“Si hago tajadas, no hago ensalada. Si compro carne, no se come todos los días. Si tengo detergente, lo rindo con panela de jabón. Si compro arroz, no llevo papas”. Las familias venezolanas, como la de Emireily Cordero, tienen años aplicando estrategias para alimentarse desde que empeoró la crisis económica y social, sobre todo, por la pérdida de ingresos causada por la hiperinflación.
Ariadna García // Crónica Uno
La población se mueve hacia los salvavidas que aparecen en medio del océano para lograr poner alimentos en su mesa, pero aún hoy, los flotadores son demasiado pequeños o inalcanzables y la gente rema para sobrevivir.
El Programa Mundial de Alimentos (PMA) y la Organización de las Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura (FAO, por sus siglas en inglés) advirtieron a principios de este año que el número de personas en inseguridad alimentaria en el país —9,3 millones— podría elevarse este 2021 por el impacto de la pandemia y de la prolongada crisis económica.
En el informe de perspectivas de marzo-julio 2021 llamado “Puntos críticos de hambre: alertas tempranas de la FAO y el PMA sobre inseguridad alimentaria aguda”, las organizaciones advirtieron: “Se espera que los niveles de inseguridad alimentaria aumenten significativamente más allá de los de 2019, cuando alrededor de 9,3 millones de venezolanos padecían inseguridad alimentaria”. La escasez de combustible persiste este año, lo que ha afectado las actividades logísticas y agrícolas en todo el país y ha provocado mayor presión en los precios de bienes y servicios.
El Plan de Respuesta Humanitaria de Venezuela para 2021 está estimado en $708,1 millones.
Hasta agosto de este año las ayudas que gestiona la Organización de Naciones Unidas en el país alcanzaron los $279,4 millones, en seis meses superaron todos los fondos recaudados el año anterior ($256,3 millones). Sin embargo, en 2020 el plan de respuesta solo consiguió 23,1 % de los fondos requeridos y este año los datos oficiales hasta agosto revelan que la cobertura se ubicaba en 24,4 %. A pesar de que se ha incrementado el número de organizaciones y trabajadores humanitarios en el país los recursos para atender la emergencia se mantienen por debajo de lo requerido.
Las familias venezolanas llevan mucho tiempo aplicando estrategias de sobrevivencia por la emergencia humanitaria compleja que se desató en 2015.
En los últimos años se han adaptado a un contexto hostil con picos de escasez de alimentos o aumento súbitos en los precios, como en 2018, año de más alta inflación en el país. El consumo de tubérculos aumentó de forma marcada. La yuca o la batata se convirtieron en unos de los alimentos más baratos para saciar el hambre.
En algunos períodos los granos fueron una opción, pero este 2021 un kilo de caraotas puede llegar a costar 2,6 dólares, y medio kilo de lentejas supera un dólar. Lo que le ha quedado a la población es “trampear” los alimentos con salsas y algunos vegetales para rendirlos y que de esta manera alcancen para varios miembros de una familia. El huevo es una de las proteínas que la gente suele llevar debido a que su precio es inferior a los de la carne de res o del pollo.
“Si compro carne o pollo, no se come toda la semana. Un día se come carne, otro día se come pasta con una salsa y queso rallado, otro día se come con huevo. Por la pandemia, estamos haciendo dos comidas al día, desayunamos tarde y almorzamos tarde, no hacemos cena”, dice Emireily Cordero. En su casa son cuatro personas, tres adultos y un adolescente. A pesar de que los tres adultos trabajan y ponen de sus ingresos para la comida, indica que nunca es suficiente y que deben recorrer varios supermercados para ubicar mejores precios.
“Si se hace ensalada, no hacemos tajada. La ensalada se hace aproximadamente dos veces por semana, más de eso no nos da la cuenta. Jugo no, muy rara vez”, dice. En el mercado de Emireily las frutas están de último en la lista. Si sobran algunos dólares, llevan; de lo contrario, priorizan la proteína, la pasta o el arroz, que es lo esencial para ellos. En la mañana las arepas las rellenan a veces con mortadela, salchicha o queso, pero no como antes, cuando las comían con pollo o carne mechada: “Eso ya no se hace”.
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