Al muchacho le faltan apenas dos materias para graduarse en Periodismo con especialización en Publicidad de la Universidad de Missouri. Ve que todos sus compañeros se casan, obtienen trabajos y consiguen lo que se llama una vida estable, pero a él esa vida más que estable le parece aburrida. Desde chico le gusta el cine, así que quizá -piensa- podría ser actor.
Por Infobae
Promedia la tarde de un hermoso día cuando con 325 dólares en el bolsillo, carga sus pocas pertenencias en auto y aunque no pone primera -su viejo Datsun tiene caja automática-, parte rumbo a Hollywood. Piensa que quizá tenga suerte. Es 1986 y el muchacho no sabe ni intuye y mucho menos sueña que con el tiempo se convertirá en el actor más taquillero de Hollywood, en una leyenda de pasión que enamorará a millones de mujeres desconocidas y vivirá romances con actrices mega conocidas. El muchacho se llama William Bradley Pitt, para todos es simplemente Brad Pitt y hoy cumple 58 años.
Brad Pitt nació el 18 de diciembre de 1963 en Oklahoma, hijo de una maestra y un camionero. Creció en Missouri en una ciudad llamada Springfield, sí como la de los Simpsons. Aunque algunas crónicas aseguran que en su adolescencia fue un alumno rebelde y difícil, fue un chico como todos. Sacaba buenas notas y practicaba deportes, pero se aburría rápido y si además había que esforzarse mucho, los abandonaba. Aunque Brad no tenía abuelos italianos sabía que “lo primero es la familia” por eso no dudaba en agarrarse a las piñas para defender a su hermano menor de algún grandulón abusivo. Una cosa es que en su casa ellos se pelearan, pero otra que los golpes vinieran de afuera.
Terminó el secundario y consideró ser arquitecto. Le gustaba la construcción y el diseño pero la carrera le pareció demasiado larga, así que optó por Periodismo con especialización en diseño publicitario que descubrió más creativa y sobre todo, más corta.
Le faltaban apenas dos materias para recibirse cuando le dijo a sus padres que se marchaba a estudiar al Art Center de Pasadena. La verdad es que se iba a Hollywood. Llegó con 325 dólares y se anotó en tres agencias de extras que encontró mirando el diario. En cada una le sacaban una foto y 25 dólares. Terminó el día con 250 dólares.
Las primeras noches durmió en su auto, después vivió en seis lugares diferentes y trabajó en cualquier cosa. Empezó como vendedor telefónico, pero duró tres días. Según Brad era pésimo aunque intuimos que si en vez de escucharlo, los clientes hubieran podido verlo no le habría ido tan mal. Consiguió trabajo como chofer de limousine y sus pasajeros frecuentes eran strippers, repartió muestras de cigarrillos y hasta se disfrazó de pollo para una cadena de comidas rápidas.
La suerte comenzó a cambiar. Consiguió pequeños papeles en la televisión en Another world y Dallas. En 1990 encarnó a un asesino psicópata en Demasiado joven, un papel que no valía mucho pero que sirvió para demostrar su destreza física y que sabía usar sus puños.
1991 fue el año en que dejó de ser el chico más lindo del barrio para transformarse en un objeto de deseo planetario. En Thelma y Louise representó a J. D., el ladronzuelo que seducía a Geena Davis en la película -y dicen que también en el camarín- y le robaba seis mil dólares. Aparecía en la pantalla menos de 30 minutos y lograba el efecto inverso al esperado. Las mujeres salían pensando que más que sufrir un robo lo que había hecho Thelma era invertirlos en el mejor orgasmo de su vida.
Mientras revistas y programas lo definían como “el próximo James Dean” comenzaron a llegarle y lloverle las propuestas laborales y sospechamos que de las otras también. Participó en Johnny Suede, una película de bajo costo y la intrascendente Cool World.
A la espera de nuevos papeles, Brad pasaba su vida relativamente tranquilo. Salía a andar en moto, a remontar barriletes y se daba panzadas de pizza, su comida favorita. Un día sonó su teléfono y sintió eso que se llama “tocar el cielo con las manos”. Le proponían filmar Nada es para siempre con el ídolo de su infancia: Robert Redford. Para interpretar su papel de pescador, Pitt aprendió a pescar en… la terraza de su departamento en Los Ángeles.
La “Pittmanía” siguió creciendo. Firmó contrato para protagonizar Leyendas de pasión convencido de que contaría “una historia muy espiritual de amor y odio”. En pantalla, más que la historia, uno se quedaba prendado con el Tristán/Brad al que filmaban cabalgando con su cabellera al viento, y qué quiere que le diga lector, por más historia de amor que se deseaba contar uno no podía menos que pensar “caray, este muchacho debe ser el hijo no reconocido de Adonis”. Una no sabía muy bien de qué iba la película, pero sí que ese rubio era de una belleza categoría premium. Dicen que en sus escenas románticas con Julia Ormond a la inglesa se le mezclaba ficción con realidad. De hecho al ver sus besos no se podía menos que pensar “y encima le pagan”.
La fama se instaló con todos sus beneficios pero también sus contras. Los rumores comenzaron a arreciar, uno de los más bizarros aseguraba que Pitt frecuentaba los bares gays donde proveía de esperma a su amiga Melissa Ethridge. Otro que resultó ser cierto es que el actor se salvó de que Mike Tyson le destrozara la cara cuando descubrió que el rubio tenía una relación paralela con Robin Givens, su pareja. Una versión Hollywood de ese triángulo que protagonizaron Cacho Castaña, Monzón y Susana.
Los romances se sucedían. Vivió y novió tres años con Juliete Lewis, comenzaron cuando él tenía 27 y ella diez años menos. Estuvo con la actriz Jitka Pohlodek y también se lo vio con Courtney Love, la viuda de Kurt Cobain, hasta que llegó a su vida Gwyneth Paltrow. Estuvieron juntos desde 1994 hasta 1997.
Pitt inició su romance con Jennifer Aniston en 1998. Sus representantes fueron los que les prepararon la primera cita. Se convirtieron en la pareja soñada, asistían a eventos siempre sonrientes y se los veía felices. Se casaron en Malibú el 29 de julio de 2000. Era tanta la expectativa por la boda que cada invitado firmó un acuerdo de confidencialidad. La ceremonia se realizó en una carpa blanca para que nadie tomara fotografías. El hermetismo fue respetado por cada asistente, jamás se pudo ver una foto de Aniston con su vestido de novia y de cuerpo entero. La fiesta costó un millón de dólares. Como solo trascendieron dos fotografías de la boda, el rumor que aseguraba que los novios se habían hecho mechas rubias del mismo tono para estar “engamados” nunca se desmintió ni comprobó.
Todo iba bien, pero la pareja estalló cuando Brad Pitt rodó Señor y Señora Smith y conoció a Angelina Jolie. Imagine el lector si con el Wandagate estamos todos enganchados lo que fue ese romance. El 25 de marzo de 2005, la protagonista de Friends firmó el divorcio.
Pitt y Jolie comenzaron a ser conocidos como Brangelina. Juntos comenzaron a armar una familia. Jolie había adoptado a Maddox y Zahara, que pasaron a apellidarse Jolie- Pitt. Angelina dio a luz el 27 de mayo de 2006 a la pequeña Shiloh Nouvel Jolie-Pitt. En 2007 adoptaron a Pax (nacido en Vietnam en 2003) y concibieron a los mellizos Knox Leon y Vivienne Marcheline en 2008. El 23 de agosto de 2014, la pareja se dio el sí en una ceremonia secreta en Francia. Quizá porque sabe que es Brad Pitt, el novio se puso un traje que ya había usado y uno de sus hijos le prestó su corbata porque olvidó llevar la suya.
Dos años después de la boda, Angelina solicitó el divorcio por presuntos problemas de ira de su esposo (supuestamente, producto del consumo de alcohol y marihuana) y de diferencias a la hora de criar a los niños. Brangelina se rompió demostrando que a veces no alcanza con ser el hombre más atractivo del mundo casado con la mujer más bella del mundo para que un matrimonio funcione.
Fue en plena bradmanía, septiembre de 1996, que el actor se instaló en Mendoza para filmar Siete años en el Tíbet. Su novia de entonces, Gwyneth Paltrow, lo acompañaba. Durante su estadía, el actor visitó un gimnasio en Uspallata, pero el lugar pronto se llenó de fanáticos y tuvo que saltar la medianera de una casa vecina para huir del acoso de los curiosos.
Pitt, por seguridad se instaló en una casa dentro del Regimiento de Infantería. A la persona que se encargaba de llenarle la heladera le dijeron que no se fijara en gastos y así pagó 1.200 dólares en comida para cinco días solo para el actor. Aunque evitaba a periodistas y fotógrafos, el rubio más lindo del planeta -perdón Facundo Arana- se mostraba amable y simpático con todas las personas que lo rodeaban.
En Mendoza, Pitt mostró su amor por las mascotas, recogió 13 perros de la calle, se encargó de alimentarlos, llevarlos al veterinario y, luego, de ubicarlos en hogares. De esos perros, tres se los trajo a Buenos Aires. En el hotel cinco estrellas donde se hospedaba pidió una habitación exclusiva para las mascotas. Todavía se recuerda con cierto asombro que su personal de seguridad los paseaba todos los días a las 7:30, 16:30 y 22:00. Brad Pitt cenaba con ellos y se quedaba mirando películas hasta muy tarde. Los tres perros callejeros volaron con él a Los Ángeles lo que demuestra que a veces, la vida de perros puede ser más confortable que la de algunos humanos.
La fama de Pitt no paraba de crecer pero él tuvo la inteligencia o la intuición de correrse del rol de “cara bonita”. Decidió no interpretar el mismo papel dos veces. Si en una película aparecía como “héroe místico”, en otra se ponía en el rol de un simpático policía. A falta de formación actoral se preocupó de aceptar roles en los que pudiera “meterse”. Su destreza física también ayudó a la credibilidad de sus papeles. En Leyendas de pasión montó sus caballos y en Pecados capitales insistió en filmar las escenas de persecución. Fue así que se cayó sobre un parabrisas, se cortó tendones y nervios y terminó filmando con un vendaje. Mientras filmaba Troya e interpretaba a Aquiles se rompió el tendón de… Aquiles. Eso sí no le pidan que se meta en el mar a filmar porque experimenta un miedo irracional por los tiburones.
Consolidado como una de las estrellas más globales de su generación y garantía de éxito, no paró de filmar. Fue protagonista de El club de la pelea, Cerdos y diamantes, The Mexican, Spy Game, Ocean´s Eleven (2001), Recordando a Jack, Full Frontal , Confesiones de una mente peligrosa y Troya, entre otras. Desde su interpretación en Siete años en el Tíbet tiene prohibida la entrada a China.
Aunque arrancó con 325 dólares, hoy su fortuna personal supera los 200 millones de dólares. Cada tanto debe salir a desmentir algún romance mientras amaga con ir dejando la actuación. “No es que no haya papeles interesantes para personas de una cierta edad, pero tengo la sensación de que las cosas siguen su curso natural. Que cada cosa tiene su propia selección natural”, reflexiona.
Sigue batallando con Angelina Jolie por la custodia de sus hijos y hace poco causó preocupación cuando salió de una cita con el dentista en una silla de ruedas. Su aspecto encendió alarmas pero luego se supo que le habían extraído las muelas de juicio y que usó la silla por protocolo.
En 2020 recibió ¡por fin! su primer Oscar. Se lo dieron por su papel secundario en Érase una vez en Hollywood. “Ahora realmente creo que es momento de desaparecer un rato y regresar a hacer cosas”, dijo en ese momento pero no se entendió si fue deseo, promesa o posibilidad.
Cerca de los 60 conserva casi el mismo cuerpo de sus comienzos y ese pelazo que a esta altura muchos señores sesentones le envidian mucho más que sus romances. En los 90, cuando la mayoría de los hombres heterosexuales querían “estar en los zapatos o los pantalones de Brad Pitt”, el actor se animaba a decir: “La fama es tonta e inútil. En general los seres humanos darían cualquier cosa por ser famoso, sin embargo no saben lo afortunados que son de no tenerla. En muchas oportunidades prefiero ser un don nadie, y que ninguno me reconozca por la calle”. Es que ver/contemplar a Brad Pitt es un placer, pero parece que serlo, bueno eso ya es otra cosa.