad del coronavirus (COVID-19) en un centro de vacunación en Ronda, España, el 12 de julio de 2021. REUTERS / Jon Nazca

 

Con las defensas inmunológicas bajas por los medicamentos que protegen a sus nuevos órganos, las personas con trasplantes no responden a las vacunas como el resto de la población: para ellos, la salida de la pandemia es un horizonte todavía lejano.

“Hasta que no estemos todos vacunados, no diría: ‘Adiós todos los cuidados'”, cuenta Andrea López Robles, quien recibió un trasplante de hígado cuando tenía dos años. Ahora con apenas 25, tiene el aplomo de quien ha rozado la muerte.





“Muy orgullosa” -dice-, no duda en llevar camisetas cortas que dejan ver su cicatriz: “mi hígado lo tengo que cuidar todos los días y soy bastante consciente de que estoy viva gracias a ello”.

Los conciertos, las sesiones en el cine, los restaurantes cerrados, los trenes o aviones, no son actividades que pueda permitirse ahora.

Con el frasco de gel colgando del bolso, solo se baja la mascarilla FFP2 para tomar un sorbo de zumo.

“Yo estuve a punto de morir, pero ahora lo tengo muy presente y no voy a hacer el tonto por cualquier cosa”, explica.

Andrea es española y aquí los trasplantes son un orgullo nacional: el país es campeón del mundo en donación de órganos, título que ostenta desde hace más de 30 años, con más de 116.000 trasplantes (y superando los 50.000 donantes) desde 1989.

En 2019, el país registró un récord histórico de 48,9 donantes por millón de habitantes. Incluso en lo peor de la crisis sanitaria, España mostró resultados superiores a otros países en período pre-pandémico (37,4 donantes en 2020 por millón de habitantes, frente a 29,4 en Francia en 2019 o 36,1 en Estados Unidos).

– “Mi realidad” –

Llevar mascarilla, mantener la distancia social o no saludar con besos: mucho antes de la primavera de 2020 y la irrupción del covid-19, esta ya era la rutina de Magdalena Moskal.

Con una respiración entrecortada, esta joven de 36 años, que padece fibrosis quística y recibió un trasplante de los dos pulmones en 2008, cuenta cómo siempre ha vivido en una burbuja, donde cualquier elemento extraño es una amenaza: “Una realidad que vivo yo, ahora de repente todos la viven”.

Vacunada desde mayo, Magdalena no sabe si su cuerpo ha desarrollado defensas frente al virus. Por la calle, lleva mascarilla FFP3 y desinfecta hasta la taza y la cuchara que el camarero deposita frente a ella.

“Estoy aquí porque me he cuidado siempre. Si te descuidas, terminas mal”, relata. “Nosotros vamos a estar mas tranquilos cuando la población va a estar vacunada 100%”, añade.

Ese “nosotros” son las personas trasplantadas, un colectivo a parte, forzado a tomar medicamentos toda la vida para luchar contra el rechazo al nuevo órgano, pero cuyos efectos pueden bloquear también la acción de la vacuna.

Según un estudio publicado a comienzos de mayo por el Journal de la Asociación Médica Estadounidense, de una muestra de 658 personas trasplantadas y vacunadas contra el covid, solo el 54% presentaban “anticuerpos detectables”.

Los fármacos que toman los pacientes trasplantados intentan “evitar que el órgano se rechace, pero también van a frenar cualquier respuesta inmunitaria, incluido las que necesitamos para defendernos de las bacterias o de los virus”, confirma Estela Paz Artal, jefa del servicio de inmunología del hospital 12 de Octubre de Madrid.

“Un porcentaje importante de pacientes trasplantados no desarrollan absolutamente ningún anticuerpo ni ninguna célula defensiva tras vacunarse con la vacuna de coronavirus”, agrega.

Pero, para la doctora, “el mensaje que debe prevalecer es que vacunarse y hacer algo de respuesta es mejor, muchísimo mejor, que no tener nada”, enfatiza.

Un mensaje repetido igualmente por Beatriz Domínguez-Gil, la directora de la Organización Nacional de Trasplantes, que subraya que “la tasa de mortalidad del covid es de un 21% para la población trasplantada en España”, muy superior a la de la población general, del 2%.

– 100 pastillas –

Pocos están tan sensibilizados hacia los riesgos como los trasplantados.

El centenar de cápsulas que Rafael García debe ingerir cada día desde hace cinco años, cuando recibió sus nuevos pulmones, le recuerdan que debe cuidar “todos los días, a todas horas” de su “regalo”.

Este hombre, en la cuarentena, lleva junto a su mujer una “vida monacal”, como si no estuviera vacunado, en la que hace la compra por internet y se cambia de acera para no cruzarse con nadie, pese a llevar mascarilla FFP2.

Las autoridades sanitarias, que habían situado a las personas trasplantadas entre el público prioritario de la campaña de vacunación, contemplan ya para ellos inyecciones complementarias.

“Habrá que estudiar formas de mejorar la efectividad de la vacuna en este colectivo de pacientes”, estima Domínguez-Gil.

“Por el momento, tienen que mantener medidas de autoprotección. En realidad, como toda la población, pero ellos en particular”, añade. AFP