La guerra suele mostrar la peor cara de la humanidad, esa máquina perfecta que sólo crea muerte. Pero también, en esos momentos de adversidad, es cuando surgen personas que usan sus habilidades para el bien común y, entre tanta oscuridad, dan un poco de luz que genera esperanza.
Por Clarín
Este es el caso de Anna Coleman Ladd, una artista norteamericana que, instalada en Europa, supo darles una solución a los soldados que volvían de combatir en la Primera Guerra Mundial con sus rostros completamente desfigurados.
Es que la joven mujer encontró una solución enorme para un gran problema. En el momento en que la cirugía plástica era incapaz de hacerlo, ella utilizó sus habilidades artísticas para crear máscaras faciales y devolverles la cara a aquellos combatientes que volvían con múltiples daños en el rostro, restituyendo así también su autoestima.
Esculpir rostros heridos
Anna Coleman nació el 15 de junio de 1878 en Filadelfia, Estados Unidos. Se formó como escultora en Roma y París. Escribió dos libros y dos obras teatrales (una de las cuales incluía la historia de una escultora que participaba de un conflicto bélico) y se casó con el doctor Maynard Ladd en 1905, de quien obtuvo el apellido.
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