Supongamos que estamos en un sitio público, una plaza, un restaurant, un concierto o en un parque, con nuestros hijos pequeños y nuestra pareja. Y, de repente, vemos cerca a nosotros a otra pareja de desconocidos tomada de la mano, compartiendo su espacio y expresándose cariño mutuo. Si esa pareja es de un hombre y una mujer, quizá pase desapercibida a nuestros ojos pero, hablemos con sinceridad, si esa pareja es conformada por dos personas del mismo sexo, ¿Cómo actuamos? ¿Cómo deberíamos actuar? ¿Qué dicen nuestros actos y pensamientos sobre nosotros?.
En Venezuela, es común que existan diferentes formas de trato para los dos tipos de pareja. Han ocurrido, desde hace mucho, expresiones de rechazo a las parejas del mismo sexo que van desde humillaciones, insultos, expulsión de lugares públicos y privados e, incluso, actos de violencia física. El argumento usado por los homofóbicos es que “dan el mal ejemplo”, “no respetan que hay niños” y que tales parejas deben ser rechazadas porque son expresiones de exhibicionismo incompatibles con la moral pública. Es obvio que no es correcto tener sexo en público, pero un beso en público y tomarse de la mano, entre dos personas que abiertamente se quieren, es totalmente permisible entre parejas heterosexuales o entre parejas igualitarias dado que no existe ninguna ley que expresamente prohíba tales muestras de afecto. El problema no es legal, es cultural.
Si le diéramos la razón a los argumentos homofóbicos tendríamos que aprobar reformas constitucionales y legales que deroguen el libre tránsito y el libre desarrollo de la personalidad conforme a la orientación sexual de las personas, eso, sin duda, haría que existieran ciudadanos de primera y ciudadanos de segunda. De allí a un campo de concentración y el exterminio de los “indeseables” hay un paso y ese camino ya lo recorrieron en otros países, como en la Alemania de Hitler, con sus uniformes identificativos, sus leyes discriminatorias, sus cautiverios, sus cámaras de gas y sus hornos.
¿No se llegaría tan lejos? ¿Qué nos hace pensar que no?, por lo que se sabe, todo crimen de lesa humanidad comienza por negar la humanidad a las víctimas, es decir, suponer que existe una desigualdad de derechos y dignidad entre unas personas y otras. Si deseo aniquilar a otra persona que no soporto inicio mi crimen al negarle la condición de persona, a continuación será “desviado”, “marico”, “pecador”, “enfermo” pero persona no.
Las cosas se hacen más complejas cuando la situaciones se hacen más cotidianas y cercanas. Recuerdo que mi mamá, en su condición de jefa de enfermeras de un centro de salud en Lara, fue conminada a despedir a una enfermera subordinada porque aquella era lesbiana. Ella se negó, pero de haberlo hecho hubiese encontrado aplausos y no rechazo en su contexto social. ¿Podría un docente en una escuela ser abiertamente gay? ¿Puede un adolescente transexual ser estudiante en un liceo y no ser golpeado o maltratado al mismo tiempo? ¿Se puede perder un empleo en Venezuela por tener una pareja del mismo sexo? Cada pregunta revela, más que condiciones legales, hechos culturales que en nuestro país no podemos ocultar. Somos una sociedad intolerante y lo demostramos todos los días, no soportamos a la gente diferente y eso anula los derechos humanos de quienes son, estadísticamente, el 9% de la población, más o menos unas 3 millones de personas.
El argumentario homofóbico no sorprende cuando insiste en que “matrimonio viene de matriz”, por tanto, si el sexo no conduce a la procreación es contra natura, pues bien, tienen 20 puntos en etimología pero 0 en comprensión de la conducta humana. Aunque suene a blasfemia, los seres humanos tenemos sexo por placer y, si fuimos creación divina, pues así nos crearon. El placer, el amor y la reproducción sería bueno encontrarlo en un solo lugar, muchas veces no ocurre así y por eso existen tantos tipos de familias, incluso aquellas donde las parejas, hablando de sus hijos, dicen que tienen “los míos, los tuyos y los nuestros”.
Hoy estamos en la campaña electoral para elegir autoridades regionales y municipales, claramente no está en juego la aprobación del matrimonio igualitario, pero si debe estar en el debate público local el responder las siguientes preguntas: ¿cuál debe ser la política pública para asegurar la vigencia de los derechos humanos y el respeto a la dignidad de las personas en los espacios públicos de la ciudad? ¿Debemos mantener la desigualdad de derechos o debemos promover la tolerancia y la civilidad?
Julio Castellanos / jcclozada@gmail.com / @rockypolitica