Hoy hace 10 años me referí a las Navidades venezolanas con presos políticos, haciendo alusión a que prefería por razones obvias llamarlas sin presos políticos (ver Navidades Con Presos Políticos, en https://ticsddhh.blogspot.com/
Como consecuencia de lo anterior, ¿qué están haciendo los venezolanos? Los que pueden hacerlo están huyendo. 6,03 millones de personas refugiadas y migrantes en el mundo, mas de 850 mil solicitantes de asilo de Venezuela en el mundo, más de 4,99 millones de venezolanos viviendo en América Latina y el Caribe, de los cuales aproximadamente 1,84 millones residen en territorio colombiano para Noviembre de 2021 (ver cifras del Alto Comisionado de las Naciones Unidas para los Refugiados (ACNUR), en https://www.acnur.org/
Ahora la cárcel se amplió a toda Venezuela y los que en el 2011 pedíamos desde afuera de las cárceles que soltaran en Navidad a los que estaban presos, estamos todos de una manera u otra encerrados en nuestro propio país tratando desesperadamente de salir. Los que por alguna razón nos encontramos todavía en esta gran cárcel en que el régimen ha convertido a nuestro país intentamos sin éxito reproducir de alguna manera la calidad de vida que se nos ha escapado en todos estos años. Año tras año conservamos la esperanza que el año siguiente las cosas serán diferentes, confiando en quienes conducen políticamente de un lado y de otro este barco que se hunde llamado Venezuela.
Y aquí no me coloco en la tradicional posición opositora al régimen, sino como aquel venezolano que simplemente vive en este país maltratado que espera pacientemente como todo el mundo que las cosas sean mejores. Y aunque trato de no odiar o tener algún rencor en contra de quienes causaron esta tragedia que vivimos, es imposible no meter en el análisis la disputa de los bandos en pugna por el poder en Venezuela, que de una u otra manera nos han puesto de lado a todos para satisfacer los egos y las ambiciones políticas.
La Navidad es sinónimo de tiempos de paz y tregua. Los ejércitos en el medio de las guerras han hecho un alto para no matarse unas horas para conmemorar la venida del Hijo de Dios que dio su vida por todos nosotros sin más aspiración de que la humanidad fuera mejor a los ojos de Dios. Pero una tregua en el medio de un país desolado es sumamente difícil. ¿Qué decirle a una madre que ha perdido a su familia por enfermedad, desidia o destierro por la irresponsabilidad de un Estado cuya obligación es lograr la mayor suma de felicidad posible para su pueblo? ¿Qué decirle a un padre que no puede llevar alimento a su familia en esta Navidad con el salario mínimo más bajo del mundo, y que todos los días lo ve desvanecerse por la hiperinflación más alta registrada en la historia de todos los países? ¿Cómo decirle a un joven que se quede si aquí no tiene futuro? ¿Quién tiene futuro en una cárcel?
Es difícil en esta hora de una de las Navidades más oscuras y difíciles que hayamos vivido, pedirles a los venezolanos que abramos nuestros corazones para hacer un alto al fuego a quienes nos han causado semejante daño. Ni siquiera en una guerra pudo destruirse más a Venezuela. Lo que nos queda es compartir lo poco que nos han dejado con aquellos que están peor que nosotros, en un gesto de solidaridad y caridad cristiana para salir adelante juntos. Si somos realistas, pasarán muchos años antes que exista una verdadera justicia para aplicarle a aquellos que han destruido física y moralmente a Venezuela, aunque sigamos trabajando consistentemente para que ese tiempo sea lo más corto posible y podamos reconciliar plenamente a este sufrido pueblo.
José Rafael Pocaterra lo describió extraordinariamente cuando a principios del siglo pasado (1922) nos obsequió en sus Cuentos Grotescos, su hermoso relato “De cómo Panchito Mandefuá fue a cenar con el Niño Jesús” (ningún venezolano puede dejar de leerlo: https://www.ciudadvalencia.
Y los venezolanos somos así, lo hemos demostrado muchísimas veces en nuestra historia, en especial al recibir con los brazos abiertos a los cientos que huían de una Europa destruida por la guerra, a quienes huían de una Latinoamérica llena de tiranos y pobreza, a nuestros vecinos que huían de la violencia de una guerrilla interminable. Teníamos para repartir y lo compartimos a manos llenas con ellos, sin pensarlo dos veces. De todas las nacionalidades llegaron a nuestro país para hacer de él su hogar, y ahora sus gobiernos nos devuelven de sus aeropuertos y nos persiguen y discriminan en sus países.
No me cabe en el pecho el orgullo de ser venezolano y no me arrepentiré nunca de luchar por y ser parte de un pueblo que no hizo otra cosa que haber ayudado a otros en su necesidad sin esperar nada a cambio. Creo que los venezolanos de tener como hacerlo lo haríamos de nuevo como lo hizo Panchito Mandefuá porque dentro de nuestro desconsuelo sentiríamos como él “una especie de loca alegría interior…”. Y eso solo se siente cuando ayudas a otro ser humano con desinterés. Algunos dirán como se dijo Panchito a sí mismo el día de su muerte: “¡Era un botarate! No le quedaban sino veintiséis centavos, día de Noche Buena… Quien lo mandaba a estar protegiendo a nadie…”. Pues los protegimos sin pensarlo como él mismo lo hizo con la niña Margarita. Esa es la gran diferencia que tenemos orgullosamente como sociedad de aquellos que ahora se sienten mejores que nosotros.
Ese cuento navideño de Pocaterra tiene una mezcla de tristeza y esperanza. Eso es lo que siento que ahora tenemos que llevar a la Cena de Navidad de este año 2021 –más esperanza que tristeza- por todo lo que nos está pasando como país y que estamos sufriendo nuestros compatriotas en Venezuela y en el resto el mundo, porque nos culpemos duramente de esta desgracia somos un pueblo extraordinario a pesar de haber cometido tantos errores. “¡Qué diablos! El día de gastar se gasta “archipetaquiremandefuá…” como sentenció un Panchito retador ante el futuro, convencido que si hoy no hay porque hicimos lo que hicimos, mañana si habrá porque así somos los venezolanos, del tamaño del compromiso que se nos presenta.
Y como presos que somos de este régimen en esta Navidad en una cárcel llamada Venezuela, no puedo menos que después de 10 años volver a terminar esta nota navideña con la oración del mismo autor de Panchito Mandefuá, y que ahora cumple 100 años, dedicada en 1921 a los presos de La Rotunda, y que solo Dios sabe porque aparece de nuevo justo hoy, dedicada a todo aquel compatriota que sea vejado en Venezuela y cualquier parte del mundo. Esta oración en su vigencia al cumplir un siglo, debemos recitarla de nuevo para que, con el favor de Dios Todopoderoso, tenga el poder para cambiar para bien de todos a la brevedad posible, las cosas en nuestra cárcel Venezuela:
“Padre nuestro Libertador que estas en la Gloria!
Desagraviado sea tu nombre
Vénganos el tu genio
Hágase, señor, tu libertad, así sea en mi Patria como en la América
El decoro nuestro, el de otros días, dánoslo hoy
Y perdónanos nuestras infamias así como nosotros, perdonamos a nuestros infames,
Y no nos dejes perecer en la decadencia, mas líbranos señor,
De toda esta brutalidad siniestra.
Amén”[1]
¡Que así sea!
Mis mayores deseos para todos ustedes por que pasen la mejor Feliz Navidad del mundo posible, a quienes he tenido el honor de contar como mis lectores durante este duro Año del Señor 2021. Dios me los bendiga…Amén…
Caracas, 24 de Diciembre de 2021
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[1] José Rafael Pocaterra, Memorias de Un Venezolano en la Decadencia, Caracas, 1936.