El príncipe William tenía apenas 14 años cuando terminó el tortuoso matrimonio de sus padres, en agosto de 1996. Se trató de un momento extremadamente difícil para el joven que no solo atravesaba la primera etapa de su adolescencia, sino que también debió soportar el divorcio de Carlos y Lady Di con los ojos del mundo puestos sobre la familia.
Por La Nación
Después de cuatro años de trámites y papeleos, la princesa aceptó el acuerdo que le propuso la corona: recibiría 17 millones de libras esterlinas de una sola vez y 350 mil al año, podría seguir viviendo en el palacio de Kensington y compartiría la custodia de sus dos hijos, William y Harry. Lo único que faltaba resolver era el asunto de los títulos reales.
En este sentido, hubo un conflicto entre el príncipe Carlos y la reina Isabel. Mientras que la monarca no tenía inconveniente en que Diana conservara el título de Su Alteza Real, al heredero al trono no le parecía lo correcto. Por eso, al final, se decidió que la princesa perdiera todos los honores que hasta entonces había disfrutado. Esto la alejó más de la familia, pero lo peor -y más humillante- es que significó tener que hacer una reverencia hasta a sus propios hijos.
A pesar de su corta edad, William, que estaba estudiando en el Eton College en ese momento, estuvo allí para apoyar a su madre en el difícil momento que estaba atravesando y le hizo una desgarradora promesa.
En su libro A Royal Duty, el mayordomo y amigo cercano de Lady Di, Paul Burrell, revela que el adolescente se comprometió a restaurar su título, diciendo: “No te preocupes, mamá, te lo devolveré algún día cuando sea rey”. Según Burrell, la conversación dejó a la princesa llorando.
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