Diane Zamora tenía un sueño loco: quería ser astronauta. David Graham también quería vivir circulando por el aire como piloto. El día que se toparon en una reunión de voluntarios de la Patrulla Aérea Civil en el aeropuerto Spinks, cerca de Crowley, en el estado de Texas, Estados Unidos, hablaron sin parar de sus fantasías aéreas. Tenían 14 años y estaban llenos de esperanzas. Corría el año 1991.
Por Infobae
Tanto Diane (una morocha atractiva muy decidida, nacida el 21 de enero de 1978) como David (alto, rubio, de ojos claros y perseverante en sus objetivos) eran estudiantes de honor en sus respectivos colegios. Ella asistía a la secundaria de Crowley y él a la de Mansfield, donde era una estrella del atletismo y sus compañeras lo calificaban como un chico buenmozo, ultra caballero y educado.
Tres años después de aquella charla inicial, Diane y David comenzaron una relación seria. Un mes más tarde, consolidaron su noviazgo y anunciaron su compromiso.
Todo marchaba sobre ruedas y, en junio de 1996 terminando el secundario, recibieron la noticia de que sus aplicaciones habían sido admitidas: él, en la Academia de la Fuerza Aérea de los Estados Unidos y, ella, en la Academia Naval.
Todos pensaron que la pareja tendría un futuro brillante. Pero antes de esta maravillosa convocatoria como cadetes, ya habían hecho algo horrible que torcería irremediablemente el rumbo de tres vidas.
Triángulo fatal
Adrianne Jones tenía 16 años (había nacido el 18 de junio de 1979), era una belleza clásica norteamericana y había ido con David al mismo secundario. Era, además, una destacada estudiante que tenía planeado asistir a la Universidad de Texas para convertirse en “analista de comportamiento”. El tema que había elegido como vocación le podría haber servido de mucho, pero lo que le pasó ocurrió mucho antes de que ella adquiriera habilidades para observar las conductas ajenas. Nunca llegó a tener los conocimientos necesarios para anticiparse a lo que sería su propio crimen. Adrianne -sexy y deportista- tenía mucho éxito entre sus pares. Conocía a David desde siempre y le gustaba coquetear, como cualquier adolescente, con los chicos de su edad. Vivía con sus padres, Linda y Bill, y dos hermanos.
El 4 de noviembre de 1995, David Graham llevó a Adrianna Jones a su casa luego de una competencia regional del equipo de cross-country donde participaban juntos. Dentro del auto la atracción entre ambos fue inmediata. David terminó deteniendo el vehículo para mantener relaciones sexuales con ella. Pero, luego del desahogo pasional, la culpa empezó a carcomer a David. Esa misma noche fue a visitar a su novia Diane con un regalo: un peluche gigante. Diane detectó enseguida, en los ojos de su novio, una mirada distinta. Algo había ocurrido.
La chispa de los celos se encendió y comenzó a extenderse como una hoguera infernal. “Esa mirada en sus ojos era horrible, se veía tan asustado”, explicaría Diane mucho tiempo después.
La verdad era que David estaba siendo consumido por su sentimiento de culpabilidad. Se lo comentó a varios amigos. Un mes después, cuando Diane le preguntó directamente si había otras chicas con las que hubiera coqueteado o tenido relaciones, él confesó. Le dijo que había tenido sexo con Adrianne Jones. La discusión fue fuerte y terminó con Diane tirada en el piso, en un descontrolado ataque de nervios, vociferando: “¡¡¡Matala, matala, matala!!!”.
David, anonadado, intentó calmar a su novia sin éxito. Diane amenazó con dejarlo o con suicidarse si David no mataba a Adrianne. El joven se sintió atrapado y accedió. La manipulación había surtido efecto.
El 2 de diciembre de 1995 la pareja comenzó a pergeñar su plan.
Los jóvenes aparentemente inteligentes y exitosos estaban gestando una bomba letal. El combustible era la obsesión y, el fósforo que encendería la mecha, los celos patológicos.
El “peligro” de hablar de más
Un mes después, el 4 de diciembre de 1995, un granjero descubrió un cadáver en un terreno en Seeton Road, cerca del lago Joe Pool. La cara era irreconocible. Tenía un tiro en la mejilla y otro en medio de la frente. Llevaba puesto un short de franela y una remera gris donde se leía “UIL Region 1 Cross Country Regionals 1995?.
Primero fue catalogada como NN. Era evidente para los peritos que el tirador había estado parado a pocos pasos de ella cuando gatilló. El cuerpo presentaba golpes brutales y varios tiros en el cráneo, pero la víctima no había sido asaltada sexualmente.
En pocas horas supieron que el cuerpo pertenecía a la estudiante de secundaria Adrianne Jones, que estaba desaparecida desde la noche anterior.
Nadie vinculó esa muerte con David y Diane. Por lo menos, no inmediatamente. Incluso, al enterarse de los hechos, David lloró en público.
La policía no tenía demasiadas pistas sobre lo ocurrido con Adrianne, aunque suponían que la víctima conocía a su atacante.
En agosto de 1996, la pareja Zamora-Graham recién graduada del secundario, ingresó para continuar con sus estudios en los dos servicios de élite en los que habían sido aceptados. Pero sus nuevas vidas durarían poquísimo.
La investigación del crimen estaba estancada. Nueve meses después del asesinato, a principios de septiembre de 1996, los detectives recibieron unas declaraciones cruciales que calentaron la pesquisa. Dos jóvenes informantes les aseguraron que Diane Zamora les había admitido que ella y su novio habían asesinado a Adrianne y que el crimen había sido la prueba “de amor de David” hacia Diane.
Diane Zamora se había autotraicionado. Para alardear les había contado del homicidio a sus dos compañeras de cuarto de la academia: Kristina Mason y Jennifer McKearny. Y ellas corrieron a notificar sobre esto a la policía local de Texas, donde había ocurrido el asesinato.
Diane, además, se había acercado mucho en la academia a un joven llamado Jay Guild y David estaba muerto de celos. A “su nuevo amigo”, Diane le había contado lo mismo. Jay declaró en la justicia escandalizado: “Básicamente me contó: Yo le dije que la matara. Ella sentía que se lo merecía porque se había metido con una posesión suya. Y dijo que, si lo tuviera que volver a hacer, lo haría de nuevo”.
Capaz que nunca se hubiera llegado a la verdad si Diane no hubiese abierto la boca.
Apenas las autoridades contactaron a Diane, ella negó todo y voló inmediatamente hacia donde estaba estudiando David, quien a su vez también negó los hechos. Aseguró no tener idea sobre por qué su novia había dicho semejante mentira.
El 6 de septiembre de 1996, Diane Zamora y David Graham quedaron detenidos. En treinta horas de interrogatorio David Graham se quebró y terminó confesando haber matado a Adrianne luego de fallar ante el detector de mentiras. Sus dichos quedaron escritos en cuatro páginas y media. Una de sus frases fue: “No tenía malos sentimientos por Adrianne, pero nadie podía interponerse entre Diane y yo”.
Su declaración fue llevada por la policía a la casa de los abuelos de Diane Zamora, donde ella estaba durmiendo. A la una de la madrugada fue detenida. No se mostró conmovida, ni lloró. Acabó por confesar y los detectives de homicidios pudieron reconstruir lo sucedido.
Reconstrucción de un crimen
David y Dianne habían planeado el asesinato de Adrianne. La idea inicial era tirar su cadáver a un lago, con pesas atadas al cuerpo para que la mantuvieran hundida para siempre. No llegaron a hacerlo.
Las cosas se habían desencadenado de la siguiente manera.
La noche del domingo 3 de diciembre de 1995, Adrianne estaba tirada en la cama de su cuarto, hablando por teléfono con su novio Tracy Smith, cuando recibió otra llamada. Colgó y atendió la llamada entrante. Era David Graham. Su madre Linda, desde el pasillo, la escuchó hablar. Parecía que Adrianne hablaba con alguien que estaba molesto por algo. David convenció a Adrianne de escabullirse en medio de la noche para hablar de los problemas que él tenía con su novia. Un poco más tarde, David la pasó a buscar con el auto de los padres de Diane Zamora, un Mazda Protege. Adrianne se subió engañada al vehículo para salir con su compañero a conversar. No sospechaba que Diane, la novia del joven, iba escondida en el baúl del coche. Adrianne se sentó relajada en el asiento del acompañante. No tenía la menor idea de que estaba viviendo sus últimos minutos de vida.
David condujo hacia un lugar alejado, el lago Joe Pool.
Llegaron a las 12.30 de la madrugada del 4 de diciembre. Fue, entonces, que Diane Zamora salió sorpresivamente de su escondite y comenzó a increpar a Adrianne preguntándole si había tenido sexo con su novio. Adrianne lo admitió, pero dijo que no lo había disfrutado porque se había sentido muy culpable. Diane enloqueció de rabia y le tiró del pelo con todas sus fuerzas. Luego, tomó unas pesas de metal y comenzó a golpearla en la cabeza. La sangre comenzó a brotar y la víctima se defendió. No cayó muerta como esperaban ellos, según lo que habían visto en las películas. Adrianne peleó por su vida y se las ingenió para bajar del auto. Intentó correr, pero sus graves heridas no le permitieron ir muy lejos. David tomó su Makárov 9 mm y disparó un primer tiro de lejos. La siguió y tiró otra vez a la cabeza. Impactó de lleno en la cara de Adrianne que cayó pesadamente sobre el pasto. David se acercó y, mirándola de frente, le incrustó una bala entre los dos ojos. Adrianne se quedó quieta.
David volvió al auto y le dijo a Diane: “Te amo bebé, ¿me crees ahora?”. Según la declaración de Diane Zamora, acto seguido se preguntaron qué harían. David respondió: “No sé. No puedo creer lo que hicimos”.
Optaron por irse inmediatamente y se dirigieron a la casa de un conocido en común. Allí se cambiaron, se deshicieron de la ropa llena de sangre. Diane temía la reacción de su padre: el auto estaba lleno de sangre. Mientras David no soportaba volver al auto y ella se dedicó a limpiarlo.
David Graham vomitó varias veces en ese lapso de tiempo desde el asesinato. En su diario personal Diane anotó: “Adrianne 01:38 a.m.” Era la hora señalada en la que sus celos habían dejado de tener un motivo.
Luego, ese mismo 4 de diciembre, retornaron a sus vidas prometedoras. David se dirigió a su Academia de la Fuerza Aérea en Colorado Springs; Diane Zamora, partió a la Academia Naval de los Estados Unidos en Annapolis, en Maryland, donde estudiaba para ser guardiamarina. Hay una foto elocuente, del 24 de junio de 1996, que los muestra juntos y sonrientes con sus recientes admisiones como cadetes en sus manos… impunes todavía.
Ningún arrepentimiento
Los hechos relatados por ambos eran bastante parecidos. Por supuesto que, luego, aconsejados por sus respectivos abogados, cambiaron sus declaraciones iniciales. Y así fue que empezaron a acusarse mutuamente. David dijo que no era culpable del crimen, que era Diane la que había disparado y que él solo la había ayudado a cubrirlo. Diane Zamora aseguró exactamente lo contrario. Estrategias que no funcionaron.
El amor, después de todo, no había sido tan grande como para sobrevivir a un asesinato.
El arma de 9 mm fue recuperada en el ático ubicado arriba del dormitorio de David Graham.
Enfrentaron dos juicios separados. El de Diane Zamora duró dos semanas. Diane le habría confesado a otros testigos no experimentar ningún remordimiento por la muerte de Adrianne Jones.
A pesar de eso, Linda Jones, la madre de Adrianne, fue piadosa y no quiso la pena de muerte como opción para ninguno de los acusados. No quería cargar con semejante peso.
El caso ocupó los titulares de la prensa norteamericana y la transmisión de la cobertura del juicio por Court TV generó el rating más alto que hubieran tenido hasta entonces.
El 17 de febrero de 1998, luego de dos días de deliberaciones el jurado encontró a Diane Zamora, culpable. Fue condenada a perpetua y podría ser liberada bajo palabra en el 2036, luego de cumplir 40 años de cárcel. Para entonces tendrá 58 años.
David Graham fue juzgado unos meses después, el 24 de julio, y obtuvo idéntica pena.
El abogado de Diane Zamora apeló la sentencia en 2005 aduciendo que David Graham no había llevado en su auto a Adrianne y que no había tenido relaciones sexuales con ella. No consiguió nada con sus artimañas.
Lo cierto es que tiempo después, en 2008, durante una entrevista, el mismo David Graham aclaró que, efectivamente, las relaciones sexuales ocurrieron y que sus dichos negándolo habían tenido que ver con la estrategia de defensa de sus propios abogados.
David consiguió tras los barrotes un título en criminología y estudia en el seminario teológico de la Iglesia Bautista del Suroeste. Quiere convertirse en Pastor tras las rejas. David sí manifestó públicamente tener remordimientos por haber matado a Adrianne Jones. Le dijo al medio Dallas Morning: “Desearía haberme declarado culpable desde el día uno”. Puede ser cierto, después de todo sabemos que aquel día su estómago no toleró la violencia y devolvió lo que había comido. Podríamos tomarlo como un síntoma de empatía dentro de la locura en la que incursionaron. Diane, en cambio, jamás vomitó nada. Y en la cárcel siguió sin recapacitar. Se casó -sin conocerlo personalmente- con Steven Mora, otro preso, el 17 de junio de 2003. En abril de 2007, en una entrevista con el periodista Stone Philips, para el programa Dateline de la NBC, Diane con 29 años se sometió a un detector de mentiras. En su nueva versión sostuvo que como ella y David estaban rompiendo su relación y que el crimen había sido una estrategia de David para mantenerla atrapada. El polígrafo la desmintió. En 2008 se divorció de Steve Mora. Con 43 años, Diane tiene por delante muchos años más de cárcel, pero nada indica que sienta algo por el asesinato que instigó y ayudó a cometer contra aquella joven de 16 años. Es más, lo sigue negando: “No soy una asesina, ni una bruja ni una persona de corazón malvado, ni siquiera cerca de serlo”.
En 2010 el que se casó fue David y comenzó un blog desde la cárcel. Por no tener acceso a Internet sus posteos van a un mail y, luego, son posteados.
La familia de Adrianne Jones siempre ha mantenido en silencio su dolor. Linda solo se expresó cuando los asesinos de su hija fueron condenados: “Este día no es el fin de mi vida, ni el de nuestra familia. Pero espero que todos recuerden la integridad de nuestra Adrianne. Ella está todavía entre nosotros, mirándonos. Quiero recordar su mirada con alegría”.
Es lo que intenta cada día del resto de su vida.