Cinco, seis y hasta siete hombres, con racimos de mamón en mano, se abalanzan sobre los vehículos en un pequeño distribuidor tras pasar El Guapo, en el estado Miranda. Son las 4:00 de la tarde de un domingo de septiembre, que en otros tiempos, se habría traducido en mayores ingresos para estos vendedores, que hoy poco le ven el queso a la tostada.
Raylí Luján / La Patilla
Esa es la imagen, que ahora se hace habitual, en un recorrido desde Caracas hasta Puerto La Cruz. De aquellos paraderos turísticos en una de las principales carreteras del país, que comunica el oriente, solo queda el recuerdo y algunos pocas ventas de artículos tradicionales como el casabe, entre Cúpira y Clarines.
La dolarización ya tiene que ser parte de los negocios. Las fallas en el servicio de internet y comunicación telefónica, así lo exigen. Sin señal para puntos electrónicos, que quedan de adorno, o un pago por transferencias desde un dispositivo móvil, solo queda oportunidad para el dinero en efectivo, siempre que sean divisas o trueques.
Las alcabalas policiales están a la orden del día. Y aunque se han reducido en los últimos meses, se contabilizan al menos 14 en todo el recorrido. Sin embargo, las carencias se hacen notar, sobre todo en las pertenecientes a la policía estatal.
Efectivos de Polimiranda le dan prioridad al agua en las solicitudes que hacen a viajeros y conductores. En los puntos de control de la Guardia Nacional Bolivariana, que son los más abundantes, optan por exigir documentos en regla, que chequean con escaners, o en su defecto requieren algún apoyo extraoficial.
El estado de las vías y la maleza alta se prestan para cualquier incidente relacionado con la delincuencia, que no está tan oculta en el trayecto. Al ser reconocidos como zonas de paz los alrededores de Barlovento, las pequeñas y grandes bandas delincuenciales operan a sus anchas. Se les ven a muchos de ellos merodeando en las troncales, siendo reconocidos por los lugareños, que se activan con miradas y señas entre sí.