“Estoy aquí para divertirme”, declaró la nadadora estadounidense Haven Shepherd, de 18 años, que perdió sus dos piernas en la explosión de la bomba con la que sus padres se suicidaron.
Shepherd solo tenía 14 meses y vivía en el campo vietnamita cuando sus padres biológicos, que tenían una aventura extramatrimonial y no podían casarse, decidieron poner fin a sus vidas y a la de su bebé.
Ambos murieron en la detonación de la carga explosiva. Los médicos fueron capaces de salvar a la pequeña Haven, propulsada a una decena de metros, pero le tuvieron que amputar las dos piernas.
Dos meses más tarde una familia estadounidense la adoptó, comenzando en Missouri una nueva vida.
La joven deportista describe su primera participación en los Paralímpicos, que se disputan en Tokio hasta el domingo, como “un momento irreal”: “He hablado de esto con mi familia durante cinco años y finalmente ha llegado”.
Shepherd finalizó quinta en los 200 metros estilos en la categoría SM8.
“Estoy aquí para disfrutar, he podido llegar a participar aquí, he cumplido mi objetivo de participar en los Juegos”, señaló la nadadora, que también compitió el miércoles en los 100 metros braza (SB7), sin conseguir clasificarse para la final.
Con los Paralímpicos en el centro de la atención internacional, la deportista dice estar “abierta” a contar su historia, gracias a la naturalidad que le transmitió su madre adoptiva, que le explicó rápidamente de donde venía, cuando Shepherd le preguntó con cinco años.
“Hay gente que ni siquiera conoce su historia. Yo creo que me he convertido en la persona que soy porque sé quien era antes de poder vivir esta vida”, explicó.
– ‘Sentimiento de paz’ –
Shepherd asegura que nunca ha sentido resentimiento hacia sus padres biológicos, sí compasión por su madre: “Siempre he pensado en su sacrificio”.
“Me ha dado esta vida increíble en Estados Unidos, con fiestas de cumpleaños, vídeos de Navidad… He tenido una infancia increíble”, dijo.
Creciendo en Missouri con seis hermanos y hermanas, dice que nunca se ha sentido excluida por su discapacidad y que se pone las prótesis como si fueran gafas.
En la natación, por la que rápidamente se apasionó, comenzó con diez años.
“Puede ser el décimo entrenamiento de la semana y estoy muy cansada, no quiero ir, pero al mismo tiempo tengo ganas de estar lejos de mi teléfono y de mis piernas, sin necesidad de preocuparme de lo que debo hacer después. Me da un sentimiento de paz”, explicó.
Tras años de entrenamiento intensivo con el objetivo puesto en Tokio, ahora quiere hacer un descanso y disfrutar de su recién estrenada mayoría de edad.
Decidida a repetir en París-2024, no quiere ponerse presión en los resultados: “Mis esperanzas son como yo soy, estoy para divertirme”.
“Nunca me he tomado muy en serio, ¿por qué comenzar ahora?”, concluyó.
AFP