La crisis económica en Venezuela ha obligado a que en los últimos años los venezolanos no solo emigren fuera del país, sino también que haya una migración interna. El sur del estado Bolívar luce como un destino apetecible para muchos que buscan mejorar su situación económica a través de la minería y así poder mantener a sus familias.
Por Pableysa Ostos / LaPatilla
Un punto de control de la Guardia Nacional Bolivariana (GNB) sobre varios baches en la carretera es señal de que estamos en Tumeremo, al sur del estado Bolívar. Desde hace 2 años no visitaba la población minera. A simple vista todo parece estar igual, pero mientras nos vamos adentrando vemos que algunas cosas han cambiado.
En varios negocios grandes y pequeños, abunda el mensaje de “Zona Wifi”. Hace un tiempo eran contados los establecimientos que prestaban ese servicio, pero tras la llegada del internet satelital en varias zonas de la población, estos tienen la oportunidad de alquilarlo a 4 bolívares en efectivo por una hora, es decir, poco menos de un dólar.
El problema con el agua potable es cada vez más grave, así como el de la vialidad y la electricidad. El equipo de La Patilla vivió la carencia de estos servicios. En la posada donde nos hospedamos, la energía eléctrica falló a las 2:00 de la madrugada, y aún pasadas las 12:00 del mediodía, el servicio no había sido restablecido. Más de 10 horas sin electricidad.
Uno de los habitantes nos dijo que la situación no es nueva. “A veces algunos sectores pasan hasta días sin energía eléctrica. El suministro que nos llega es de la subestación que está en El Callao -a menos de 30 minutos de Tumeremo-, y si falla algo allá, repercute aquí. Pero también hubo meses que se registraron cortes intencionales allá con la finalidad de afectar a la población”, afirmó.
Este alejado pueblo tampoco está exento a la escasez de combustible, el cual llega una vez cada tres meses -a veces pasa más tiempo -, y la gente se ve en la necesidad de adquirirlo con ‘pimpineros’ (revendedores) a 0.06 milésimas de oro, lo que equivale a unos 2.5 dólares por litro de gasolina.
La actividad económica también ha tenido un cambio: pasadas las 7:00 de la noche, aún se consiguen comercios abiertos, siendo las transacciones en oro y dólares las más empleadas.
Migración interna
A la salida de la mina El Cacho en el municipio Sifontes, se ven mineros caminar tras una larga jornada de trabajo. Algunos van en grupos, otros solos, llevando consigo un morral y su batea.
“Tengo 8 años trabajando en la minería, vengo de Sucre. Me mudé para acá porque tengo familia en Ciudad Bolívar y me comentaron que aquí se podía hacer dinero. En Sucre dejé a mi esposa e hija de 7 años, ya voy para un año sin verlos. Semanal o quincenal les envió dinero, dependiendo de la producción, a veces me da para enviarles una grama-160 bolívares- o 4 puntos-16 bolívares cada uno-“, comentó el joven de 24 años.
Al salir del bachillerato, estudió y se graduó de técnico mercantil. Ante la pregunta de por qué no ejerció su profesión, admite entre risas: “Por las cosas que pasan en el país. Es fuerte y sobre todo para mantener a mi hija. La niña nació cuando yo tenía 16 años. La minería es mi sustento y el de mi familia”.
Mucho se habla de la migración externa que se ha venido desarrollando en el país desde los últimos años, y poco de la migración interna. Venezolanos de otros estados se han trasladado hasta el sur del estado Bolívar con la finalidad de obtener ingresos que les permita sobrellevar la crisis económica.
Otro joven, de 28 años, oriundo de Maturín, nos explicó que desde hace 4 años trabaja la minería artesanal, y el motivo que lo impulsó a tomar la decisión de moverse a la población minera fue la situación económica. “La necesidad hizo que viniera para acá a chambear. Tengo dos niños de 2 y 8 años. Ahorita la cosa está algo difícil, entonces a veces les mando 30 bolívares, 40 bolívares, eso es semanal. A veces la niña se enferma y eso es otro gasto, más la casa en la que estoy aquí, el alquiler, etc”, detalló.
Ante la interrogante de si ha pensado irse del país respondió que “uno mira las cosas que les pasa a otras personas en otros países, los matan, los tratan como basura. Imagínese uno al extranjero lo trata bien aquí, y allá tratan mal a uno, ¿para qué me voy?”.
Él tiene 4 años que no va a Maturín a ver a su familia. Explica que no hace el viaje por los altos costos del pasaje. “Y yo lo que hago es echar batea, no barranqueo, lo poco que saco es para mandarles a ellos y para yo mantenerme aquí”.
Pero la migración interna no ha sido solo para trabajar la minería. En una pequeña tienda de ropa trabaja una joven de 24 años. Es merideña y su esposo fue el primero en mudarse a Tumeremo. Ella se residenció allí este año. Ambos venden ropas en pequeños locales ubicados en una de las calles principales del pueblo. Confiesa que la situación del país la obligó a embarcarse hasta esta zona, un ambiente completamente nuevo para ella.
Orden en la mina
Antes de que cayera la tarde, nos subimos en unas motos y nos adentramos a la mina El Cacho. Habíamos escuchado hablar del lugar como un área donde las personas son “castigadas” tras cometer faltas.
Tras unos 15 minutos, llegamos al sitio. Había risas… Mujeres, hombres y niños, en un ambiente jovial y hasta familiar en el que comparten alrededor de 300 personas entre los que practican la minería artesanal, que es la que se realiza con bateas en los ríos, y aquellos que lo hacen en barranco, que implica un proceso más laborioso para obtener el oro, descendiendo varios metros en profundos huecos que cavan en la tierra y donde usan maquinarias.
Trabajan de lunes a domingo, desde las 8:00 de la mañana hasta las 4:00 de la tarde quienes se dedican a minar en forma artesanal, mientras que los mineros de barranco trabajan por guardias en cuadrillas.
Los mineros durante mucho tiempo vivieron en zozobra y extorsionados por el control de grupos comandados por Jamilton Andrés Ulloa Suarez, alias “el Topo”, luego por Josué Enrique Zurita Arévalo, apodado “Coporo”, pero esa época de miedo pareciera ser cosa del pasado.
Hoy existe una organización que mantiene un orden en las minas. “Aquí nadie es abusado o maltratado, se les respeta sus equipos, se les da su valor humano. Si no fuera seguro aquí dentro, ellos no vivirían con sus familias”, explicó un vocero de la mina. “Y es un cambio que se ha notado en el pueblo. Hay un mejor sistema de vida, se cuenta con asistencia médica, seguridad, mucho más apoyo y ayudas”, afirmó.
Autogestión
Desde hace meses en la población de Tumeremo funciona la Fundación de Gestión Social Integral Las 3RRR, bajo el lema “trabajamos por el bienestar y mejor calidad de vida de nuestro pueblo”. Es una organización integrada por los propios mineros y empresarios.
Una de las obras que gestionan es el comedor popular Pedro Villegas, el cual atiende a 200 personas diariamente, divididas entre 150 adultos y 50 menores de edad. Han recuperado canchas y en algunos sectores las han construido. También han habilitado los módulos asistenciales, así como gimnasios al aire libre.
Por medio de alianzas con comerciantes, han alumbrado a las comunidades, donado transformadores y prestado apoyos alimenticios como bolsas de comida y camiones de pescado, sobre todo en las zonas más necesitadas de la población, ayudando a más de 10 mil habitantes.
Elecciones en puerta
El actual alcalde del municipio Sifontes es Juan Vicente Rojas, quien busca la reelección por el Partido Socialista Unido de Venezuela (PSUV). Durante nuestra estadía en el pueblo minero, lo vimos una sola vez. Estaba en la plaza, en una pequeña concentración, rodeado de funcionarios militares en la inauguración de un torneo de voleibol.
Algunos habitantes de la población destacaron que “realmente no ha hecho nada por la población. Parece no dolerle Tumeremo, y si alguien externo intenta hacer algo por las comunidades, se incomoda, le manda el gobierno”.
El candidato que pareciera tener mayor aceptación es Daniel Romero, apoyado por el Partido Comunista de Venezuela (PCV). Su jefe del comando de campaña, César Velasco, comentó que el candidato está enfocado en proyectarse en los temas educativos, culturales y deportivos.
“Durante la campaña hemos realizado más de 10 jornadas médico asistencial y recreativas, jornadas de vacunación, atención a las embarazadas, donación de canastillas, entre otros. Hemos buscado atender a las comunidades, las más necesitadas, ayudar al pueblo que tiene tantos años desatendido”, destacó Velasco.
El cambio en la población del municipio se observa en el aumento considerable del patrón electoral para este próximo 21 de noviembre. En el caso de Tumeremo, más de 2.000 personas habrían realizado cambio de residencia, y en El Dorado la cifra asciende a unas 1.000 personas. Antes había 34.149 electores registrados para ejercer su derecho al voto en el municipio Sifontes, pero para estos comicios regionales el patrón electoral es de 39.774 personas.