Una pareja disfruta de dos cervezas en una pequeña mesa de madera, ubicada en el centro de un bar, en medio de una decoración particular. Entre el polvo y una luz tenue, los artículos en las paredes hablan por sí solos.
La Patilla
“La primera vez que vine tuve miedo. Me parecía muy sobrio el lugar, pero luego fui descubriendo cada detalle y ahora me paso por aquí los viernes y algunas veces traigo conmigo a un nuevo en la zona”, comenta una joven de unos 35 años de edad, fiel cliente del bar El Torero, ubicado en Catia.
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Este popular establecimiento, fundado en 1987, no siempre estuvo dedicado a la venta de licores. Cuando abrió sus puertas a los caraqueños, ofrecía un menú económico de entrada y plato fuerte, que luego mutó a rondas de cervezas en oferta.
Peter, dueño del local, se interesó siempre por artículos antiguos y comenzó así su propia colección, que fue creciendo y adecuándose con donaciones.
Máquinas de escribir, recortes de prensa, cámaras fotográficas, trajes típicos, billetes descontinuados, armas antiguas y demás artilugios se encuentran en El Torero, que en cada pequeña habitación es capaz de hacer viajar a sus visitantes en el tiempo.
Es considerado patrimonio de la ciudad y se le conoce desde siempre como el primer bar-museo, en la calle Maury de Catia, reconocido por los habitantes de la zona y otros ajenos a ella.
Una lista de personalidades reposa en una de las esquinas del bar. Luis Herrera Campins, Leopoldo López, Nicolás Maduro, los hermanos Primera han dejado allí su huella.
La nostalgia también suele adueñarse del espacio, que refleja esa Caracas cultural, la que hoy es posible rescatar a través del recuerdo que emanan los artefactos curiosos que allí se encuentran.