En ocasión del velatorio del Padre Olaso- al cual asistí -, la UCAB publicó esta reseña: el jueves 12 de junio, un día después del fallecimiento del padre Luis María Olaso, padre jesuita y defensor a ultranza de los derechos humanos, el ambiente en la iglesia María Trono de la Sabiduría era de verdadero luto y tristeza. Nunca, la iglesia parroquial de la UCAB había estado tan llena de gente, desde el presidente de la República, el Ministro de Justicia, el Fiscal General, el Contralor General, los más altos representantes de la Corte Suprema de Justicia, de la Judicatura, la Facultad de Derecho de la universidad en pleno, representantes de las Clínicas Jurídicas de las cuales fue su fundador, integrantes de la Facultad de Ciencias Jurídicas de la UCV, sus hermanos jesuitas vestidos de blanco quienes cantaron para él hermosos cantos llenos de fe y de amor puesto que se había ganado el aprecio y el respeto de todos por su extraordinaria vocación hacia los más necesitados. La alta iglesia católica representada por algunos de sus obispos -quienes oficiaron la misa junto a algunos padres jesuitas-, entre éstos, el representante de la Provincia de Venezuela de la Compañía de Jesús, sus compañeros de la Parroquia ucevista, juristas, abogados, profesores, empleados, estudiantes, discípulos, la prensa y hombres, mujeres y niños de todos los estratos y de puntos equidistantes del país. Así fue la despedida para “Olasito”, el fiero combatiente de la justicia, murió en paz y de seguro, desde lo más celestial abogará por los oprimidos sin necesidad de hacerlo santo, pues lo fue en vida, fiel alumno de San Ignacio de Loyola.
Con Olaso me unieron fuertes vínculos de afecto –me llamaban el hijo de Olaso-a tal punto que fui su compañero en un largo y tortuoso viaje de ida y regreso a bordo de su pequeño Fiat trotamundos de Caracas a Bogotá en ocasión de una cena en casa, el sacerdote a una pregunta mía acerca de los grupos más vulnerados en sus derechos humanos, me respondió:
Los presos
Los enfermos
Los indígenas
Las mujeres
En ese orden, pregunté de nuevo. su respuesta fue tajante: Enrique, desafortunadamente, en ese orden.
En la Venezuela socialista habría que añadir:
los presos políticos, perdón a los políticos presos.