La congelación de grasa o criolipólisis es un procedimiento cosmético popular. Se estima que clínicas y spas llevan a cabo más de ocho millones de tratamientos de este tipo cada año en el mundo.
Por BBC
Pero últimamente ha acaparado titulares.
La modelo canadiense Linda Evangelista, conocida como una de las supermodelos de los 1990, ha presentado una demanda por US$50 millones por el tratamiento que, según asegura, la “deformó brutalmente”.
Dice que ha desarrollado hiperplasia adiposa paradójica (HAP), un raro efecto secundario que le produjo justo “lo contrario de lo prometido”, al incrementar las células de grasa; un riesgo, según la exmodelo, del que no la informaron.
La compañía a la que Evangelista acusa no ha respondido a la petición de comentarios de la BBC. Ahora afirma en su página web que “los resultados de los pacientes podrían variar” y que “también podrían ocurrir raros efectos secundarios”, lo que, según los asesores de Evangelista, se añadió después de que se sometiera al procedimiento.
Pero ¿cuáles son los riesgos y qué implica el tratamiento? A continuación, tres personas comparten sus experiencias.
“Sientes como si te absorbiera un aspirador”
Los tratamientos cosméticos no son nada nuevo para la británica Ailsa Burno-Murdoch, de 39 años.
Ha sufrido por su apariencia desde que era una adolescente y a los 21 ya se había sometido a una liposucción y a implantes mamarios, algo que no les contó ni a sus amigos ni a su familia.
“Me hice una liposucción, pero tenía un desorden alimenticio y trastorno dismórfico corporal”.
“Ni siquiera debí haberme sometido a ella. Estaba bastante delgada entonces”, le contó a la BBC.
Una mudanza al Caribe desató los viejos miedos a mostrar su cuerpo, así que optó por un tratamiento de congelación de grasa el año pasado, recibiendo un total de tres sesiones durante sendos meses en espalda, brazos, abdomen y cara interior de los muslos.
Tras informarse sobre el tratamiento optó por la alternativa más barata.
“Tenía que elegir entre un lugar que era básicamente una habitación bajo una peluquería en el que una mujer operaba, o ir a una de esas clínicas sofisticadas en unos grandes almacenes”.
“Al final, fue el precio lo que me hizo decantarme y terminé acudiendo al local más barato”.
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