Hay países que son perseguidos y acosados por los más temibles desastres naturales, entre ellos Indonesia que ha escarmentado, por lo menos, 29 desastres naturales en el transcurso del año 2020, sin dejar de destacar el hecho de que Argentina, junto a Australia y los países del Centro de Europa, han sido igualmente afectados por sucesos de esa naturaleza. En tiempo real se contabilizan hasta la fecha, en lo que va del año 2021, fuertes temporadas de huracanes en el Atlántico, igualmente en el Pacífico y terremotos de gran escala como el que estremeció otra vez, a la cercana isla de Haití. Los datos respecto a los países que están en la mira de esos acontecimientos revelan que los mayores focos de riesgo apuntan hacia Oceanía, el sureste de Asía, Centroamérica y el occidente y centro de África. Se dice que de los 172 países sometidos a seguimiento para análisis de este tipo, Vanuatu viene siendo el país con el mayor riesgo de acusar una catástrofe. (Diez Grandes Catástrofes de la Memoria, Wikipedia, El País Semanal)
En conclusión, tenemos que los sismos, los fenómenos volcánicos, los deslizamientos de rocas y de tierra, hundimientos y sumideros, al igual que los aluviones, erosiones de riberas y desbordamientos son, entre muchos, los desastres que azotan a nuestros países. Ya lo hemos vivido recientemente en poblaciones de Mérida en la que esos sucesos tan lamentables, dejaron una estela de terror y muerte. No debemos ignorar las consecuencias del susto que provocan los sismos registrados en poblaciones del oriente y del occidente venezolano, o las inundaciones que causó el desbordamiento del río Neverí en el estado Anzoátegui, que dio lugar a hechos que llaman poderosamente la atención, como son las apariciones de enjambres de avispas asesinas, de caimanes y culebras que se arrastran en las vías públicas de Barcelona.
Lo cierto es que ante todos esos acontecimientos, la gente suele unirse para encarar las amenazas y los inevitables desastres que se derivan de la materialización de todos esos fenómenos naturales. Así vemos ahora a miles de personas y voceros de instituciones dándole respaldo a la comunidad de La Palma, demostrando que la fuerza de la solidaridad humana es también poderosa como la lava que brota de la garganta del volcán activado en las islas canarias. La experiencia ha ido enseñando que debemos prepararnos para evitar males mayores, que es vital tomar en cuenta las advertencias que oportunamente hacen los expertos a través de los medios de comunicación para reducir los niveles de riesgos antes comentados y lo más importante, que cada día se evidencia un espíritu de solidaridad que hace posible socorrer a millones de seres que se ven urgidos de apoyo material y espiritual para poder dejar atrás las secuelas de semejantes acontecimientos.