Se trata de un hombre de complexión mediana, pero en el balanceo marino con el que entra por la puerta, la cabeza redonda y rotunda, se adivina un cuerpo expansivo. Esconde, muy adentro, el obeso que un día fue y que a veces se asoma sin avisar. “Me comería todos esos dulces”, señala una vitrina de la chocolatería del norte de Bogotá en la que nos hemos citado. A Andrés Parra (Cali, 1977) la vida le puso a prueba cuando le dio una popularidad desmesurada en América Latina por su magnífica interpretación del narcotraficante colombiano Pablo Escobar en la serie El patrón del mal. Un éxito que podría volver loco a cualquiera. Parra lo lleva lo mejor que puede, quizá porque la locura le viene de fábrica. Es un tipo locuaz, ágil de mente, que se ríe a carcajadas con sus propios chistes y que cuando ve que a ti también te hace gracia insiste con la broma. Papito, papo, marica, dice, dele candela con la entrevista.
Pregunta. De niño le echaron del colegio.
Respuesta. Me dijeron que me podía quedar si no volvía a hacer teatro. O teatro o se gradúa, me dijeron. Y me fui.
P. Le leo algo que ha dicho: la maldad me trae mucho. ¿Por eso después interpretó a Hugo Chávez en otra serie?
R. Cuando le hice la disección, ese es el personaje más maravilloso que se puede hacer.
P. ¿Más que Escobar?
R. Escobar es un chiste a su lado. Yo me obsesioné con ese trabajo. Todo fue perfecto. Me dieron un año y medio para estudiar el personaje. Y después fue ese fracaso tan grande [la serie El Comandante apenas tuvo repercusión].
P. ¿Qué se aprende de una hostia como esa?
R. Me dio duro. Aprendí a reconectar conmigo. Yo pensaba que después de Escobar, Hollywood me iba a rogar que estuviera con ellos. Me obligó a reflexionar sobre en qué momento me obligué a trabajar por premios, reconocimiento, por ser el actor más hijoeputa. Yo no era eso. Todo el trabajo a la puta mierda. Tengo esos dos récords, la serie más vista, Escobar, y la menos vista, Chávez. Esas dos medallitas las llevo en el pecho.