Sin atención de determinados especialistas en hospitales públicos y una cacería por clínicas que puedan ofrecer las consultas, quizás a más de un mes de espera. Ese es el escenario que evidencia la falta de especialistas en el país, un retraso generalizado con 70% de pérdidas en postgrados en almas máter como la Universidad Central de Venezuela (UCV), la migración que se profundizó desde 2.015, salarios bajos y la carga asistencial sin las debidas condiciones de trabajo.
Guiomar López | LA PRENSA DE LARA
El sistema público de salud se está quedando sin neurólogos, neumonólogos, reumatólogos, endocrinólogos y hasta deficiencias en gastroenterología para adultos y pediátrico. Los principales centros asistenciales llevan varios años sin poder ofrecer estas consultas y se obliga al paciente a buscar en privados, prácticamente en lista de espera, además de hasta pedir colaboración para una consulta que -por lo general- asciende los $30. Un monto que equivale a casi 15 sueldos mínimos, sin contar el presupuesto para exámenes y medicamentos.
Tal deficiencia es generalizada en todo el país y lleva a José Félix Olletta, ex ministro de Salud, a recordar que hace dos años ya se tenían apenas 11% de infectólogos. “El retraso es extraordinario. No hay similitud desde hace 100 años, cuando la UCV estuvo cerrada por el tema político”, así compara los 16 meses de pandemia que afecta a los residentes, al punto de la desaparición de postgrados. Detalla la pérdida en 70% en postgrados clínicos en esa casa de estudios, que impartía 400 y actualmente apenas llega a 137. Ni se imagina las condiciones del resto de las universidades del país.
Al ubicar a la Universidad Centroccidental Lisandro Alvarado (UCLA), se tiene la baja de llamados a concursos de postgrados que ha señalado el gremio médico. Según la doctora Beatriz Sosa, coordinadora de Postgrado del Decanato de Ciencias de la Salud, la pandemia terminó de afectar con la falta de interés por aquellos de mayor duración, como Neuropediatría que exige 5 años de capacitación. Además se inhiben de formarse por el riesgo de caer víctimas del coronavirus, cuya infección pasó a enfermedad laboral, al exponerse sin la dotación permanente de los implementos de bioseguridad y el ritmo lento de la vacunación, que hasta dio largas al personal sanitario y sin considerar el luto que arropa a las familias de los 736 trabajadores de la salud fallecidos hasta la cuarta semana de agosto de 2.021, según el registro de la organización Médicos Unidos de Venezuela.
Las demandas se inclinan hacia aquellas quirúrgicas, teniendo en primera fila a ginecobstetricia y que el vacío también es inminente en aquellas especialidades que no son impartidas en Lara, tal como sucede con los neurólogos que provenían de Caracas, Mérida y Zulia. También ha influido de ese grupo de profesionales que se preparan en tierras larenses y estuvieron residenciados para formarse en la UCLA, pero regresan a ejercer en sus ciudades natales. Es un talento que se capacita en la entidad, pero sin atender en la localidad.
Al doctor René Rivas, presidente del Colegio de Médicos de Lara, le sobran los dedos de sus manos para contar lo limitado de algunos especialistas en la región. Solo quedan 3 neurólogos, 2 endocrinólogos, 3 reumatólogos, 6 neumonólogos y alrededor de 10 gastroenterólogos. “Las consultas en hospitales quedaron vacías y las citas en clínicas pueden extenderse hasta dos meses de espera”, lamenta de quienes acuden por necesidad a centros privados, que también sufren el latigazo por el déficit de estos expertos.
Los anestesiólogos también figuran en la lista, junto a hematólogos que provienen de Caracas. Situación similar en psiquiatría, que apenas pueda tener un par de especialistas en el sistema de salud pública.
La demanda de neumonólogos por la emergencia en pandemia, no ha afectado al sector público según Javier Cabrera, director regional de salud, al precisar que los casos de gravedad son atendidos por internistas e intensivistas, teniendo el apoyo de estos expertos en el hospital Luis Gómez López y en privados. “Este virus es sistemático y se busca tener una visión del todo”, recalca señalando que este vacío viene arrastrándose desde años atrás.
A más respaldo
La ventaja en los hospitales del sistema de salud pública viene dada por los residentes, quienes sostienen en la atención diaria y hasta superan una carga asistencial, que multiplica sus responsabilidades. Señala Luzmila Leal, coordinadora de la organización Médicos Unidos en Lara, que afrontan con su mística una demanda de solicitudes que padece el personal sanitario en general.
Las posibilidades de ofertas de trabajo, suelen ser más atractivas y seguras en centros clínicos privados. Además de sentirse de manos atadas sin la debida dotación de insumos, esos que suelen ser pedidos a los familiares de pacientes y terminan en listas que incluyen desde jeringas, suturas y otros que suben de costo al adquirir el tratamiento.
El llamado de atención no solo es respaldado por gremios y sindicatos, sino que el mismo personal supera el miedo de salir a protestar públicamente. Es tanta la indignación que se arriesgan a expedientes administrativos y hacen todo lo posible para no abandonar su puesto de trabajo, al punto de turnarse por momentos y así poder participar en la manifestación sin alterar su trabajo.
Pero otro punto frágil en estas especialidades, es que al tratarse de un personal de la tercera edad, pasa a jubilación y se retira de hospitales, pasando al libre ejercicio desde consultorios privados. Se trata un recurso humano que ya se dedicó a la salud y hasta como profesores titulares en el área de Medicina, pero que deja de ser renovado ante la falta de personal de nuevo ingreso.
El punto puede ser tan cerrado, que ni por simplificación de recaudos, hay interés de prestar servicio en públicos.
Sobreviven al retraso histórico
El impacto a nivel formativo lleva a José Félix Oletta, ex ministro de Salud, a ni siquiera poder comparar con aquellos momentos de paralización de Universidad Central de Venezuela (UCV). Lo califica como un retraso extraordinario que se va a más de 100 años atrás con la pandemia por influenza en el país.
“No hay situación similar”, recalca de ese periodo en 1.918 con una emergencia epidemiológica que superó los 25 mil muertos por esta gripe. La casa de estudio estuvo cerrada no por la pandemia, sino por orden político y nuevamente retoma actividades unos 4 ó 5 años después. La formación continuó, pero en la actualidad se lleva más de un año de paralización por sobradas razones de salud pública y con el acumulado del impacto adicional al sistema de salud pública, con fallas que van desde la carencia de protección en bioseguridad, garantía de insumos y demás condiciones que afectan directamente a los residentes. De allí, parte de las razones en prolongar los postgrados y que terminan desapareciendo como ofertas académicas, sin la debida convocatoria para los llamados a concurso.
Los residentes han resistido a esta prueba de fuego, con tanta exposición a contagiarse en los centros asistenciales y siendo ese recurso humano que afronta más responsabilidades por el déficit de personal.
Frente a ese panorama de limitaciones, Beatriz Sosa, coordinadora de Postgrados de la UCLA, señala que siempre hay interés para medicina interna, siendo una con prelación y como base a otras especialidades más complejas. Un internista puede ser el pilar entre todos los expertos, con la posibilidad de tener un diagnóstico previo y remitir a determinados especialistas.
La apatía y el riesgo siguen siendo los atenuantes en esos residentes que sienten el temor por la falta de seguridad, ante una pandemia que los deja al descubierto a las garras del Covid-19, considerado por el personal sanitario como una de las enfermedades laborales más frecuentes en este momento. Las esperanzas siguen vivas por más interés y ofertas académicas.