Los eventos que han tenido lugar en Haití y Cuba en las dos últimas semanas son sintomáticos de las tragedias que azotan a las sociedades divisivas, desintegradas, aunque cada uno de estos países lo está sufriendo en una etapa diferente de un mismo proceso —Haití en la etapa del caos, Cuba en la etapa de una tiranía sangrienta, impuesta por una minoría que se aprovecha de ese divisionismo y lo magnifica con discursos de odio para imponer una tiranía absoluta y explotar al pueblo. Estos dos estadios políticos parecen ser diametralmente opuestos, pero son en realidad dos manifestaciones de poblaciones que no han logrado trascender el divisionismo causado por la falta de interés social.
El interés propio es natural en los seres humanos y es esencial para el crecimiento, pero, si es lo único que existe, produce caos. Todas las personas tienen intereses propios divergentes, que, si no se ordenan, resultan en una sociedad inmanejable. Hay solo dos maneras para que una sociedad introduzca orden en medio de tantos intereses propios, muchos de ellos contradictorios. Una es la tiranía, que elimina el divisionismo a través de eliminar la diversidad de intereses, sustituyéndola por la voluntad de un tirano. Usa la coerción para crear uniformidad de la diversidad.
La otra es la democracia liberal, que elimina el divisionismo, pero no la diversidad. En vez de eso, armoniza las distintas corrientes para producir una voluntad ciudadana que protege los derechos de los ciudadanos en las inevitables confrontaciones entre intereses propios. Esta protección es mucho más efectiva que la que el pueblo puede alcanzar en el caos de intereses personales.
La reducción de la dispersión de los resultados de la diversidad requiere una dosis muy fuerte de auto-control por parte de los ciudadanos, una disciplina que tiene que estar basada en valores compartidos de respeto a los derechos individuales de los demás. Para tener este auto-control, para respetar los derechos de los demás, los ciudadanos tienen que tener interés social, inseminado con educación cívica en el hogar, en las escuelas, en la sociedad en general. Esta educación cívica es la madre de las instituciones que velan por los derechos individuales de los ciudadanos y establecen las reglas para que se resuelvan las contradicciones entre los intereses propios de ellos mismos. Al final, la historia ha demostrado que la estabilidad generada por la creación de estas instituciones resulta en un mejor escenario para que los ciudadanos también llenen sus ambiciones.
Esta es la organización de las sociedades más desarrolladas del mundo.
Desgraciadamente, Haití y Cuba representan los extremos de las dos fases del círculo vicioso en el que se ha movido América Latina desde que se independizó de España. Se inician con el caos, luego pasan a la tiranía, cuando la tiranía cae van de regreso al caos, y de allí a otra tiranía. Así ha sido por doscientos años. Haití, desgraciadamente, es el extremo de los extremos, y en este momento, con el terrible asesinato de su presidente. está pasando de una situación de semi-caos para pasar a una de caos total, que, si la población haitiana no cambia, resultará en una tiranía similar a la que tenían, si no una como la de Papa Doc.
Cuba tiene 62 años de estar en esa etapa, la del orden impuesto sangrientamente, forzando a todos a cantar las mismas canciones “revolucionarias”, aplastando sus legítimos intereses propios para que no los manden a la cárcel. El resultado ha sido un régimen que haciendo gran propaganda de sus virtudes en salud pública, ha generado una crisis de salud tan grande y una crisis permanente económica que ha impulsado a sus ciudadanos a salir a protestar. Pero esas protestas no harán mella a un régimen tan asentado en el terror como el cubano. Algún día, sin embargo, el régimen caerá, y las probabilidades son de que su caída lleve al caos, y eso a otra tiranía, diferente pero igual. Tristemente esta generación ya nació con los Castro, pero sus padres los apoyaron con gran entusiasmo cuando, en gran cacería de brujas, mató en el “paredón” a sus enemigos políticos. Y luego pusieron el cuello para que los esclavizaran.
La mayor parte de Latinoamérica ya no llega al caos que domina a Haití, pero lo extraordinario es que en toda la región los que quieren hacer otra Cuba, otra Venezuela, otra Nicaragua, están ganando elecciones y cambiando constituciones para lograrlo. Ninguno de los países de la región ha logrado encontrar la única salida a este círculo vicioso: el desarrollo de las instituciones, que dan la estabilidad necesaria para lograr el desarrollo de nuestros países. En la medida en la que los países escogen los caudillos que no respetan sino su propia voluntad, Latinoamérica seguirá siendo una región subdesarrollada. Le seguirán echando la culpa a los caudillos que les quitan su libertad, sin ver que son ellos mismos, los pueblos, los que los eligen y les dan el poder, y luego dicen que los han engañado.
Este artículo fue publicado originalmente en El Diario de Hoy (El Salvador) el 16 de julio de 2021.